Cien

Esta es la columna cien de El Escribiente. Para revalorizar aquello de que los números redondos son más válidos que otros, comparto parte del contenido de la página cien de varios textos que me acompañan día a día en mi biblioteca. 

11 de Octubre de 2020 09:08

Con ese encanto que se le quiere  imponer siempre a los números redondos, buscaba algo distinto para esta columna de hoy. Al no encontrar nada original, fui a lo seguro. Busqué, al azar, en libros de distintos estantes de mi biblioteca la página cien. De allí tomé algunos fragmentos y versos  que me han acompañado a lo largo de este camino y de mis días.

De algunos de ellos me acordaba, otros fueron releídos entre silencios y sensaciones  casi nuevas. La materia de los textos, una vez más, me convocó para que, a través de ellos, muchos más puedan transparentar ese estado a medio camino entre lo inmaterial y el cuerpo. Ese extrañamiento como condición de la belleza y el pensamiento.

Valga la lectura como esa experiencia propia, intransferible, que cambia la óptica del lector.  Una experiencia de lectura que resiste y se resiste.  Una lectura como regeneradora de un deseo, casi erótico, por el próximo libro a empezar. La próxima idea que, al menos por un rato, nos pondrá ausentes de la realidad y del espacio hasta descubrir y descubrirnos  sombras y revelarnos sentidos.

Espero que puedan apropiarse de estos contenidos de diferentes páginas “cien” como lo hice yo en su momento primero y en estas relecturas.

Prosas Apátridas de Juan Ramón Ribeyro (Seix Barral – 2019)

“Hay tardes de primavera en París, como esta de hoy, soleada, dorada, que no se viven, sino que se desgajan y manducan como una mandarina. Y para ello nada mejor que una terraza de café, una bebida tonificante, una vacancia de la atención, un dejar que nuestra mirada en reposo reciba y archive las imágenes del mundo, sin preocuparse de encontrar en ellas orden ni sentido ni prioridad. Ser solamente el cristal a través del cual nos penetra intacta la vida”.

Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes  (Espasa Calpe  - 1995)

“No hay para que gastar tiempo y dinero en hacer esa figura –dijo Sancho-; sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced descubra la suya y dé rostro a los que le miraren; que, sin más ni más, y sin otra imagen ni escudo, le llamarán el de la Triste Figura; y créame, que le digo la verdad; porque le prometo a vuestra merced, señor (y esto se ha dicho en burlas), que le hace tan mala cara el hambre y la falta de las muelas, que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien excusar la triste pintura”.

El lobo estepario de Hermann Hesse (Arenal - 2003)

-¿Por qué, Armanda? ¡Dímelo!

- Pues porque soy como tú. Porque  estoy precisamente tan sola como tú y, como tú, no puedo amar ni tomar en serio a la vida ni a la personas ni a mí misma. Siempre hay alguna de esas personas que pide a la vida lo más elevado y a quien no puede satisfacer la insulsez y rudeza  del ambiente.

-¡Tú, tú! –exclamé hondamente admirado-. Te entiendo, camarada; nadie te comprende como yo. Y sin embargo, eres para mí un enigma. Tú te las arreglas con la vida jugando, tienes esa maravillosa consideración ante las cosas y los goces minúsculos, eres una artista de la vida. ¿Cómo puedes sufrir con el mundo? ¿Cómo puedes desesperar?

- No desespero, Harry. Pero sufrir por la vida, ¡oh!, sí, en eso tengo experiencia. A ti te asombra el que yo no sea feliz porque sé bailar y me arreglo tan perfectamente en la superficie de la vida. Y yo, amigo mío, me admiro de que tú estés tan desengañado del mundo, hallándote en tu elemento precisamente en las cosas más bellas y profundas, en el espíritu, en el arte, en el pensamiento… ¿Sabes que los dos somos hijos del diablo?

-Sí, lo somos. El diablo es el espíritu; y nosotros, sus desgraciados hijos… en el tratado del lobo estepario, del que te he hablado, hay algo acerca de que es solo una fantasía de Harry el creer que tiene una o dos almas, que consiste en una o dos personalidades. Todo hombre, dice, consta de diez, de cien, de mil almas.

En tres noches la eternidad de Sebastián Chilano  (Vestales  - 2015)

-La miro-. Te preguntarás por qué persigue una quimera. Lo hace porque alguien le presentó a un hombre que ya no es un hombre, sino un inmortal.

Basta, pienso. La miro. Temo que pregunte algo, pero la mujer nada quiere saber. Para ella, ignorante o sabia, los hombres debemos ser tan efímeros como olvidables.

Una realidad aparte de Carlos Castaneda  (Fondo de Cultura Económica – 1992)

-Una vez te dije que nuestra suerte como hombres es aprender, para bien o para mal –repuso-. Yo he aprendido a ver y te digo que nada importa en realidad; ahora te toca ti; a lo mejor algún día verás y sabrás si las cosas importan o no. Para mí nada importa, pero capaz para ti todo. Ya deberías saber a estas alturas que un hombre de conocimiento vive de actuar, no de pensar en actuar, ni de pensar qué pensará cuando termine de actuar.

Por eso un hombre de conocimiento  elige un camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida acabará en un abrir y cerrar de ojos ; sabe que él, así como todos lo demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás.

Padres e hijos  (Carta al padre)  de Franz Kafka (Anagrama – 1999)

“O sucedía que no llegábamos a una conciliación propiamente dicha; mi madre se limitaba a protegerme de ti a escondidas; a escondidas, me daba algo, me permitía algo; entonces yo volvía a ser ante ti la criatura a la que asusta la luz, el ser falso, consciente de su culpa, que, a causa de su nulidad, solo podía llegar por caminos tortuosos incluso a aquella cosas a las que creía  tener derechos. Naturalmente, me acostumbré a buscar también por esos caminos unas cosas a las que ni siquiera en mi propia opinión tenía derecho alguno. Y de nuevo se acrecentaba mi sensación de culpabilidad”.

Antología personal (Everything and nothing) de Jorge Luis Borges  (Editorial Sol 90 - 1996)

“… solían visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba para ellos el papel de poeta. La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas  tú, que como yo eres muchos y nadie”.

Poesía reunida  (Los heraldos negros, Los pasos lejanos) de César Vallejo (Ediciones Universidad Diego Portales – 2014)

Mi padre duerme. Su semblante augusto

figura un apacible corazón;

está ahora tan dulce…

si hay algo en él de amargo, seré yo.

 

Hay soledad en el hogar; se reza;

y no hay noticias de los hijos hoy.

Mi padre se despierta, ausculta

la huida a Egipto, el restañante adiós.

Está ahora tan cerca;

si hay algo en él de lejos, seré yo.

 

Y mi madre pasea allá en los huertos,

saboreando un sabor ya sin sabor.

Está ahora tan suave,

tan ala, tan salida, tan amor.

 

Hay soledad en el hogar sin bulla,

sin noticias, sin verde, sin niñez.

Y si hay algo quebrado en esta tarde,

y que baja y que cruje,

son dos viejos caminos blancos, curvos.

Por ellos va mi corazón a pie.

 

Les fleurs du mal (L’irrémédiable)  de Charles Baudelaire (Garnier-Flammarionv – 1964)

-signos claros, cuadro exacto

De una suerte irremediable,

Que hace pensar que el Diablo

¡Siempre hace bien todo lo que hace!

Ese maldito yo de E. M. Cioran  (Tusquest - 2014)

“Salir indemne de la vida –eso es algo que podría suceder, pero que sin duda no sucede jamás.”

Al cerrar esta columna me entero de la muerte de ese enorme poeta y trovador que es  Gabo Ferro. No solo van dedicadas estas letras a él, sino que, ahora sí caprichosamente, sumaré algunos de sus versos en el final.

Costurera carpintero (Soy todo lo que recuerdo) de Gabo Ferro (la marca editora - 2009)

Soy todo lo que recuerdo y vos todo lo que has olvidado;

yo me muevo entre las cosas, vos entre fantasmas cansados.

Cuando la cárcel se desarmó la penitencia fue amarte;

no se fuga uno para atrás, se fuga para adelante.

El diablo tiene una cola que no la puede ocultar;

por más disfraz que te pongas siempre se te va a notar.

Soy todo lo que recuerdo y vos todo lo que has olvidado;

yo me muevo entre las cosas, vos entre fantasmas cansados.

La verdad es perro fiel que vive en todas las casas,

que muerde a quien no lo atiende y defiende al que lo guarda.

El manjar que los corderos sueñan un día comer

es lobo crudo con pelo vivo a punto de comer.

Soy todo lo que recuerdo y vos todo lo que has olvidado;

yo me muevo entre las cosas, vos entre fantasmas cansados.