Colgados del lenguaje de Osvaldo Picardo o ¿cuánto de lenguaje poético hay en la ciencia?

Osvaldo Picardo presentó, recientemente, Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias. Pero ¿Qué tiene un poeta para decir sobre las ciencias? O ¿Qué puede decir un científico de la poesía? Dos preguntas disparadoras de un ensayo editado por Baltasara Editora, que refleja aquellos préstamos  del lenguaje que se hacen la poesía y las ciencias.

7 de Abril de 2019 13:15

Una de las primeras novelas de ciencia ficción que leí fue Contacto,  del astrónomo y divulgador Carl Sagan. Fue publicada en 1985 y adaptada al cine en 1997 por Robert Zemeckis, con Jodie Foster como protagonista. Pasó mucho tiempo ya de aquella lectura, es más, ya ha pasado bastante tiempo también de la película. Pero recuerdo de ella una escena en particular, la cual no sé si está en la novela original. Se trata de una de las escenas que se dan en el viaje interestelar que realiza la protagonista, Eleanor «Ellie» Arroway, donde al llegar a su destino, se ve admirada por las imágenes que está viendo y compara a aquello con una poesía. En esa instancia, esta científica dura, manifiesta abiertamente que deberían haber enviado a un poeta más que a un científico, para poder contar aquello.

Nunca pude desprenderme de aquella sentencia. Y vino nuevamente a mí al leer el último libro de Osvaldo Picardo, Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias (Baltasara Editora, 2019). En él, el poeta marplatense se da a la tarea de analizar y comentar aquellos préstamos, dentro del lenguaje, que se hacen la poesía y las ciencias.

Según el propio autor, se trata de  un interés que aparece en su época de estudiante secundario, lo cual pone al texto como un homenaje,  también, a “aquellos profesores de biología, química y física que tuve en el colegio secundario y a los cuales no les presté la atención necesaria y ahora, cuando la vida repite sus ciclos y me pone al alcance algunos conceptos que aprendí en aquella época y los vuelvo a recordar y veo la belleza que tenían sus palabras”.

Pero si uno recapacita en aquellas instancias del nivel Secundario, puede pensar en cuánto ha ayudado a esa distinción tan firme del lenguaje poético y el de las ciencias la separación por orientaciones que se producen en dicha instancia de aprendizaje. Picardo propone rápidamente que “Ese es uno de los problemas que atacamos en este trabajo, o sea, ese divorcio aparente que se da entre las ciencias exactas y las ciencias humanas o sociales. El gran tópico de las dos grandes culturas, que es un debate que se inicia en el siglo 19 y se va a continuar a lo largo del 20 y que va a traer aparejado estas escisiones escolares y pedagógicas. Creo que es una gran equivocación poner a los chicos a esa edad a elegir algo que todavía no conocen y ya les imponen una división que ni siquiera se puede discutir ni poner en cuestión”.

-¿Uno puede plantear cuánta verdad hay en una poesía?

-Cuanta verdad y cuanta mentira puede haber en la poesía se puede plantear, es decir dentro de la ficción todo se puede plantear. De todas formas podemos decir que hay una dosis mayor de autenticidad, llamémosla así, que en la novela o ficción novelística. Pero lo que hay que plantearse es la relación que existe desde hace muchos años entre “ciencias” y “poesía” (yo siempre pluralizo “ciencias” porque no se trata de una sola ciencia) que se ha dado de diferentes formas a lo largo de los siglos, desde los fragmentos presocráticos escritos en hexámetros griegos, pasando por el poeta Lucrecio hasta llegar a nuestros días con poetas y científicos como el premio Nobel de química, Roald Hoffmann, quien es también poeta y publicó un libro que se llama Catalista, un lindo poemario donde la mayoría de los textos aluden directamente al mundo de la ciencia.

Y así, se pueden poner muchos otros ejemplos del otro lado también, es decir, ya no de científicos que escriben como poetas, sino de poetas que escriben sobre la ciencia. Por ejemplo,  Francisco Brines , poeta español que habla sobre la física de la muerte, o el argentino Andrés Neuman,  que se refiere a la pequeña matemática de amarnos y hasta el chileno Gonzalo Rojas, a quien se le debe el nombre del libro, Colgados del lenguaje, y que habla de Hipotenusa carnal como imagen de la armonía amorosa, entre otros.

En algún momento de la historia, las conocidas vanguardias literarias plantearon lo que se conoció como Futurismo. Este intentó, desde sus manifiestos, romper con los valores estéticos del pasado reivindicando el futuro y con él la era de la técnica moderna, la velocidad, la violencia y las máquinas. Es decir, la ciencia y la técnica ya como un tópico de la poesía. Quien redactó el manifiesto de esta corriente fue el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti. “Ese futurismo que luego devendrá en un futurismo fascista y desde donde se decía que era tan hermosa La Victoria de Samotracia como un coche, o  la velocidad que se imponían de las máquinas”, sostiene Picardo, agregando que “Rubén Darío les respondía diciéndoles que tendrían que haber leído a Píndaro mucho antes para darse cuenta que lo que estaba diciendo no era ninguna novedad”.

Jorge Luis Borges, en su libro Arte poética, le dedica uno de los apartados (en realidad son conferencias desgrabadas) a la metáfora. Según él, las metáforas estimulan la imaginación. Pero agrega que,  cuando algo solo es dicho o -mejor todavía- sugerido, nuestra imaginación lo recibe con una especie de hospitalidad. Y remata diciendo, “La metáfora es la unión de dos cosas distintas, pero estamos dispuestos a aceptarlo”. Pensándolo en los parámetros de Borges, podríamos decir que la metáfora también es una forma de conocimiento. Por consiguiente, las metáforas, así como las analogías, cuentan con una importancia  relevante a la hora de referirse a temas científicos y explicar lo que no se sabe, así como para los poetas para ejemplificar las ciencias. Picardo subraya la idea de importancia y resalta también “la forma en cómo entendemos el lenguaje poético y el científico. Tanto unos como otros,  por supuesto que utilizan el lenguaje, el cual es riquísimo en analogías y metáforas, que son recursos también muy útiles para poder comunicar lo que desconocemos y tienen un valor epistémico también, en la medida de conocimiento, en la medida en que permiten dilucidar asociaciones y comprender un fenómeno en términos de otro, más conocido y accesible que el fenómeno que estamos descubriendo. Hay cosas que no se pueden explicar de otra manera que asociándolas a analogías o metáforas. Te doy algunos ejemplos que aparecen en cualquier manual escolar, por ejemplo,  cuando se habla del genoma humano se habla del libro de la vida o cuando se habla del gen que es una receta de proteína,  o para describir al átomo que se utiliza la metáfora del sistema planetario. Todo eso trae consecuencias, porque son analogías que están imponiendo ciertas restricciones al pensamiento. Eso es lo que muy recientemente se ha ido transformando en algo para dotar de conciencia al lenguaje científico y revalorizar también al lenguaje poético como uno de los elementos necesarios para la formación científica”.

-Desde la metodología se  dice que la ciencia no avanza sin equivocaciones o sin errores. En un poema o una ficción, ¿es igual? ¿Se avanza desde los errores?

-Totalmente, en eso son muy parecidos, por supuesto que no está el rigor que tienen la ciencia, pero tampoco hay que idealizar las cosas porque cuando uno va a un dentista, lógicamente, no va a elegir una poesía para anestesiar su boca, va a elegir una anestesia local. La poesía podrá consolarlo, pero la anestesia es el recurso científico y médico que tenemos para ese fin. Pero no obstante hay un valor catártico en el lenguaje que tiene que ver con la poesía, pero también con la ciencia.

Objetos bellos e inagotables, las palabras. Crean sentido del sinsentido; llenan vacíos y vacían los discursos también, si no te empujan a la razón, te llevan a la imaginación. Al decir de un filósofo del lenguaje como Ludwig WittgensteinEl límite del lenguaje se revela en la imposibilidad de describir el hecho que corresponde a una frase (que es su traducción), sin repetir justo esa frase” y ese es el camino que busca desentrañar esta obra.

John Keats, en su poema Lamia, acusa a Newton de haber destruido la poesía del arco iris al haberlo reducido a los colores prismáticos, entonces Picardo enfatiza “Ahí hay un prejuicio, que es el prejuicio de que la explicación le quita la belleza al fenómeno, y no siempre es así. La explicación agrega belleza y agrega poesía”.

Animémonos a  pensar más allá de lo naturalizado, que es lo que hace la poesía muchas veces o casi siempre.