Con Campazzo, no hay dos sin tres

Con Campazzo en el centro de la escena, Peñarol festejó un nuevo triunfo en el clásico ante Quilmes de cara a su gente. (Fotos: Diego Berrutti)

30 de Enero de 2014 01:05

Con una actuación superlativa de Facundo Campazzo, Peñarol volvió a festejar en el tercer clásico de la temporada y, en un partido que tuvo como dominador durante todo el primer tiempo a Quilmes, la fiesta fue nuevamente “milrayitas” por 85 a 82, en un colmado Polideportivo “Islas Malvinas”. El base fue el responsable absoluto de la levantada albiazul con 35 puntos, definiendo la historia desde la línea y robando la última pelota del juego cuando el “tricolor” soñaba con el suplementario.

Pocas veces pasa, que el análisis de un partido, del resultado final, pasa casi exclusivamente por un jugador. Facundo Campazzo, es la única explicación que se puede encontrar al triunfo de Peñarol, que no jugó un buen partido, que cayó en gran parte del tiempo en el trámite que propuso Quilmes, pero que al final, como viene pasando siempre, festejaron los “milrayitas”. Leandro Ramella se puede haber ido conforme por la actuación de su equipo, armado para estar en mitad de tabla, jugando de igual a igual con uno de los dos (el otro es Regatas), que marcan mucha diferencia en la Liga Nacional. Pero debe tener la bronca de otra vez haber estado cerca de quedarse con el festejo clásico. Por el otro lado, Fernando Rivero debió dejar el Poli con la satisfacción de la tercer victoria en su tercer superclásico dirigido, pero la preocupación por el nivel colectivo de su conjunto que lejos estuvo de ser el ideal. Pero tiene a Campazzo, y en esta Liga Nacional, tener a Campazzo es una ventaja demasiado grande.

El arranque del partido favoreció a Quilmes, que supo a lo que jugaba, que presionó, no se apuró en los ataques y estuvo más despierto ganando los primeros cuatro rebotes y poniéndose 6-0. Algo poco común, del otro lado, Peñarol no estaba cómodo, Leiva perdió dos pelotas en la pintura y se apuró con triples sobre la marca. Así y todo, luego de estar abajo por 7 (5-12), el “milrayitas” empezó a acercarse y se sostuvo en juego por algunas fallas de Quilmes en la definición y la aparición de Campazzo (8 en el parcial), que fue determinante para llegar al descanso igualados en 20.

Con los relevos, Peñarol no comenzó bien el segundo parcial, desprolijo, con tres pérdidas consecutivas. Quilmes no estaba mucho mejor, pero logró desnivelar con una penetración de Baxley que convirtió y, además, tuvo uno de premio por la falta de Fernández.  Otra situación similar del americano y una “bomba” de Vildoza en la primera bola que tomó en ataque, le dio otra vez una buena diferencia al “tricolor” por 29 a 22. El regreso de Campazzo le devolvió la intensidad defensiva a Peña, pero seguía apresurado a la hora de atacar. Leandro Ramella plantó una doble base que le dio resultado en la conducción, y en el tablero, porque primero Vildoza y después Sahdi rompieron de afuera para despegarse. El desconcierto de Peñarol se terminó de marcar en el último tramo, cuando Rivero mandó un quinteto raro, sin base (Boccia, Giorgetti, Weigand, Gutiérrez y Leiva) y se le consumieron los 24 segundos. Para la bola final, cuándo no, Campazzo le dio un poco de aire con un triple que, de todas formas, mandó a Quilmes al vestuario con una ventaja nada despreciable de 9 puntos (41 a 32).

La historia no pareció cambiar demasiado en el arranque del complemento. Quilmes seguía haciendo su juego y controlaba el desarrollo. Pero en ese momento, apareció “Súper Campazzo”. El base se puso su equipo al hombro, primero con un triples desde más de 9 metros, después le robó la pelota a Sahdi, dibujó dos fintas con amague de faja para un compañero y la depositó en el aro. El “milrayitas” descontó a 5 (50-45) y Ramella pidió minuto para reordenarse. Sin embargo, al regreso, otra vez Campazzo se metió en tierra de gigantes y dejó la diferencia a un triple. Quilmes estaba confundido y Giorgetti lo terminó de confundir con un triple desde el costado que igualó el juego en 50. El “tricolor” reaccionó con una penetración de Marín que también aprovechó la falta que recibió, pero Campazzo estaba imparable y, con una penetración y un triple, le dio nuevamente la delantera. Una discusión entre Marín (adentro) y Leiva (en el banco), no le convino a Peñarol que se descuidó y con un triple de Vildoza, llegaron al último descanso en tablas: 61 por lado.

Quedaban diez minutos para el infarto. Estaba todo muy parejo, pero Peñarol ya parecía más tranquilo y con mayor experiencia a la hora del cierre, mientras que Quilmes se apuró con los triples y permitió que el “visitante” sacara su máxima diferencia del partido de cinco puntos: 65-70. Con personalidad, el “cervecero” no se rindió y metió la pelota en la pintura para Maciel y Romero que igualaron el partido. A esa altura, el partido estaba caliente, con el estadio de pie y los de adentro protestando todo. Sahdi se fue por una quinta falta bastante discutible, pero no había tiempo para lamentos. Piñero puso al frente a Quilmes por 72 a 70 y Gutiérrez respondió con una “bomba” que Vildoza igualó con un libre.

Quedaban dos minutos y todo era dramatismo. De los dos lados había mucho nerviosismo y la pelota de un lado era de Campazzo y del otro de Baxley. El americano logró poner a su equipo al frente por uno (80-79) y sacó de la cancha a Leiva con cinco faltas. Pero el cierre estaba a pedir de Campazzo. El superhéroe  tuvo el final feliz. Agarró la pelota y recibió la falta que lo mandó a la línea donde no perdonó. En la jugada siguiente, todo Peñarol defendió, el base hizo tirar incómodo un triple a Vildoza y luego del rebote otra vez fue a ganarse los puntos en soledad. Nuevamente no falló y Quilmes tenía 15” para tratar de forzar el suplementario. Increíblemente, un tirador como Piñero prefirió descontar y mantener la diferencia en uno (83-82), pensando que Peñarol podría marrar algún libre. Pero fue Campazzo y no se equivocó. Ahora quedaban 7” y, extrañamente, el “milrayitas” no cortó para evitar el triple, defendió, presionó y Campazzo, sí, Campazzo, le robó la pelota a Marín y se quedó con la última bola de la noche. La que le faltaba, porque la tuvo atada todo el partido.