Cultura, economía e identidad

Desde mediados de la década del cuarenta, del siglo pasado, surgió desde la Escuela de Frankfurt el término “Industria Cultural” (I.C.), que fue la manera en que los filósofos  Theodor Adorno y Max Horkheimer explicaban las transformaciones al acceso y transmisión de la cultura, que de la mano del avance tecnológico permite reproducir, almacenar y distribuir como mercancía, el hecho artístico, modificando su carácter tradicional de hecho irrepetible. 

En este sentido los filósofos criticaban el proceso de mercantilización de la cultura. Estas formas estandarizadas, de divulgación de la cultura llevan también a la pérdida de la visión crítica y despersonaliza. Adorno y Horkheimer veían imposible revertir el proceso porque los medios tecnológicos de transmisión en manos del capital van a sintetizar todo hecho cultural en una simple mercancía trivial, para la diversión.

El debate sobre la “Industria de la Cultura” fue ganando protagonismo, el avance de la tecnología le permitió a la I.C. copiar y reproducir indefinidamente convirtiéndose en un sistema que define comportamientos, mercados y se apodera de sus rentas.

Las rentas de la I.C. son más que significativas, en la Unión Europea representa en promedio el 10% de su PBI y que no fue ajena a esta realidad, es más, tomó medidas muy concretas. En el Tratado de Maastricht y su artículo 151 la UE establece claramente su relación con la Industrias Culturales y la cultura y va dirigido a que la UE apoye…“al florecimiento de las culturas de los Estados miembros, dentro del respeto de su diversidad nacional y regional, poniendo de relieve al mismo tiempo el patrimonio cultural común”…

Por su parte, el sociólogo Enrique Bustamante Ramírez plantea que: “el Estado, con su ayuda y apoyo a las industrias culturales, es el único capaz de mantener o garantizar la pluralidad de las ideas y consecuentemente, la democratización de la cultura, que además debe ser un servicio público, ya que con el sistema capitalista, la tendencia es producir una homogenización de la cultura”.

Esta breve introducción nos permite comprender la dimensión del tema, es una costumbre bien criolla que cuando hay que acomodar a alguien en un gabinete o en una comisión directiva y no hay espacios, se lo envía a Cultura

Es claro que en la temática de la política de la inmediatez, la cultura ocupa un espacio muy secundario, es más, tampoco aparece como una cuestión que encabece encuestas y en muchos casos se lo confunde con educación pública.

Sí, hay que reconocer que se han implementado en nuestra ciudad, algunas políticas interesantes pero enfocadas únicamente a la contención social de niños y jóvenes, lo cual es perfecto, pero lamentablemente se han interrumpido. 

Los programas culturales de contención y desarrollo de niños y jóvenes ya a esta altura deberían haber quedado afuera de toda discusión, deben ser ya políticas de Estado que no deberían quedar a merced de un simple cambio de administración, es más, el no tener resuelto el tema, pone en esta materia, a nuestra ciudad, en una situación de retraso ante el mundo.

Si no caminamos, mucho menos corremos, esta sería la definición correcta sobre las políticas culturales de nuestra Municipalidad.

Mientras el mundo puja por el control de la Industria de la Cultura, localmente se utilizan los cargos del área para conformar a socios políticos, amigos o parientes de los funcionarios que detentan el poder.

El Partido de General Pueyrredon, tiene una gran cantidad de recursos disponibles para dar la pelea en la Industria de la Cultura. Canales de TV de aire y cable, locales y privados y ahora uno perteneciente a la Unmdp, una enorme red de radiodifusoras en AM y FM, portales digitales. 

También tenemos una gran variedad de salas de todo tipo para representaciones y lo que es fundamental, Mar del Plata es una cantera inagotable de artistas de enorme jerarquía. También existe en nuestro país una especial atención sobre las cosas que pasan en Mar del Plata y ese enorme capital hay que encausarlo.

Mar del Plata cada año, atraviesa cada vez con más angustia sus inviernos y sin duda que las llaves de la ciudad de los doce meses, las tiene la Cultura.  Nuestra ciudad además de poder ofrecer paisajes e infraestructura turística, puede ofrecer lo que pocas ciudades del mundo tienen que es la experiencia real con el hecho artístico, experiencia que sumada a las características naturales de la ciudad, que la digitalización no puede replicar.

En este sentido se debe llevar desde la municipalidad con apoyo de la Provincia, un plan de fomento de las Artes Vivas y sus emprendedores que en la mayoría de los casos son lo mismo, con excepciones en el pago de tasas e impuestos provinciales como también reintegros de impuestos nacionales aplicados a servicios fundamentales para la actividad como electricidad y gas. 

Lo que el Estado pierda de ganar lo va a recuperar con creces, con la dinámica que imponga la Industria de la Cultura Local, también y en conjunto, se debe impulsar una promoción agresiva de las actividades y una decidida política de recuperación de la nocturnidad de calidad.

Se ha dicho como slogan, más de una vez, que lo mejor que tiene nuestra ciudad es la gente y de eso se trata, la Industria de la Cultura Local no solo beneficia a los artistas, puede ser la principal columna en que se apoye la actividad turística ensanchando de esta forma la oferta de empleo en la gastronomía, hotelería, comercio en general y porque no, en la creación de industrias afines y proveedoras de insumos.