La policía asesinada temía por su vida: “No me puedo ir del país por un enfermo como este”

Con esas palabras, Gisel Varela le contó al encargado del edificio donde residía, su preocupación por el acoso de su expareja. Luego de haberla golpeado en agosto pasado, todos sus vecinos estaban en alerta. “La tratamos de proteger lo mejor que se pudo”.

8 de Enero de 2019 14:27

Por Redacción 0223

PARA 0223

Juan Carlos, el encargado del edificio de Alberti al 1550 donde vivía desde hace un año Gisel Varela, la policía que fue asesinada a balazos esta mañana en la esquina de Las Heras y Alberti, relató cómo fue la pesadilla que vivió la mujer en los últimos meses, antes del brutal desenlace, que terminó con la detención del homicida en Miramar.

“Este hombre estaba obsesionado, no entraba en sus cabales. Tenía una orden restricción y yo lo saqué 5 veces del interior del edificio: el miércoles lo eché a las 21.40 y el jueves lo vi afuera medio escondido a las 2230, queriendo entrar al edificio. El 7 u 8 de agosto la golpeó mal y luego que dimos aviso al 911,  la policía lo tuvo que sacar. Me quedé ese día hasta 6 de la mañana acá en la puerta del edificio para vigilar que no vuelva”, recordó el hombre en diálogo con Crónica Tv.

Todavía con dolor por lo ocurrido, que “fue una crónica de una muerte anunciada”, el encargado sostuvo que entre los propietarios “tenemos un dolor muy grande porque acá en el edificio la tratamos de proteger lo mejor que se pudo. El tipo espero su oportunidad y lo hizo afuera”.

“Gisel era un mujer con dos obsesiones, el trabajo y su hija. Cuando tenía franco salía con su hija a la playa o a caminar. La llevaba al colegio, la iba a buscar. O salían en bicicleta. Ella vivía para su trabajo y su hija. Era una excelente persona”.

El acoso que la víctima sentía de parte de Sergio Cejas se mantuvo hasta las últimas horas previas al asesinato. Hace unos días un patrullero a una cuadra del lugar de trabajo lo detuvo en la vía pública: “Le hicieron una notificación porque otra cosa no podía hacerse”.

“El domingo a la tarde noche chateamos y le decía que su vida corría peligro. Y ella me dijo: `Yo no me puedo ir del país como un enfermo como este, lo manejaré como pueda o sino me ire a vivir con mis padres a Santa Clara´. Pero lamentablemente no llegó a hacerlo”.