"Pierino", el que rechazó al Barcelona y deleitó a Boca con su magia

Herminio González, que falleció este lunes, quedó en la historia del fútbol argentino. Nacido en un pueblo de Santa Fe, llegó a Mar del Plata con 14 años. "A la hinchada le gustaba que tirara caños y firuletes, yo los hacía para ellos", sostuvo en su última entrevista.

27 de Diciembre de 2016 17:38

Con el paso del tiempo, las figuras de antaño recobran mayor notoriedad. Se convierten en mitos, y la muerte aparece como una oportunidad inmejorable para recordar quiénes fueron esos personajes de los que poco registro existe en épocas de un You Tube que parece pero no tiene el registro de toda la historia. Herminio "Pierino" González fue un futbolista marplatense que llegó a ser ídolo de Boca, antes que Rattín, Marzolini, Suñé, Rojitas, Maradona, Riquelme, Palermo y Tevez. Falleció este lunes a los 87 años, entonces vale la remembranza.

El crack "Xeneize" nació el 6 de octubre de 1929 en Berabevú, un pueblo del sur santafecino ubicado a 150 kilómetros de Rosario. Pero a los 14 años llegó con su familia a Mar del Plata. El fútbol fue su encanto y los potreros su lugar de entretenimiento. Allí lo vio Kimberley y lo fichó para jugar en la Liga local. Por esas décadas se armaban muy fuertes seleccionados marplatenses y el talentoso jugador la "rompió" en un amistoso con Racing, que quiso llevarlo para Avellaneda. Pero fue Boca Juniors quien lo contrató con 18 años para debutar un año después, en 1949, en la primera fecha del torneo (0-2 ante Independiente en La Bombonera).

"A la hinchada de Boca le gustaba que tirara caños y firuletes. Yo los hacía para ellos".

El habilidoso exdelantero pocas veces dialogó con la prensa. Históricamente los que mejor juegan a la pelota prefieren hablar adentro de la cancha y no afuera. Y "Pierino" -apodado así por un niño prodigio italiano (Pierino Gamba) que dirigió la orquesta del Teatro Colón en 1945- no fue la excepción. Tímido, con el paso de los años, tal vez por nostalgia prefería no recordar su pasado de ídolo. Sin embargo, tras insistir, este periodista pudo "sacarle" algunas palabras en 2004 para la revista anual de los alumnos egresados del Instituto DeporTEA.

Por entonces, manejaba un taxi y tenía como un momento sagrado acudir cada domingo al Parque Camet para jugar al tenis fútbol y picados con amigos y otros grandes exfutbolistas como Norberto Eresuma. Dentro de un vehículo en la puerta de su casa en la calle Uruguay, "Pierino" González soltó: "a la hinchada le gustaba que tirara caños y firuletes. Yo los hacía para ellos". El idilio con los fanáticos de Boca Juniors fue inmediato. Verlo jugar era un espectáculo. Le pegaba a la pelota con los dos perfiles, y tenía una mágica habilidad que salía de lo común. Silvio Marzolini, ídolo "Xeneize" en la década del 60, declaró a la Agencia Télam, para reafirmar esto: "Fue mí primer gran ídolo. Recuerdo que en el '51 mi papá nos llevó a mí hermano y a mí a La Bombonera. Fue una partido contra Huracán y Herminio González tuvo una tarde inspirada. Vi cosas que nunca más pude observar y jugué 15 años en Primera. En una la levantó, con dos tacos, y se la pasó al marcador por arriba del marcador, creo que era "Cacho" Filgueiras. El estadio hervía, yo tenía apenas 11 años".

De su paso por Boca, González recordó en la nota a "Charro" Moreno: "Como jugador era Maradona, completo. Me aconsejaba mucho". Y destacó como compañero a Eliseo Víctor Mouriño, fallecido a los 34 años cuando el avión que trasladaba a su equipo Green Cross de Chile cayó en la Cordillera: "Sabía mucho de fútbol, hubiera sido un gran técnico".

El "no" al Barcelona en 1953

En diciembre de 1953 Boca inició una gira por Europa. Y allí "Pierino" González deslumbró a rivales y espectadores. En París, el "Xeneize" se impuso por 6 a 3 a un combinado de esa bella ciudad, en el Parque de los Príncipes. Boca se trasladó a Alemania para enfrentar a la Selección de Essen, en Düsselldorf y allí empató 2 a 2. Días después, el equipo viajó a Bélgica, donde venció al Austria de Viena por 3 a 1 y "Pierino" anotó el último gol. Cuatro días después, Boca volvió a Alemania y en Stuttgart empató 2 a 2 con Sankt Pauli. Para ir finalizando, en la navidad de 1953 el conjunto porteño se trasladó a Portugal para disputar un cuadrangular: el elenco de la Ribera goleó 4-0 al Sporting de Lisboa. Y el cierre fue en España: empate 2 a 2 con Atlético Madrid en cancha de los "Colchoneros". El marplatense anotó el 2 a 1. Ahí fue que causó el interés del Barcelona. Según crónicas de la época, el presidente "Xeneize" Juan Gil ya tenía vendido a Herminio González, pero el crack desechó la oferta porque eligió quedarse en el país con su familia.

Su habilidad extrema, también un problema

"Pierino" González tuvo algunos cortocircuitos con los entrenadores de la época producto de su excesivo individualismo. Era tan habilidoso, confiaba tanto en él, que muchas veces "hacía una de más". "Yo me divertía en la cancha. Me gustaba gambetear. En la primera jugaba como en el barrio", declaró a este periodista. Su amor por el fútbol era tal que una mañana previa a un partido con River, fue sorprendido en la esquina de una iglesia jugando con un grupo de niños. 

"Yo me divertía en la cancha. Me gustaba gambetear. En la primera jugaba como en el barrio".

Ernesto Lazzatti, gloria de Boca y director técnico suyo, lo retó en más de una ocasión. En 1954 el "Xeneize" cortó una racha de 10 años sin títulos y el delantero marplatense jugó solo tres partidos debido a una lesión. Por ese motivo, fue cedido en el 55 a Ferro. Pero volvió al club de sus amores para jugar hasta 1959. En ese lapso, le anotó un gol al Milan de Italia en La Bombonera (triunfo 3 a 2 en un amistoso) y el prestigioso periodista Dante Panzeri lo propuso para integrar la Selección argentina en el Mundial de Suecia 1958: "la delantera debe estar compuesta por Herminio González, Herminio González, Herminio González, Herminio González, Herminio González", soltó entonces el escriba. Una fractura en una de sus piernas lo privó de esa posibilidad. Profesionalmente, se retiró en 1970 jugando para Huracán.

En su retorno a Mar del Plata, jugó y dirigió en Quilmes. Allí vivió una particularidad especial: compartió equipo con su hijo Rubén, que fue arquero a los 20 años mientras su padre era el delantero. También pasó por Once Unidos y El Cañón hasta mediados de los setenta.

Un mago de la pelota que jugaba de verdad. Lejos de los flashes, su talento siguió derramándose por la ciudad. Hasta años atrás acudiendo al Parque Camet. Un tipo humilde, con una historia grande y que incluso podría haber llegado a mucho más. "Lo más lindo que me dejó el fútbol fueron los amigos y la hinchada, que coreaba mi nombre jugara bien o mal", contó. Pero para él fue suficiente. Pocos jugaron tanto tiempo en Boca y fueron idolatrados por el hincha.

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