Reencuentro con La viuda de los Van Gogh de Camilo Sánchez

La viuda de los Van Gogh (Edhasa  2012) nos mete de lleno en el cómo la obra de Vincent Van Gogh llega a ser lo que es hoy. Vale el reencuentro con esta novela de Camilo Sánchez, mezcla de crónica periodística con nouvelle en lenguaje poético.

3 de Noviembre de 2018 14:09

“Una sombra pesada, en cada peldaño de la escalera, fue el anuncio: Théo Van Gogh entró con el fantasma de la muerte pisándole los zapatos. Johanna lo miró. En tres días había envejecido diez años. Casi no reparó en su esposa y apenas si saludó al niño. Con una parsimonia extrema, colocó bajo la cama los últimos trabajos de su hermano, una serie de rollos con lienzos de pintura aún reciente. Después, en el baúl de roble de las cartas, dejó una última que Vincent Van Gogh tenía entre sus ropas cuando se pegó el balazo y se acostó a dormir”

Así comienza La viuda de los Van Gogh de Camilo Sánchez. Extraña y fascinante nouvelle que combina las crónicas de la época con el pensar diario y las cartas que escribía Vincent Van Gogh, desnudando su espíritu y su poética. La viuda de los Van Gogh es una imagen tan potente que uno logra transitar lo que viven los protagonistas, o mejor dicho lo que vive la protagonista, pero también logra envejecer con Théo, sentir el maldito disparo y dormir el sueño del artista.

Pero la historia tiene un interés particular, especial. Se trata de Johanna Van Gogh Bonger, viuda de Théo, con 28 años y un hijo, quien irrumpe en la correspondencia que llevaron los hermanos y descubre no solo a quien tenía a su lado, sino también a un artista que, destinado al olvido, gracias a ella se convierte en universal.

Si fue casualidad o causalidad, ya no importa. Sánchez nos hace partícipe de la vida de Johanna. Su intención es claramente contar los días de quien fuera la depositaria  de la obra de Van Gogh. Vale mencionar acá que Vincent sólo vendió dos cuadros durante su vida y algunas fuentes aseguran que solo existen dos archivos con opiniones favorables a la obra durante esos años, pero a Johanna le llevaría dos años y medio para convertir a aquel ausente en un mito artístico y su propia vida en una épica de la reconstrucción y la supervivencia.

 

Hoy, el que nos conmueva una pintura de Van Gogh por razones emotivas o intelectuales, queda debajo de las peripecias que ella debió afrontar. Por ella, Van Gogh se ha hecho uno con muchos de nosotros.

Vincet Van Gogh se suicida en julio de 1890 y seis meses después Théo, su hermano, tras una larga agonía marcada por el duelo y también algo de locura, fallece. Ahí, justo en ese momento, aparece Johanna al encuentro y a dar sentido al microcosmos Van Gogh. Darle el lugar al artista para que deje de ser pura ausencia.

Pero ¿Qué produjo el cambio? ¿Qué vio ella para que necesitara demostrar al mundo quién fue Van Gogh?

No es una historia de esas que se desarrollan como si nada. Por el contrario, si bien es de aquellas que pueden leerse de un tirón, permanentemente te involucra en una misma realidad de palabras bien elegidas que dan forma a esas experiencias sin clausuras. El Sánchez poeta interviene aquí,  permanente, para entrar y salir de la historia jugando con el lenguaje, para descifrar las líneas de la historia sin contaminarla y así poder cada uno encontrar en el texto lo que busca, lo que desea o lo que ha perdido.

Johanna era la única que podía darle forma a la historia. Era la única que podía tomar la distancia necesaria de la obra de Vincent y de la relación que mantenían entre hermanos, o sea, de toda esa intensidad que los envolvía para así descifrar aquellos hilos secretos que a lo largo del tiempo a más de uno lo interpelaron.

Hay un instante que marca el quiebre de la historia. Un instante que convierte a Johanna en aquel personaje que pesa aún más que el propio artista, aún más que la propia obra. Y es ese instante donde ella intenta comprender, entender y hasta recrear la relación entre ambos hermanos, el sentimiento y aquello visceral que los unía. Así es que la historia, el contexto y el vínculo entre ellos es lo que la obliga a “convidar” la obra, el espíritu de Vincent Van Gogh a todos.

El entorno en el que se desarrolla la historia merece una lectura aparte. En el trajín de la narración nos cruzamos con una París que ya enamoraba, así como un contexto social y laboral que pedía soluciones  urgentes, el primer auto a motor y la sorpresa de muchos, los primero albores del feminismo y las primeras huelgas llevadas adelante reclamando el descanso dominical. El gran logro de Camilo Sánchez es poder contar todo esto como si fueran las primeras crónicas de la época, logra verlo y trasmitirlo como si se viera por primera vez. (Dicen algunas versiones que él pasó las vacaciones de dos años en el archivo de La prensa, anotando y leyendo todo lo referido a aquella época)

La viuda de los Van Gogh, híbrido de crónica periodística, libro de arte, novela y prosa poética, nos ofrece un espejo de Vincent Van Gogh iluminado por su cuñada Johanna Van Gogh Bonger. Una historia que no solo descifra parte de una época, sino también que extiende un horizonte de percepción sobre nuestra mirada de los cuadros de Vincent Van Gogh o de la lectura de sus cartas, donde uno no solo encuentra al Ser humano, sino también a aquel gran escritor que fue y a toda su poética.