Carlos Trotta: "Lo que pasa en el mundo es un reflejo de lo que nos pasa a nosotros"

Trotta visitó los estudios de 0223 Radio y contó su experiencia en Médicos Sin Fronteras. 

11 de Mayo de 2019 19:53

Por Redacción 0223

PARA 0223

Carlos Trotta es un marplatense de 76 años, cirujano cardiovascular con una trayectoria importante en el ámbito de la salud pública. En 2006 comenzó a trabajar en la organización humanitaria Médicos sin Fronteras, que atiende a poblaciones civiles de todo el mundo, víctimas de catástrofes naturales o conflictos bélicos y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1999.

En 13 años de tarea, Trotta fue vicepresidente y presidente de la entidad en Argentina formando parte de diferentes misiones en Sri Lanka, Kenia, Somalia, Haití, Filipinas, Franja de Gaza, Siria y Yemen, En una larga charla con 0223, contó su experiencia, consideró que Médicos Sin Frontera "lo completó" y rescató que "lo importante es que la organización se sostiene en el tiempo". 

-¿Hay un antes y después en tu vida después de MSF?

-Empecé siendo médico rural en el Ingenio Ledesma de Jujuy, una zona particularmente interesante pero al mismo tiempo dolorosa porque allí ocurrió “La noche del apagón” y siempre se trabajaba en la época de la zafra con gente que venía de Bolivia y con aborígenes. Después mi rumbo cambió, hice la residencia en cirugía general en Ciudad de Buenos Aires, completé  mi entrenamiento en Estados Unidos y trabajé 30 años en el Hospital Regional. Todo eso preparó el terreno para la experiencia en Médicos Sin Fronteras que me marcó y me completó porque me puso en contacto con problemas sociales importantes, conflictos armados, epidemias, desastres naturales y con una visión internacional que siempre me había interesado pero MSF me dió la oportunidad de vivir. 

-¿En cuántos lugares estuviste?

-En diez lugares diferentes, la mayoría con conflictos armados por el hecho de ser cirujano pero también en países que sufrieron desastres naturales como Filipinas, Haiti y Sri Lanka que hace poco fue noticia por un atentado.

-¿Cómo llegaste a MSF?

-El primer contacto fue en 1999 cuando me enteré que le dieron el Premio Nobel de la Paz y lo que me gustó mucho fue el nombre “sin frontera” porque uno en la práctica diaria como médico se encuentra con fronteras de tipo cultural, económica, social, sobre todo los que trabajamos en el ámbito publico. Eso fue lo primero que me impulsó. Luego, en 2006 mandé una carta de motivación explicando porqué quería entrar y me llamaron para una entrevista personal. Y así empezó.

-¿Cuál fue el primer destino?

-Sri Lanka y no tenía las más mínima idea de lo que podía ser. Sri Lanka es la vieja isla de Ceilán, de donde venía el té. También la llaman la 'lágrima de la India' porque si uno mira el mapa tiene forma de lágrima y esta en la parte sur de la India. Es un país budista pero hay un grupo llamado Tamil que sentían discriminados e iniciaron una guerra armada. Médicos Sin Fronteras estaba en zona tamil, en la parte en la que había sido colonia portuguesa, así que también había una parte cristiana.

-No debe ser sencillo trabajar en esas condiciones. ¿Cuál es la sensación: adrenalina o temor?        

-Se trata de tomar todos los recaudos posibles pero hay riesgos, en una epidemia de contagiarse o en el conflicto armado de secuestros y asesinatos. Muchos colegas me preguntaban porqué me iba y mi respuesta siempre fue '¿por qué no?' Se supone que la medicina significa que lo que sucede en el medio en el que actúas te afecta.

A mi particularmente me preocupaban si iba a poder resolver los problemas que se me presentaban con los recursos que tenía a mi alcance. Para tener compromiso social podés hacerlo en cualquier lugar pero, a mí me puso muy feliz encontrarme con esta institución. También es muy importante que es una organización que se sostiene en el tiempo, uno está dos o tres meses en un lugar y después volvés con culpa pero el consuelo es que uno se va y la organización queda.

-En estos momentos hay tensiones en Franja de Gaza. ¿Estuviste en esa zona?

-Sí, en 2009, a cuando el gobierno de Israel lanzó una de sus tantas masacres en lo que se denominó la Operación Plomo Fundido. Yo no tenía mucha idea del conflicto Israel-palestino, las informaciones que recibimos en realidad son desinformaciones. Me encontré con un panorama en el que dos millones de personas viven en un lugar de 40 km2 en lo que es prácticamente una cárcel a cielo abierto. Israel bloquea todo a través de un muro y de la flota armada que no le permite su conexión con el mar Mediterráneo. Lo tremendo de Gaza es que con esa costa que da al mediterráneo, tendría enormes posibilidades comerciales a todos los países de la zona pero la flota israelí no lo deja pescar.

Por otra parte, la población es mayoritariamente joven, no hay mayores de 60 años y los que parecen tener más, cuando le preguntás,tiene  mucho menos porque viven un estrés social terrible que se ven en el cuerpo y en los rostros. Es una población joven con una alta proporción de mutilados, es tremendamente doloroso. Es gente muy joven que de pronto tiene amputado un miembro inferior, un brazo o tiene secuelas de una quemadura, y por sobre todo, tiene las cicatrices psicológica producto del permanente ataque del gobierno de Israel.

-¿Cuánto tiempo estuviste?

-Seis semanas, un poco más.

-¿Cómo era el diálogo cotidiano?

-Me parece que lo más importante es transmitir el mensaje que no es de pena ni dolor, si bien que es lógico por la injusticia que genera presenciar un genocidio, el mensaje que ellos te piden que transmitas es de dignidad y resistencia. Es dolor, rabia pero, por sobre todas las cosas, es la resistencia de un pueblo que no va a rendirse.

-¿Estuviste en Siria?

-Sí, en la provincia de Aleppo, una de las zonas más castigadas por la guerra pero MSF estaba muy cerca de la frontera con Turquía. Cada 15 días teníamos un fin de semana libre para desconectar, porque estar en esta organización significa estar 7 días las 24 horas, nos íbamos a Kilis. Lo importante es que siempre los que sufren las consecuencias de este tipo de conflictos son la sociedades, no mueren sólo militares sino fundamentalmente la sociedad civil.

Y me encontré con un pueblo -como ha sido mi experiencia con los pueblos árabes porque también estuve en Yemen tres veces-, solidario, afectuoso y la conclusión que uno saca es que lo que nos separa de ellos es nada;e anecdótico: la forma de comer o de vestirse, después de una hora o dos horas nos encontramos con seres humanos que lloran, ríen.

-Siria, Gaza y Yemen son países que viven en situaciones extremas. Hablaste de la culpa, ¿cómo lo manejas?

-Uno sigue enganchado con cada uno de estos lugares, se te amplía la mirada, ahora intento de ver qué pasa en Sri Lanka, en Siria o lo que sigue pasando en Gaza. Los primeros tiempos, cuando volvés, son difíciles... De pronto hay crisis de llanto al ver lo que dejaste atrás. Pero más allá del llanto, la depresión o el insomnio, lo que uno tiene que seguir alimentado es la rabia porque has sido testigo de situaciones injustas, entonces cada vez que tengo la posibilidad sigo hablando para que otros compatriotas sepan lo que está pasando

La realidad que vivimos en Argentina es muy difícil y los medios no te ayudan a salir de la mirada parroquial, centrada en lo local y esta bien porque tenés que estar conectado e, inclusive, militar en realidad de nuestra gente pero hay que ampliar la mirada porque lo que pasa en el mundo es un reflejo y una enseñanza de lo nos pasa a nosotros.

-¿Cuál de todos los lugares te marcó?

-Franja de Gaza, sin dudas. Hay una anécdota que siempre la cuento. Yo estaba por irme y un joven que estaba siendo atendido por nosotros me dijo: "doctor, si va a Israel, dígale que si están buscando a Hitler acá, no lo van a encontrar".

-¿Cuál sido el rol de tu familia?

-De mucho apoyo sino no podría haber hecho todo esto. Es fundamental, porque tu familia es la que se queda acá preocupada pero yo no he tenido problema, me apoyaron mucho.