Y un día el espejo devuelve felicidad
Marisol tiene 31 años y es la primera paciente que atravesó una cirugía de reasignación de sexo en el Hospital Interzonal General de Agudos de Mar del Plata.
Marisol tiene 31 años. De chiquita se acuerda que jugaba con muñecas, y prefería maquillajes y pulseras en lugar de de autitos y camiones. En un comienzo su cuerpo fue el de un hombre, pero ella siempre se sintió mujer. Y como en la rayuela, tuvo que pasar por muchos casilleros para llegar al cielo, a ese destino con el que soñó toda su vida: hoy el espejo refleja lo que siente en su interior. “Ahora sí hay coincidencia”, cuenta feliz después de un largo suspiro. El 26 de marzo fue sometida a una cirugía de reasignación de sexo en el Hospital Interzonal General de Agudos de Mar del Plata. Es la primera operada en una institución pública de la ciudad. “Ya estoy realizada en todo sentido”, afirma.
“Los doctores esperaban de cinco a seis meses para poder levantarme”, dice animada, pero ella empezó a levantarse antes de ese plazo. "Ceo que son las ganas, el hecho de darle para adelante porque no es justo que deje a mi marido solo; yo veía cómo me cuidaba cuando estaba en el hospital, salía de trabajar, me daba de comer, se iba de nuevo y volvía para darme de cenar. Era mucho para él”, le cuenta a 0223.
“Tener la posibilidad de poder hacer que pacientes consigan un objetivo que tienen desde la infancia, es espectacular”, afirma el doctor Ezequiel Escudero (MP 94.307), quien es parte del cuerpo de médicos del Servicio de Cirugía Plástica y Reconstructiva del Hospital Interzonal. Explica que en general se trata de personas que vivieron en disconformidad con su sexo genital durante toda la vida por lo que la cirugía “es un cambio importantísimo en su vida". "Es algo en lo que piensan todos los días”, añade.
En Mar del Plata, este tipo de intervenciones no tiene un alto nivel de demanda, sin embargo en hospitales como el Ricardo Gutiérrez de La Plata hay turnos de espera con demoras de hasta tres años. “Por eso para nosotros poder hacer que estos pacientes logren acceder a este cambio en menor tiempo, es algo que nos llena de orgullo”, confiesa Escudero.
La cirugía de reasignación de sexo no es sencilla. Algunos de los riesgos que pueden pueden aparecer por ejemplo al crearse una neovagina son infecciones o complicaciones en el sistema digestivo. “Se hace en una parte del cuerpo justo por delante del intestino antes de llegar al ano”, explican. Además es compleja porque debe “preservarse la sensibilidad y lograr una estética lo mejor posible”.
En el Interzonal, como en otras instituciones que realizan este tipo de operaciones, trabajan interdisciplinariamente. El Equipo de Género está compuesto por asistentes sociales, endocrinólogos, urólogos, el equipo de cirugía plástica y psicólogos, muy necesarios para la fortaleza del paciente. Afirman que recién luego de dos años de evaluación y de estudio “se pudo proponer esta primera operación”.
La Ley 26.743 sobre Identidad de Género fue sancionada y promulgada en Argentina en mayo de 2012. En ella se reconoce el derecho de toda persona de optar por una identidad que se corresponda con su “vivencia interna e individual”, que “puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento”. Y aclara que “puede -o no- involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole; siempre que ello sea libremente escogido”. Si la persona es menor de edad, podrá acceder al derecho a través de la voluntad de sus representantes legales o de un juez en el caso de no tener tutores.
En el artículo 11 se hace referencia al libre desarrollo personal; y se indica que “todas las personas mayores de 18 años, podrán acceder a intervenciones quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa”. Es decir, es una decisión personal.
Esta ley es única en el mundo. No hay otro país que reconozca la libertad de elección de nombre y sexo a cualquier ciudadano. Pero además, ordena que los tratamientos de adecuación de sexo deben estar incluidos dentro del sistema de salud público. Como ocurrió con Marisol.
El primer antecedente en Argentina sobre reasignación de sexo surge en 1966 cuando un médico recibió una condena en suspenso de 3 años por lo que en ese momento se consideró delito de lesiones gravísimas: haber hecho una operación de reasignación de sexo en una paciente transfemenina. En 1989 se reconoció por primera vez el derecho de una mujer transexual de cambiar el nombre y el sexo que registraba su documentación de identidad. Desde 2007 los distintos movimientos sociales como la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FALGTB) y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina (ATTTA) impulsaron distintas propuestas legislativas que garantizaran su identidad y el derecho a una atención integral de la salud. Recién en 2011 que las diputadas Diana Conti, Juliana Di Tullio y Silvana Giudici presentaron un proyecto de ley en el Congreso, que se sancionó al año siguiente.
De Perú a Mar del Plata
No fue sencillo. Marisol nació en Perú; cuando tenía 13, su padrastro enfermó y debió viajar a Argentina con su mamá; y fue así que ella quedó al cuidado de su tía y con dos hermanos menores que criar. En el 2000 decidieron venirse ellos también para el sur del continente. “Costó que sintieran mi situación, mis sentimientos, mis actitudes. Una cosa es quererme y otra entenderme. Mi mamá lo hacía porque es mi mamá; pero me acuerdo que una vez me preguntó qué había hecho mal y yo le respondí: Soy así, nací así y siempre tuve estos sentimientos”.
“Nunca lo quise, nunca lo acepté”; se refiere a su otro nombre, ese que eligieron sus padres cuando la vieron nacer y ni sospechaban lo que pasaría. “Era algo que no me hacía sentir para nada cómoda”, dice y cuenta que cuando tenía que ir al banco o a hacer algún trámite, le pedía a su novio que la acompañara para que cuando la llamasen por su nombre se parara él primero para no levantar sospechas.
Marisol explica con total firmeza: “Yo siempre fui femenina, bien mujer, porque me sentía así; si bien mis compañeros de la escuela a veces me veían como el rarito, me respetaban”. Fue a los 18 cuando ya no aguantó más. “Quiero a mi mamá, a mi papá, pero no tengo que aguantar sus condiciones”, pensó.
Un día su padrastro leyó un mail que le había enviado un novio y le pidió que junte su ropa y se vaya de la casa. Ella intentó explicarle, pero él no entendió. Y eso hizo: agarró sus cosas y se fue. “Ahí fue cuando decidí ser yo”, cuenta mientras sonríe al recordar que Marisol fue el primer nombre que eligió.
Buscó una piecita. “Me tomé toda la tarde para encontrar un lugar, porque no sabía dónde irme y tampoco quería ir por ahí dando lástima a mis amigas”. Cuando se acuerda de esa parte de su vida se nota tristeza es sus ojos, en su voz; pero enseguida aclara que todos esos cambios son los que la ayudaron a lograr ser quien es. “Hoy me siento bien y realizada; y estoy dispuesta a ayudar a esa gente que está pasando por lo mismo, que está sola porque yo sé lo que es la soledad, pero no porque me la contaron; yo la viví en carne propia”, sostiene.
Fueron más de cinco años los que tuvo que vivir su vida lejos de una familia; pero era quien quería ser. “Me acuerdo que le robé un pantalón a mi hermana”, cuenta riéndose, pero después empezó a comprarse su propia ropa. “La primera vez me costó, fue fuerte salir producida”, recuerda.
Desde muy chica Marisol toma hormonas, a escondidas. Era su sueño verse mujer. Hoy, a los 31 años, sabe que estuvo mal y quiere difundir este mensaje porque “hay médicos para eso, profesionales que te ayudan”. Resalta varias veces la importancia que su propia terapia psicológica en su cambio de vida. “Muchas veces las chicas trans se dejan llevar y piensan que una pastilla te hace más lolas, la piel más fina, te cambia la voz, o te da menos pelos. Mentira”, se enoja. Iba a una farmacia sola, y se “mandaba pastillas”, hasta que un día se descompuso fuerte del hígado.
Llegó a Mar del Plata escapando de un hombre que se había obsesionado con ella. “Si te operás yo no te veo más”, le decía a la vez que la golpeaba. Ella se sentía sola. “Pensé en el suicidio en ese momento”, confiesa.
Al poco tiempo se operó los senos y se prometió que después le tocaba “lo otro”. “Es una transición bastante larga”, dice y la imagen de la rayuela vuelve a aparecer en sus pensamientos.
Otra iniciación
Marisol fue la primera chica transexual extranjera en tener el DNI argentino en Mar del Plata. Fue a Migraciones y allí le dieron todas las indicaciones; pero tuvo que viajar al consulado de Perú en Buenos Aires, porque en su país todavía no hay una ley que ampare su decisión. “Se dice que es un país machista, en pocas palabras, cerrado de mente”, sintetiza.
“Tuve que aguantarme algunas cosas que me dijo el cónsul que no me gustaron; pero cerré la boca y lo escuché”, se resigna. Dice que “te hace preguntas y se mete con tus sentimientos”. El funcionario además la trataba como hombre y resaltaba siempre que podía el adjetivo en masculino cuando le hablaba. Pero su objetivo era mayor, así que tragó saliva y obtuvo el papel firmado que necesitaba. Volvió a Mar del Pata a hacer los trámites que faltaban y al mes le llegó su DNI. Otro diploma, otra medalla en la vida que quiso tener. “Fue una alegría plena”, son las palabras que mejor usa para describir la escena.
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