El mundo que viene

La pandemia nos dejará un mundo diferente que genera muchas preguntas y ofrece pocas respuestas. 

31 de Marzo de 2020 10:10

La pandemia tiene en cuarentena a más de 3000 millones de personas en todo el mundo. El efecto inmediato será una recesión global de fuerte impacto en el empleo y la pobreza. Con lo cual, podemos inferir que el mundo que viene estará más empobrecido, más desigual y con problemas de empleo. 

No obstante, como ocurrió en la crack del 2008, los estados vuelven a aparecer como actores claves de una crisis sistémica contra las recetas del liberalismo clásico y la financierización de la economía.  La mayor inversión en salud pública y en ciencia y tecnología es un hecho que debería sostenerse en el tiempo para que una vez pasada la tormenta todas las naciones estén blindadas ante un nuevo episodio de estas características. 

Por otra parte, la necesidad de liderazgos fuertes abre la puerta a los autoritarismo con sociedades más temerosas que decidan aferrarse a este tipo de perfiles.  Algunos ejemplos que pueden traerse son Victor Orbán de Hungría que cerró el parlamento y gobernará por tiempo indefinido por decreto o experiencias efectivas de oriente en el combate contra el coronavirus que chocan contra los ideales de las democracias liberales de occidente. 

A diferencia de 2008, no tenemos en el horizonte un multilaterlaismo aceitado para lidiar con las preguntas que se abren. La reunión virtual del G20 fue contundente al descartar innovaciones como el Fondo de Emergencia para la Salud y focalizarse en los dictámenes de la Organización Mundial de la Salud y los Bancos Centrales. 

El cataclismo mundial de hace 12 años parió un orden mundial multilateral y multipolar. La crisis de las potencias mundiales fue acompañado del ascenso de las economías emergentes que tendieron a construir un arquitectura política y económica alternativa a las instituciones del pacto de Breeton Woods como el FMI y el Banco Mundial. Este panorama fue propicio para posturas autonomías e independientes articuladas en bloques.

Hoy el panorama es distinto. Estados Unidos y China manejan los hilos de la economía internacional y oscilan entre la tensión y la interdependencia, como suelen explicar los especialistas Nicolás Creus y Esteban Actis. Es decir, se pelean pero se necesitan. ¿Será esa la  base del orden mundial que viene? Dependerá de la profundidad de la crisis en Estados Unidos y la capacidad de China de configurarse como potencia principal. El que arriesgue una respuesta contundente respecto de eso está mintiendo. ¿Cuánto incidencia global tendrán experiencias como la de India? ¿Qué rol jugará Rusia, con frentes abiertos con Estados Unidos en diferentes territorios? ¿Se potenciará la Organización para la Cooperación de Shangai o la Unión Económica Euroasiática para reforzar el eje de poder en oriente?

Otro punto de debate gira en torno a los países endeudados. El FMI se mostró benévolo con los países con menos recursos que deben afrontar deudas con el organismos, tal vez, con la seguridad de que ninguno de ellos podrá cumplir con sus compromisos. ¿Habrá una nueva oportunidad para debatir que hacer con la deudas soberanas? Hace 12 años la ONU, el G20 y otros ámbitos regionales discutían la importancia de volver a un "capitalismo en serio" que reproduzca riqueza a través de la producción y genere empleo. Hoy, volvemos sobre lo mismo, la necesidad de una humanidad menos mezquina y más solidaria. 

A la ausencia de ámbitos cooperación y la posibilidad de una sociedad apoyada en líderes autoritarios también se cruza con los reclamos globales vinculados con los derechos democráticos como los que se expresan en Chile o Hong Kong y defensa del medio ambiente como el antecedente de que el parate del mundo demostró el grado de contaminación que genera el desarrollo. 

Estados Unidos, México y Brasil son criticados, con absoluta razón, por su oposición a la implementación de medidas drásticas para evitar sus efectos en la economía. Uno de los puntos en común de los tres casos es el grado de informalidad laboral que en el caso mexicano llega al 60 por ciento. Esta realidad es una constante en toda nuestra región, la situación actual empeorará los números de desempleo en América Latina y el mundo. La Organización Internacional del Trabajo lo anticipó, el saldo post pandemia podría ser mayor a los 25 millones de puestos de trabajo menos. ¿Y la digitalización del empleo? La necesidad tendrá cara de hereje. 

El reto es alto, combinan elementos diversos y no siempre compatibles en un escenario de mucha fragmentación regional ya sea latinoamericana como europea. Los sistemas de integración están fisurados o inactivos y eso traerá más problemas que soluciones. 

Por eso, los interrogantes que se pone sobre la mesa el Convid-19 son los mismos que se viene analizando, la diferencia es que se aceleran los tiempos. Las preguntas son muchas, el tiempo dará las respuestas.