Es hora de terminar con los concursos de belleza

La realización de una nueva edición de la Reina Nacional del Mar en la ciudad de Mar del Plata, abre nuevamente el debate alrededor de los denominados “Concursos de belleza”, un tema que pensamos que habíamos saldado en un contexto en el que las mujeres hemos logrado instalar en la agenda pública la oposición a este tipo de trato.

Estos certámenes son una representación tanto física como simbólica del lugar que algunos sectores de la sociedad aún quieren dar a las mujeres tratándonos como objetos, reproduciendo distintos tipos de violencia en las que se busca un estereotipo físico y se las somete a la elección de un jurado generalmente integrado por varones o mujeres con una mentalidad arcaica y machista.

Esto es, sin lugar a dudas, el ejercicio más explícito de un tipo de violencia simbólica que está definida por nuestra legislación nacional e impacta cotidianamente sobre mujeres, niñas y personas con elecciones sexuales propias, discriminándolas y condenándolas a la exclusión, el sufrimiento y la injusticia por la privación de sus derechos como personas.

Es el Estado, desde todas sus áreas y en particular desde la legislación, quien debe definir cuáles serán las normas que faciliten la convivencia, mejoren las relaciones sociales y desalienten o impidan que cualquier forma de violencia se desarrolle, por más velada o poco impactante que parezca.

¿Pueden surgir alternativas que reemplacen estos eventos que a esta altura resultan anacrónicos? En la localidad de Chivilcoy se ordenó el cese de los concursos de belleza con patrocinio oficial. En la ciudad de Viedma los concursos de belleza fueron prohibidos. En Gualeguaychú ya no se eligen reinas sino Representantes Culturales. Existen varias iniciativas similares presentadas tanto a nivel municipal como provincial en todo el país.

En el año 2014 presenté el proyecto para establecer la figura de Embajadores Culturales pero perdió estado parlamentario debido a la falta de tratamiento. En el 2016 se reimpulsó la iniciativa y nuevamente quedó archivada en la Legislatura bonaerense.

Este año, por tercera vez, insistimos con la presentación del proyecto que establece que las condiciones para la selección de los o las aspirantes en ningún caso contengan aspectos discriminatorios basados en su género, etnia, tipo físico, estado civil, edad o etapa vital, entre otros, y contemplamos la participación de todos los integrantes de la comunidad que se destaquen en diferentes ramas de la cultura y el arte.

Recientemente, la iniciativa ha sido debatida y aprobada por la Comisión de Asuntos Culturales de la Cámara de Diputados y anhelamos –y trabajaremos por ello- que en el próximo período legislativo avance su tratamiento.

Creemos que estos concursos han demostrado ser poco respetuosos de los derechos de sus participantes y que además tienen origen en posiciones inequitativas, discriminatorias y violentas para las mujeres y las niñas.

Es hora que la provincia de Buenos Aires se haga eco del cambio cultural que requerimos porque el Estado, desde todas sus áreas y en particular desde la legislación, debe desalentar e impedir que cualquier forma de violencia se desarrolle, por más velada o poco impactante que parezca. Las mujeres ya no toleramos que nos “premien” o discriminen por nuestras apariencias físicas. Esa forma de etiquetarnos no representa nuestro presente y menos el futuro que queremos para nuestras hijas e hijos. Por eso, hay que terminar con este tipo de certámenes.