Puerto: así se trabaja en una planta de fileteado

Los trabajadores hace más de un mes que tienen tomado el frigorífico.

24 de Marzo de 2013 12:36

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Luciana Acosta

Miguel vendió hoy su teléfono para cargar la tarjeta del colectivo, comprar unas galletitas para su nena de 5 años y estirar el resto hasta donde sea posible. Este hombre de 44 años que lleva tres noches consecutivas sin comer es uno de los 56 trabajadores -entre ellos, menores de edad- que desde hace exactamente un mes y dos días tienen tomado el frigorífico YF8 porque desde la segunda quincena de diciembre no cobran el sueldo.

Envasadoras, fileteros, peones y operarios que se ocupan de llenar las cámaras frigoríficas toman mate en la puerta del edificio ubicado en calle Posadas al 700, en pleno puerto marplatense. Todos esperan lo mismo: que la propietaria de la firma, Lei Lei Xi -o la «china»- se digne a pagarles los salarios, sumas que van de los 2500 a los 7000 pesos, y que reciben completamente en negro.

La planta ocupa casi toda la manzana y forma parte de un paisaje monótono, gris, de aguas pestilentes y restos de neumáticos quemados en protestas anteriores. Adentro, el panorama no es mejor y es suficiente para conocer las condiciones de precariedad en la que esta gente limpia, corta y envasa la mercadería que -en su mayoría- se destina a la exportación. Mesas interminables vacías y sucias, grifos sin agua, decenas de bandejas y cajones de aluminio apilados; sobre una alcantarilla, una corvina vieja, podrida, reseca. Y tres portones blancos que, según indica un cartel impreso en letras negras, dan acceso a las cámaras que contienen toneladas de pescado, aunque nadie sabe precisar cuál es la cantidad real.

“Trabajamos con lo que tenemos puesto porque no nos dan la ropa. Los delantales, los acrílicos, los cuchillos y hasta los guantes los compramos nosotros, de nuestro bolsillo. ¿Sentís el olor que tienen estos guantes? Bueno, esto es lo que usan los compañeros”, explica Miguel a 0223.

En el interior de YF8 hace frío aunque los trabajadores coinciden en que “no se parece ni un poco” al que se siente cuando todo está en marcha y la temperatura llega a descender a los 18 grados bajo cero. “Imagináte lo que es laburar con zapatillas sin medias”, propone un muchacho que, según confirman sus compañeros, tiene apenas 17 años.

Los acrílicos son placas blancas que los fileteros utilizan para limpiar el pescado y su valor oscila entre 500 y 250 pesos. A medida que disminuye el precio, también baja la calidad del material. Las cuchillas no cuestan menos de 500 pesos y el que no tiene una, sencillamente, no trabaja.

De acuerdo a los cálculos de Aurora, una mujer que hace más de dos décadas peregrina por las fábricas en búsqueda de una mesa para cortar, por este frigorífico, ahora paralizado, salía un promedio de 6,5 toneladas diarias de langostinos, rabas, corvinas, merluza y calamar. “Eso era lo que se sacaba, listo para exportar a todo el mundo. Porque la dueña compra a los grandes empresarios y lo manda a las cobachas del puerto, como esta. Por eso dicen que los empresarios comen como elefantes y cagan como pajaritos: compran diez toneladas y rinden una, porque las otras nueve las procesan en galpones. Siempre estuvimos así, m'hija, y eso no va a cambiar”, cuenta.

En el puerto se paga entre 1, 75 y 3 pesos el kilo de pescado procesado y por eso gana más el que en menos tiempo pueda separar la cabeza, la cola y las vísceras. “En una jornada de ocho horas se pueden cortar unos 500 kilos pero, por ejemplo, la petisita aquella ha llegado a los 1000 kilos”, explican.

Las cámaras frigoríficas están selladas con precintos que cada cuatro días algún efectivo de la comisaría tercera corrobora y cambia para asegurarse que nadie se llevó nada. Luego, deja constancia en un acta que debe firmar alguno de los operarios presentes. Miguel dice que él se hace cargo pero que alguien lea el escrito en voz alta, por favor. Esta periodista lo hace en calidad de testigo y él garabatea debajo, conforme, y devuelve el papel. Miguel, que entró a los 8 por obligación al mundo laboral, no sabe leer ni escribir.

Pese a que llevan más de treinta días de medida de fuerza, la manifestación no tuvo el resultado que esperaban. No sólo no lograron cobrar sus sueldos, sino que tampoco consiguieron el respaldo del sindicato que los debería representar. “El Ministerio de Trabajo de la Nación dice que no puede hacer nada porque no estamos trabajando y el Soip opera para la patronal. Es así de simple”, afirman.

En el medio de la calle, dos pibes patean una pelota y, sin querer, le pegan en la cara a Aurora. Ella los insulta, ellos se ríen y le echan la culpa a otro del accidente. “No te calentés, Coca, no fue a propósito”, se disculpan. La mujer sigue enojada. “Es que estoy cansada”, dice.

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