Lo horroroso de la realidad en Auschwitz, de Gustavo Nielsen

Se reedita Auschwitz, de Gustavo Nielsen (Obloshka – 2020), una novela que muestra lo peor y más horroroso del ser humano. Se escribió en 1998 y se editó en 2004, pero el autor sostiene que tiene más actualidad hoy que cuando se generó. Discriminación, xenofobia, antisemitismo, todo como material de una historia muy contemporánea.

4 de Octubre de 2020 08:28

El texto horroroso que nace de la realidad. O de aquello (esto) que llamamos realidad. Todas las palabras, en sus distintas clases, se combinan para el horror. Para mostrar lo peor del ser humano, lo más fuerte, lo más oscuro: aquello cargado de racismo y xenofobia, la repugnancia entre iguales y donde uno de ellos se ve distinto.

Hablo de Auschwitz (Obloshka – 2020) de Gustavo Nielsen.  En realidad es una reedición de la novela. Pero, según el propio autor, “al repasarla, noté que tenía más actualidad que cuando la escribí. Es más de esta época que de aquella”.

También cree que pocos la entendieron en aquel 2004 (fecha en que salió editada por Alfaguara, aunque fue escrita en 1998). Auschwitz forma un díptico con otra novela de Nielsen: El amor enfermo. Ambas, que salieron en dupla, muestran las dos caras de una misma moneda. Dicha moneda es el propio ser humano. Todo lo que tiene de bueno el protagonista de El amor enfermo (Saravia), Berto (el protagonista de Auschwitz) lo tiene de malo, de repugnante. Cada cual en lo suyo conforma lo Apolíneo y lo Dionisíaco, lo oscuro y lo claro, la realidad y el texto, lo verosímil y la ficción.

La reseña que ofrece la editorial dice lo siguiente: “Entre el realismo, el policial y la ciencia ficción, Auschwitz es una novela que combina con perfección el horror y lo cotidiano, la crueldad y el humor. Berto, el protagonista, convierte en un infierno a una Buenos Aires reconocible por sus maneras de hablar. El odio individual y social -la discriminacion, el antisemitismo, la xenofobia, la tortura, la perversión-, la fealdad, la suciedad, la basura, son los materiales de esta historia”.

Para el crítico Fernando Reati, Gustavo Nielsen es de la generación de escritores argentinos que “optan en sus relatos por la no referencialidad y la expansión de lo verosímil hasta extremos desopilantes”. Y agrega en una nota aparecida en Arteuna.com “… Nielsen narra el encuentro con extraterrestres de Berto, un porteño que se considera a sí mismo “típico”. Hijo de padre gallego y madre italiana, machista y fanfarrón, Don Juan empedernido que a los cuarenta años tiene como ocupación central acostarse con cuanta mujer se le cruce en el camino, Berto es además un “nazi de juguete” que desprecia por igual a judíos e hindúes, paraguayos y cabecitas negras, chinos y “ponjas”, gays y discapacitados. Cuando en una de sus repetidas noches de conquista se acuesta con una judía de apellido Auschwitz, su desprecio hacia la raza inferior magnifica el placer que siente porque en el encuentro sexual, lleno de agresiones e insultos contra la mujer, escenifica sus odios y prejuicios. Pero para su sorpresa pasa de cazador a cazado cuando descubre a la mañana siguiente que Auschwitz ha ocultado en el congelador el preservativo con los restos de su semen, algo que lo llena de zozobra y humillación. De aquí en más, los siguientes capítulos describen las absurdas elucubraciones de Berto hasta llegar a la sorprendente verdad: Auschwitz es parte de una invasión de seres interplanetarios que se apropian de espermatozoides humanos para procrear una raza mixta, mitad humana y mitad extraterrestre, que terminará por dominar la Tierra”.

Es así que, el material con que Nielsen dio forma a la novela es la discriminación, la xenofobia, el antisemitismo, la perversión y la basura. Hablamos de una novela cruda, fuerte, donde el personaje, Berto, está cargado de repugnancia por el otro, pero que a su vez lo atrae.

Nielsen sostiene que “Es bastante desagradable el libro si se quiere, pero tiene una virtud, se lee igual. Mucha gente me dijo que lo estaba por largar pero que no podía hacerlo. Mi ejercicio como escritor fue que ese horror se pueda leer rápidamente, como si fuera un folletín”.

-¿Creés que el humor permite eso?

- Eso también fue un experimento. Yo trato de que en cada novela pueda llevar adelante un experimento literario, y en este caso tiene que ver con ese contrato con el lector del que habla Cortázar. Él dice que el lector firma con el escritor una especie de contrato tácito donde decide que va a leer la novela hasta el final si el escritor no le cambia las reglas del juego. Y la idea de esta novela (yo que sabía lo que iba a pasar porque soy el escritor) era hacer reír al lector con humor negro y en algún momento mostrarle algo que es espantoso de lo que no se puede reír, entonces que el tipo se pregunte: “¿Con quién me asocié? ¿A quién le firmé un contrato de lectura?”  Pero que lo siga leyendo hasta el final. Y, por lo que sé, resultó. Hasta gente que conozco, que es muy amorosa me dijo “el libro es horrible”; ¿y lo largaste? “No, no pude”. Y eso está bueno.

El experimento está logrado. Nielsen logra impecablemente, a pesar de lo crudo, de lo repugnante y horroroso, que se dé la continuidad del acto de lectura. ¿Por qué? Difícil de responder. Quizás por lo lamentable de ver actos o anécdotas similares en el día a día.

“Pasa acá en Argentina. La relectura que hice para esta nueva edición fue durante el gobierno anterior.  Yo soy porteño y estoy sufriendo lo que pasa en mi ciudad con el coronavirus, no salgo ni a la esquina y veo cosas tremendas donde muchos salen a divertirse. Y después los enfermeros salieron a pedir que sus cargos  no se cuenten como administrativos y que pasen a ser sanitarios para que puedan percibir los aumentos y los cagó a palos la policía. Todo eso tiene que ver con el modo de pensar de Berto, que es el personaje de la novela” argumenta el autor.

Berto es un personaje nefasto. Reniega de sus iguales y está cargado de aborrecimiento y fascismo. Lee el Nunca más como un manual de torturas y Mi lucha como si fuera una novela cualquiera. La aparente banalidad que le da a sus actos lo hace más perturbador todavía. Ahora bien, estando de acuerdo en que hablamos de ficción, aparece la duda sobre si existe la posibilidad de que alguien pudiera tomarse todo en serio y apropiarse de algo. Nielsen responde rápidamente: “Nunca lo pensé, yo me manejo con reglas de ficción y estas normalmente son justamente para no creértela, no es nada real. Es un universo que fabrico y que tiene ciertas medidas, ciertos límites  donde trato de moverme y es lo que hacemos los  escritores normalmente”

-Entonces, vos decís que ese pacto de ficción se entiende…

- Sí, se entiende. Hay muchas cosa que están pasando ahora que son muy raras  con lo políticamente correcto, que se está metiendo en la literatura. Y no, es ficción, dejame manejarme en ese mundo. Si fuera por eso no existiría Crimen y castigo, El Extranjero de Camus.

- Hablaba con Guillermo Martínez hace algún tiempo sobre Los crímenes de Alicia y Lewis Carroll,  y él decía algo como que la literatura no es un manojo de buenas intenciones, es literatura, es ficción…

- Claro, es absolutamente eso. Inclusive desde que lo escribí. Desde que leí un decálogo de Sebald muy breve que decía algo así como: robá sin problemas. Lo que tenés que hacer es anotar líneas que te gustan y las dejas descansar. Al año las  lees y no vas a reconocer que son de otros autores y vas a pensar como si fueran tuyas o de tu texto. Con Auschwitz y El amor enfermo hice eso. Para este último me servía todo, encontraba material en cualquier lado. Pero para Auschwitz fui más específico.  Releí el Nunca más y luego busqué libros horribles como Mi lucha, o libros de y sobre Mussolini, también libros sobre el fascismo. Además leí el Nuevo Testamente de la Biblia. Anoté muchas frases sueltas y después, a los seis o siete meses, no las reconocía cuando al principio eran muy evidentes de donde las había sacado. Extraídas  de contexto no eran fáciles de identificar las referencias. Por ejemplo: “El que no está conmigo está contra mí”. Leí esa frase y se la adjudiqué a Hitler, pero no, es de Jesús en el Nuevo Testamento. Es durísimo. Quiero decir con todo esto que los primeros sopapos de Auschwitz los recibí yo como escritor y luego los lectores.

Lo escrito golpea. Pero mucho más aquello que no está escrito. Insisto, aquello de lo que vemos su retrato en esa escritura. La sensación de creer reconocer a alguien, de haberlo leído a alguien que respondía de esa forma. Es decir, del hecho de reconocer que el fascismo existe todavía y de que hay seres humanos que piensan en el otro como algo descartable por los motivos que sean.

Por el contrario al terror, aquí el ejercicio de lectura no te exige apartarte de la vida cotidiana. Lamentablemente los hechos que repite la novela se dejan ver.

Nielsen cuenta que para escribirla tuvo que encerrarse en un espacio pequeño durante más de diez días. Alguien le traía comida, contaba solo con una pequeña heladera, un microondas y un colchón. De otra forma no salía la historia. Él dice que necesitaba un poco de encierro “casi de cárcel” más esa oscuridad. La situación le generó algo de pánico, pero el manuscrito ya estaba casi terminado a mano. Quizás, solo esa ceremonia obsesiva con el clima fue la posibilidad de esa escritura brutal.

-El epígrafe que abre la novela es una frase de Adorno bastante citada. Aquella donde se pregunta si después de Auschwitz se podrá escribir poesía. ¿Encontraste alguna respuesta para eso?

- Eso es un chiste. Esa cita la tomé y le puse de quién era. Es una humorada al título de la novela, porque por ahí no se puede escribir más después de mi libro. Inclusive yo en ese momento sabía lo que había pasado en Auschwitz, pero nunca había estado en Polonia. Como arquitecto gané un concurso para hacer un monumento en Buenos Aires a las Víctimas del holocausto judío y el monumento tuvo un proceso bastante largo de trabajo y muy creativo. Nos acompañó Fernando Díaz para hacer una película que se llama Monumento casualmente y tiene todo lo que es el desarrollo de la obra y otras cosas que tienen que ver con la colectividad y también tiene una parte que es un viaje donde fuimos a Alemania a ver los monumentos que estaban hechos allá y la ampliación del museo judío de Berlín.  A último momento decidió Fernando que quería unas escenas de Auschwitz y fuimos hasta Polonia. La verdad es que fue tremendo y ahí me arrepentí un poco de haberle puesto ese nombre al libro. Pero al fin y al cabo creo que se trata de lo mismo, porque, si bien el libro tiene un personaje que es horrible, se llega a un final en el que se muestra que el libro no es la historia racista pero que hay que entender que el racismo existe. Y si das por hecho que esos tipos existen y mirás para otro lado o lo mirás como si fueran de una  película, corrés un gran riesgo. Porque esos tipos eran y son seres humanos. Hay que empezar a entender que esa gente horrible existe y es real, y espero haber ayudado con el libro. Cuando entré a Auschwitz y vi aquello, sobre todo el pabellón del pelo, me pareció tremendo (grandes vidrieras de pelo humano). Y hasta me dio una especie de culpa. Igual no me duró mucho porque tengo también un concepto de que tengo que ser muy libre para escribir y a veces cuando escribís,  ofendés. Pero bueno… por eso se llama ficción. Y es así.