Lo que permanece de la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo de los mitos inca

Los mitos se diferencian de las leyendas y de los relatos por su carácter sagrado. Pero más allá de eso, todo aquello que ha llegado a nosotros a través de la narración oral  busca trascender lo literario y hacernos sentir parte de algo: del mundo, de la raza humana, de una explicación o de un universo rico que nos rodea y no sabemos ver en detalle.

2 de Febrero de 2020 11:41

Escuchar las historias, mitos o leyendas de los pueblos ancestrales va más allá de lo meramente literario. En ellos también se ve implicada la historia de amor y respeto que sugiere el hecho de escuchar lo que se cuenta. Como dice José María Arguedasrecibir el sentido de la palabra de los que cuentan, la palabra de la gente de las diversas regiones y épocas de un país”.

 También decía  que en el caso de los peruanos, “tienen unos 10 mil años de desarrollo social”. Es decir que leemos el pasado para comprender mejor el presente y visualizar la construcción de lo  nuevo (lo que permanece de la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo).

Fue a través de la oralidad que se difundieron y consolidaron estas historias. Fueron contadas de boca en boca y de generación en generación. Algunos cantados en rituales y otros tan solo compartidos en familia o alrededor de un fuego.

Con un tiempo detenido, seguro  por la magia de la narración, el relato aparecía como algo místico y mítico. El poder y el valor de esas palabras, dicha por chamanes, tenían  una fuerza inusitada. Todo lo dicho se volvía realidad, es decir, se materializaba en el imaginario de cada uno de ellos y en su historia, en sus raíces.  Pero, a pesar de la multiplicidad de voces y de versiones, los dichos no les pertenecían a los oradores, sino que por el contrario eran de todos, eran de la comunidad.

Los mitos distan de las leyendas por su carácter sagrado, pero, más allá de las diferencias, lo más importante es que servían a aquellos como sinónimo de verdad y de origen, respondiendo preguntas existenciales para nuestros pueblos originarios  que aún hoy nos interpelan. Es así que las voces que se levantan detrás de estos relatos son las que nos han traído hasta acá a lo largo del tiempo.

Su valor no solo está en lo literario, sino que cuentan también con esa característica de poder trascender lo biológico y llegar  a lo simbólico, tratando de mantener una cultura viva. Pelea que aún hoy muchas comunidades en Perú y Bolivia siguen dando.

1 Desde tiempos muy antiguos, en Perú se cuenta que hubo un tiempo en que la humanidad parecía vivir solo para la guerra y para las fiestas. Entonces  Inti, el dios creador, molesto con lo que sucedía, envió a la Tierra a su hijo Manco Cápac y a su esposa, Mama Oullo Huaca, para que les enseñaran a la gente a vivir civilizadamente.

La pareja llegó a Cusco (que significa centro del universo), levantaron allí su campamento y reunieron a todo un pueblo a su alrededor. Manco les enseñaba a los hombres las tareas de agricultura, a trabajar la tierra, a arar, sembrar, a construir canales para regar y a cazar.

Mama Oullo enseñaba a las mujeres el arte del tejido y el hilado de lana de llama y de vicuña.

Y así se organizó un gran pueblo en los alrededores de Cusco. Bajo las órdenes de la pareja celestial, la tierra del Perú tenía todo lo necesario para vivir bien. El creador, de esta forma, comenzó a levantar los pueblos y naciones de esa región modelándolos en arcilla y pintando la ropa que cada uno de ellos llevaría.  Pintó sus vestidos, sus sombreros, su pelo largo o corto. A cada nación le dio la lengua que hablarían, las canciones que iban a cantar, las semillas para la siembra, la comida…

Cuando terminó su trabajo, les dio alma y les dio vida. Les ordenó que caminaran bajo la tierra, y cada nación brotó en el lugar en el que se le había ordenado. Vinieron desde las montañas, de las cuevas, de los árboles, de los lagos, de distintos lugares para multiplicarse y comenzar a poblar la región. Hicieron altares y huacas (lugares sagrados), para recordar el origen de su linaje.

Dicen que el primero que nació en ese lugar se convirtió en piedra. Otros se convirtieron en halcones, cóndores, en otras aves y distintos animales. Por eso las huacas tienen variadas configuraciones hoy en día a lo largo de toda la región.

2 Cuentan en Perú que un día  un hombre llevó a pastar a su llama. Buscó un lugar con hierbas verdes y abundantes, y dejó pastar al animal. Este no comía, estaba inquieto y se quejaba. El hombre le preguntó qué le pasaba, el animal le contestó que estaba inquieto porque  en cinco días  el nivel del mar crecería tanto que taparía la tierra. El hombre, asustado, le preguntó si había forma de escapar  ya que faltaban varios días. La llama le contestó que cargara una bolsa con alimentos y se fuera a la cima de la montaña Villa-coto.

Así lo hizo. El hombre buscó comida para varios días y subió a la montaña con su familia. Cuando llegó a la cima se encontró con muchos animales de todas las especies.

Más tarde vino una gran tormenta y llovió muchísimo. Tanto que el nivel del mar empezó a subir y tapó el pueblo. Subió y tapó los árboles, los montes; subió y se acercó tanto a la punta de la montaña que le mojó la cola a un zorro y, cuentan, que por eso las colas de los zorros son negras hoy.

Pasaron cinco días y el nivel de las aguas empezó a bajar. El hombre y su familia fueron los únicos seres humanos que sobrevivieron y dice el mito que de ellos desciende toda la raza humana.