Por qué leer "El Hambre": el libro que despertó la "vergüenza" de Alberto Fernández

"¿Cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?”, es la pregunta con la que insiste Martín Caparrós, al reflexionar sobre la problemática con la que eligió convivir Argentina y el resto del mundo. 

8 de Octubre de 2019 08:53

“Estando en España, en Madrid, me pidió una audiencia Martín Caparrós y vino con un librito de él que se llama El Hambre. Me explicó lo que decía el libro y me hizo una pregunta; gracias a Dios que me la hizo: ¿Por qué la Argentina, con todo el potencial de producción de alimentos que tiene, no se pone de pie para terminar con el hambre? La verdad que el libro me lo devoré. Es un libro que, a medida que uno lo lee, sólo siente vergüenza".

La breve y acertada reseña nace del discurso que brindó este lunes en la Facultad de Agronomía y Veterinaria el candidato a presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández, al anticipar los lineamientos principales de su ambicioso plan llamado  “Argentina contra el Hambre” con el que busca combatir el flagelo que azota al 35,4% de los argentinos, según las últimas cifras que reveló el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

Y sí, puede ser "vergüenza", como lo llamó Fernández, o puede ser también indignación, incomodidad, conmoción, estupor o angustia, la sensación que queda después de finalizar las 605 páginas de la obra que publicó el escritor argentino hace cinco años. No importa el nombre: lo que queda claro es que la contundencia de su trabajo provoca una desestabilización interna en el lector; inexorablemente tiende a encender un fuerte motor de consciencia sobre la problemática con la que eligió convivir Argentina y el mundo a lo largo de su historia.

Es que, antes que una investigación, una crónica o un ensayo, el libro de Martín Caparrós debe ser comprendido y leído como denuncia. Y no es una denuncia que solamente señala con el dedo a la industria que vive y se enriquece de la pobreza, al poder económico que profundiza las desigualdades, a la dirigencia política que lo permite, sino que acusa e interpela a cada ciudadano común, que por su inacción, y quizás ingenuidad, se vuelve otro cómplice del entramado funesto que se reconstruye y retroalimenta.

"¿Cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?”, es la pregunta que se hace el autor de Amor y anarquía, mientras describe en primera persona, y con una pluma prodigiosa, las miserias escalofriantes pero naturalizadas en el devenir diario que encuentra en distintas partes de la India, Bangladesh, Túnez, Níger, Kenia, Sudán, Madagascar, Estados Unidos, España y hasta la propia Argentina, a la que enmarca en esa parte geográfica que llama "OtroMundo".

En el caso nacional, Caparrós narra la cruda realidad de las personas que subsisten de la basura y condena también el "clientelismo político" que reconoce tanto en el accionar del Estado como en algunas organizaciones sociales. "Argentina es un caso particular de la pregunta del billón: ¿Cómo conseguimos convencernos, después de haber vivido en un país de relativa inclusión y homogeneidad social, de qué era normal que tantos ciudadanos se quedaran sin ninguna opción de vida digna?", apunta, en otra de sus reflexiones.

El periodista traza un análisis lapidario de las políticas implementadas por el Gobierno de Cristina Kirchner en pos de combatir la pobreza y cuestiona puntualmente el efecto social de la Asignación Universal por Hijo (AUH): "La asistencia es una forma de mantener esa pobreza en el tiempo, de no producir las condiciones necesarias para que esas personas asistidas empiecen o vuelvan a valerse por sí mismas. La asistencia consigue que los pobres sigan siendo pobres y dependan brutalmente de quienes los asisten".

En este sentido, el escritor, que en otro tramo también se da el lujo de derribar los postulados de la Madre Teresa de Calcuta, concluye que "los países ricos hacen en África lo mismo que el Estado argentino en Argentina" porque "les dan a los que sobran el mínimo necesario para que sobrevivan". "Un sistema no puede desperdiciar tan tontamente sus recursos. Si no aprende a utilizarlos - o, en su defecto, si no los elimina - está en problemas graves", sostiene.

A El Hambre tampoco le faltan datos de las Naciones Unidas y otras organizaciones como para solventar, sustentar y enriquecer los análisis agudos con los que acribilla sus páginas. Pero el gesto que le merece a Caparrós el mayor reconocimiento por semejante obra tiene que ver, sin dudas, con la sensibilidad y la singular capacidad de abrir y hacer abrir los ojos; de dar verdadera dimensión a una problemática tan cercana y con consecuencias totalmente trágicas para el presente y el futuro de una innumerable cantidad de familias. Por eso resulta indispensable su lectura.

Quizás, las preguntas que se formulan en las primeras páginas del libro sirvan como reflejo más contundente de este reclamo de consciencia: "Usted, lector amable, tan bienintencionado, un poco olvidadizo, ¿se imagina lo que es no saber si va a poder comer mañana? Y, más: ¿se imagina cómo es una vida hecha de días y más días sin saber si va a poder comer mañana? ¿Una vida que consiste sobre todo en esa incertidumbre, en la zozobra de esa incertidumbre y el esfuerzo de imaginar cómo paliarla, en no poder pensar en casi nada más porque todo pensamiento se tiñe de esa falta? ¿Una vida tan restringida, tan cortita, tan dolorosa a veces, tan peleada?".