La adoración de los Reyes Magos de Mujica Lainez y eso necesario para vivir

Muchos escritores han dedicado varias de sus obras a la Navidad. Desde el clásico Dickens, pasando por Capote, Tolstoi y hasta llegar a nuestro Manuel Mujica Lainez. En Misteriosa Buenos Aires, Lainez suma una adoración a los Reyes Magos, inspirado en Rubens, donde busca dejar algo del sentido de vivir. 

22 de Diciembre de 2019 08:54

Esta narración da cuenta del talento de Manuel Mujica Lainez. En él podemos, como a lo largo de su obra toda, detectar cómo recorre las huellas dejadas por el realismo mágico, la fantasía y el misterio. Busca, necesariamente, la complicidad del lector para dar rienda suelta al disfrute del acto de leer. Quizás se lo contaron o quizás lo vivió o, mejor, todo surgió de su capacidad enorme de crear historias que van armando un mapa cronológico y geográfico en aquellos que llegamos a él.

Misteriosa Buenos Aires (Sudamericana- 1951) es una obra que recupera las experiencias históricas en forma de experiencias literarias. Casi la totalidad de sus textos tienen una intensidad similar a la de la vida real. Pero hay que encontrarla sin buscarla, que ella te sorprenda y te deje una marca de lo sensible.

Dada la fecha del año en que aparece esta columna, me detendré en un cuento de dicho libro, La adoración de los reyes magos.

El texto está fechado en 1822 y su argumento es sencillo. Cristóbal, un adolescente sordomudo que limpia el altar de la iglesia de San Juan Bautista, es el único testigo de un milagro. Él disfruta al ver un tapiz que representa la Epifanía del 5 de enero pintado por Rubens, hasta que un día disfruta y se emociona al oír y ver la animación de dicho tapiz.

Él, pequeño y pobre sordomudo, presencia el milagro de la vida en los personajes representados. Y no solo eso, sino que también él, junto a los Reyes Magos, es parte de la entrega de ofrendas al recién nacido. Es así que Cristóbal, afirmándose en su riqueza de alma, deja su regalo. Deja el pequeño plumero que utiliza para su trabajo en la iglesia.

Mujica Lainez logra el clima necesario para el milagro. Ese milagro que sólo sabrá el lector y el protagonista, ya que a nadie podrá contárselo por su mudez y su analfabetismo. Mujica Lainez logra exponer aquello no dicho que significa esa Epifanía, la del 5 de enero, para muchos chicos y para muchos grandes también, o mejor para aquellos chicos que llevan muchos grandes en su interior.

Las descripciones de la adoración, así como los colores y la sensación de Cristóbal de sentirlo en sus movimientos, solo se ven opacadas por la presencia del Niño. Todo y todos participan de la ceremonia, todos lo viven en emoción hasta que “los murmullos cesan, como si el mundo hubiese muerto súbitamente”.

Lejos queda si los tres reyes con sus nombres aparecen en las escrituras o si la estrella de Belén era o no el cometa Halley. En la fabulación artística de Manuel Mujica Lainez solo  importa la razón de seguir estando en esa realidad, mezcla de nostalgia, felicidad y desengaño, que no se puede explicar muy bien pero que marca el ritmo de la vida y su sentir.