El histórico fin de semana del 12 de octubre y las nuevas formas de turismo

El fin de semana largo del 12 de octubre, históricamente, fue considerado en Mar del Plata una fecha clave por dos motivos: Por la cantidad de turistas que recibía la ciudad en esos días, que superaba la media del año, y principalmente, porque se tomaba como “el termómetro” de lo que sería la siguiente temporada de verano. Si ese fin de semana funcionaba bien, se suponía que nos preparábamos para una temporada exitosa, y si funcionaba mal, asumíamos que la actividad turística de ese verano no sería muy fuerte.

Hoy, esta fecha sigue estando en el imaginario común como ese medidor para la temporada y como un momento de gran trascendencia turística, pero es un ejemplo claro de la forma en la que las transformaciones culturales están impactando -al igual que en todos los fenómenos que están definidos por prácticas sociales- en los modos de hacer turismo.

 

 

Repasemos: ¿qué era lo que convertía al 12 de octubre en un fin de semana largo de esas características? Fundamentalmente, que quienes planificaban veranear en Mar del Plata, solían venir esos días a evaluar precios, buscar alojamiento, contratar balneario, planear actividades. Y esa dinámica estaba justificada por tres factores que hoy se han transformado por completo: El primero es que los turistas se instalaban por períodos mucho más largos de tiempo -venían por quincena, por mes, o incluso por temporada entera-, lo que demandaba una cuota de organización. El segundo es que se trataba del último fin de semana largo previo al verano, hecho que se modificó en 2010 cuando se promovió el feriado del 20 de noviembre por el Día de la Soberanía Nacional. Y el tercero y más importante, es que la planificación de la experiencia no estaba al alcance de la mano desde cualquier lugar, como lo está hoy, sino que había que acercarse hasta la ciudad y resolverlo en persona.

 

Los cambios culturales, principalmente los relacionados a las nuevas tecnologías y a todo lo que se ha generado a partir de ellas, están reconfigurando permanentemente los escenarios. Y el impacto en el desarrollo de la actividad turística en este fin de semana en particular en Mar del Plata, es palpable. Si miramos las estadísticas de todos los fines de semana largos durante los últimos ocho años, este solamente representa anualmente entre el 6% y el 12% del total de arribos a la ciudad. Si sumamos todas las llegadas en fines de semana largos entre 2011 y 2018 y hacemos un ranking, el 12 de octubre queda recién en cuarto lugar. Y de hecho, si ponemos la cantidad de arribos de ese fin de semana en comparación con el movimiento de todo el año, no llega a representar el 2%.

Ahora, entre 2011 y 2018 la situación económica del país y el nivel medio de poder adquisitivo se modificaron mucho, y sin embargo, vemos que el movimiento turístico interanual no mostró variaciones significativas. Pero sí vemos cambios reales cuando las transformaciones que marcan los períodos son culturales y sociales. ¿Qué significa esto? Que no alcanza con pensar al turismo en la ciudad o planificar y gestionar las políticas turísticas estudiando solamente los factores meramente económicos, que además, dejan a la ciudad en un lugar muy pasivo y de muy poca capacidad de acción ante su propia construcción.

 

Las formas de hacer turismo, las expectativas de los turistas cuando llegan a una ciudad, la relación entre las ciudades y quienes las visitan, se están transformando en todo el mundo. Mar del Plata tiene el desafío y la oportunidad de construir nuevas estrategias acordes a esos cambios sociales y culturales, que nos permitan fortalecer y potenciar al turismo como un factor de desarrollo clave. Para eso es indispensable rever algunos paradigmas y que logremos interpretar y trabajar desde los factores que definen la práctica: Las nuevas herramientas, el uso de las tecnologías, la aceleración de los tiempos, el fácil alcance de la diversidad de ofertas, la apertura del acceso a un conocimiento sobre los distintos lugares de todo el mundo, y la transformación de las idiosincrasias locales vinculada a todos esos factores.

La ciudad se merece que trabajemos en una planificación más acorde a las posibilidades que ofrecen los nuevos tiempos, y que pensemos una gestión del turismo local con un poco más de contenido, un poco más de experiencia, y un poco más de protagonismo de los y las marplatenses en nuestra propia construcción de futuro.

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