Las otras verdades, lo nuevo de Laura Miranda

“A veces, la vida tiene otros planes y hay que dejarlos ser”, sostiene Laura Miranda. La frase es cimiento de su última novela, pero también de cómo la autora marplatense encara su vida diaria.

24 de Octubre de 2021 09:30

Sus textos tienen muchas voces. También cuentan con historias de vida, pero no solo la de los protagonistas. Las de la propia autora, así como la de aquellos que las inspiraron, saltan y se presentan a la hora de la lectura.

Laura G. Miranda presenta su nueva novela: Las otras verdades (V&R Editoras – 2021). Una historia de decisiones fuertes y de temas actuales. De búsquedas y de los juegos de la vida. “En mi vida adulta hubo un hecho muy significativo que fue la muerte de una amiga en dos meses. Esto me hizo conectar con la finitud. Bueno, no era una finitud que fuera ley de vida, no era un padre,  una persona mayor, sino que era un par. Y esto te coloca dentro de una gran disyuntiva: vivir en el ahora y disfrutarlo como una misión, como un propósito, para que todo tenga un sentido, o caer en la trampa del tiempo, que es el ayer o es el plan de mañana. Y me di cuenta de que no somos los dueños del tiempo. Y vi que tampoco tenía mucho sentido planear a largo plazo. De hecho, la pandemia después me dio la razón, pero esto fue antes” arranca diciendo la autora sobre este material, aunque podría colocarse ante muchas de sus novelas.

Pero ¿todo es tiempo o nosotros somos tiempo? ¿Qué hay detrás de las decisiones de cada uno de los seres humanos que proyectan su propio mundo? ¿Y el de los demás? Los argumentos abundan. Cada uno de ellos se piensa desde lo práctico, desde el día a día en los textos de Laura Miranda. Ella agrega, “La vida tiene otros planes y hay que dejarlos ser. Lo que no significa que sean buenos ni malos, sino que son otros, nada más que eso. Pero los seres humanos tenemos la particularidad de creer que sabemos qué es lo bueno  para nosotros y para el otro. Y la verdad es que no es así. Nosotros suponemos que ese algo es lo mejor que nos puede pasar y entonces nos aferramos a eso en lo que creemos (llamalo religión, Dios, universo, energía, amor propio, confianza). A veces las cosas nos suceden porque hay un plan previsto para nosotros y a veces no es lo que creemos.

-¿Esto implica un pensamiento positivo sobre todo?  Porque el dolor existe…

 - Por supuesto. No creo en la felicidad absoluta ni en el positivismo absoluto. La vida es la convivencia de ambas cosas. El secreto es el equilibrio, aprender a convivir y a no sentirse mal cuando una disfruta en un contexto triste o cuando una lamenta algo en un momento alegre. Estamos hechos de todo eso, ¿no? Yo me considero una persona positiva, no optimista, porque eso es otra cosa. El optimista piensa que todo va a cambiar, yo no. Creo que hay cosas que no van a cambiar o que van a llevar mucho tiempo, pero sí creo que uno puede quedarse con lo mejor de lo peor y en eso sí radica mi carácter positivo.

-Pasemos a Las otras verdades. Es un título fuerte desde la convivencia y desde el lugar que le damos al otro en nuestras vidas. 

- Tiene directa relación con lo que decíamos. No hay una sola verdad sobre ningún tema. Hay tantas verdades como personas dispuestas a descubrirlas, y en la medida en que nos gobernara la empatía, uno viviría mejor. La temática del libro aborda un tema muy puntual y muy amplio, como es la maternidad. Y hay otras verdades sobre  la maternidad, siempre hay otra mirada sobre las cosas. Hasta en tus convicciones más firmes, si cambiás la perspectiva, le ves aristas que antes no habías visto. 

La historia cruza el tema de la maternidad por elección. Según la propia autora, uno de los temas que necesita visibilización por estos días, ya que muchos jóvenes se lo están replanteando. Un nuevo paradigma que, en la novela, se cuenta desde Isabella que debe enfrentar el deseo de su pareja de tener un hijo, cuando ella no. Pero también aparece el trazo del  “después” en el amor. Es decir, ¿qué pasa en una pareja que ya está consolidada y cuando el amor ya está fuera de discusión? “Me parecía que era un tema que necesita visibilización. Cuando una mujer dice que está embaraza todos la felicitan y se alegran, y está bien que así sea,  no hay ningún juicio de valor sobre eso porque hay como un mandato instalado. Pero cuando otra dice que no quiere tener hijos, que no le gustaría tener hijos o que no le gustaría verse criándolos, hay un cuestionamiento y un prejuicio que, como barato, te dicen  “Eso decís ahora”. Como si no fuera posible que alguien mantuviera una convicción de esa naturaleza para siempre”, cuenta Miranda.

-Ahora, el conflicto no puede resolverse por la mitad. Una postura debe aparecer…

- Claro, o lo tenés o no, o sigue la pareja o no, y busco una resolución sobre la idea de que las cosas en que uno cree no se traicionan (que es lo que yo creo, por otro lado). Es decir, si yo planteo una mujer que al principio dice no quiero, no puedo después por arte de magia hacerle decir que sí quiere porque se dejó convencer. Pero la resolución tiene que ver con esto, con que no se traicionan las convicciones y con que la vida a veces tiene otros planes  y hay que dejarlos  ser. Un poco moverse del conflicto y mirar desde otro lado. Pude resolverlo sin traicionar a ninguno, con un mensaje esperanzador y respetando y priorizando todas estas cosas en las que creo. La verosimilitud era una condición importante para darle una resolución al tema.

-Hay una tendencia en tus últimos libros de buscar trasladar el sentimiento de los personajes a lectores y lectoras, pero no solo para empatizar sino también para lograr una interpelación en cada uno de ellos.

- Yo busco eso, es mi propósito. Vaciar el sentimiento y encontrar la palabra justa y exacta para enviarle a la gente y así lograr que se reflexione y se viva mejor. La misión primera de todas mis novelas es que el que lee, viva mejor. Lo disfrute y se haga preguntas que antes no se había hecho o encuentre respuestas que andaba buscando.

En las últimas novelas de Miranda, uno no encontrará descripciones físicas de los personajes. A la autora le importa que los personajes valgan por lo que hacen, por lo que dicen, por lo que sienten o temen, y no tanto por algunas condiciones o particularidades físicas.

Laura Miranda sostiene firmemente, “Tengo la bandera del vivir aquí y ahora, y hacer lo que tengamos ganas de hacer. Si para eso hay que romper un mandato o aceptarlo, bueno, cada uno sabe para dónde va. Cada vida es un camino diferente, pero yo soy abanderada de buscar la plenitud y el disfrute porque no somos dueños del tiempo”

-Para encarar una forma de vida así, ¿uno necesita haber tenido ya experiencias de vida, de pérdidas,  o personas muy jóvenes se dan cuenta de esto y lo asimilan?

- Es una buena pregunta. Yo creo que cualquiera puede entrenarse para vivir y cuanto más joven empiecen, mejor. Sin dudas que la experiencia te va curtiendo en la convicción sobre estas cosas.

-Has logrado un reconocimiento internacional por tus novelas. En esos otros países, ¿las lecturas que hacen son distintas a las que hacemos acá?

- Leen diferente, pero la línea que reconocen y buscan es la misma. Los sentimientos, la empatía,  las emociones, el creer, la verosimilitud en el relato y el ver que cualquiera puede ser el protagonista de mis libros, que a cualquiera de nosotros nos puede pasar esto que cuento. Se busca lo simbólico y lo superador es clave.

- Partiendo de eso superador que es clave ¿cómo vivís el día a día? ¿te preocupa hacia donde marcha el mundo?

- Me preocupa, pero no puedo hacer más que lo que hago. Y creo que cada vez hay más personas que se involucran con el ahora, pero no puedo decirte si son más que las que no. Tampoco me importa mucho, es decir uno pone a la vista los recursos en los que cree. Nadie tiene el don de resolver lo que al mundo le pasa mal, no una sola persona al menos. Pero sí creo que si cada uno de nosotros cumple con su parte, lograremos que se mejore este mundo en crisis.

Lo del día a día puede convertirse en algo paradójico, o bien, en algo novedoso para ser contado. Finalmente se trata de eso: de contarnos. De narrar esas historias que nos hacen y que, de alguna manera, uno comparte para que entre muchos se logre salir mejor de cualquier crisis.