Los desafíos del nuevo presidente de Perú

Perú atraviesa una crisis sin precedentes. Los desafíos del nuevo gobierno en medio de la convulsión social.

17 de Noviembre de 2020 08:00

Perú tiene nuevo presidente, el cuarto en 5 años y el encargado de encaminar una situación de difícil en términos institucionales y una calle caliente, movilizada y dispuesta a hacer cumplir sus demandas. 

Se trata Francisco Sagasti Hochhausler, de 76 años, electo congresista con 96,422 votos tras postular con el número 1 de la lista por Lima del Partido Morado. Es investigador e ingeniero y cuenta  con una maestría en Ciencias en Ingeniería Industrial, grado obtenido en 1970, por la Universidad Estatal de Pennsylvania.

En el sector privado trabajó como profesor desde 2015 en la Universidad del Pacífico, además de evaluador de proyecto en la empresa Niras Development Consulting entre 2016 y 2018 en Suecia. Según su hoja de vida proporcionada al JNE, también ha sido consultor de Naciones Unidas, miembro del Consejo Consultivo de Lemelson Foundation en 2017 y jefe de la División de Planeamiento Estratégico del Banco Mundial.

El perfil es bastante diferente al de sus antecesores y parece contar con el tono y el equilibrio necesario para llevar a cabo una transición relativamente ordenada hasta los comicios de abril de 2021. Su partido fue creado en 2017 como emergente de la crisis y atomizacion de un sistema corrompido, acusado de corrupto y con bajísima legitimidad. 

Los desafíos no son fáciles, el primero y más importante es durar ante un sistema político que lleva años atentando contra si mismo y en una estructura que es un híbrido entre un régimen presidencialista y un parlamentarismo, una lógica que ha sido parte del problema de Perú. De todas formas, los partidos políticos que hicieron del Parlamento una picadora de carne no podrán salirse con la suya nuevamente dado que tienen el boleto picado por la ciudadanía que decidió movilizarse para expresar su cansancio a una situación insostenible. 

En ese contexto, la segunda misión del nuevo presidente es calmar a la calle y, al mismo tiempo, escuchar sus demandas. El primer discurso de Sagasti estuvo en esa sintonía al jurar "por los jóvenes" y considerar que "el Estado debe reconocer, aceptar y encausar por caminos pacíficos la indignación de la calle". "Ofrecemos lo que le falta al país en estos momentos: confianza", aseguró.

La agenda de la ciudadanía está sobre la mesa e interpela al conjunto de una dirigencia política tradicional que nunca estuvo a la altura de las circunstancias y actuó en defensa de sus intereses personales por sobre las preocupaciones del conjunto. Del grado de crecimiento de las manifestaciones sociales dependerá la hoja de ruta que tendrá que abordad la clase política peruana.

En ese punto, existe una batería de demandas que van desde un recambio generaciones en el sistema hasta una Convención Constityente que reforma la Constitución redactada por Alberto Fujimori en 1993 y establece el modelo de desarrollo peruano como una economía social de mercado que impide todo tipo de intervención estatal. 

Si bien el país cuenta con estabilidad macroeconómica y un acceso barato a los mercados, la economía real tiene más complicaciones, el trabajo informal supera el 70 por ciento y la pandemia expuso un sistema de salud precario y con muy baja inversión. Esto sumado a un sistema político sin credibilidad y una instabilidad sostenida den el tiempo dan como resultado el estallido que vimos en estos días. 

En ese sentido, el tercer objetivo es abordar las una crisis sanitaria que ubicó a Perú como el país con la tasa de mortalidad más alta de la región y las consecuencias económicas de un país atravesado por la desigualdad. 

Por último, el nuevo presidente tendrá que garantizar un proceso electoral transparente y creíble. Las elecciones de abril abre un interrogante a propósito de quién será el espacio capaz de capitalizar todo el descontento callejero. El fallido golpe institucional comandado por Manuel Merino generó una crisis interna en los espacios que acompañaron esa estrategia. 

Se supone que los partidos que se diferenciaron de esa maniobra podrán ser parte un recambio para quinquenio que viene. Es difícil aventurar nombres en un escenario de tanta dispersión con más de 20 precandidatos pero no hay que descartar opciones moderadas como la que propone el Partido Morado, tal vez, con Julio Guzman a la cabeza u otras opciones como Veronika Mendoza de Nuevo Perú o el ex arquero de Alianza Lima y alcalde del distrito de La Victoria, George Forsyth, o el economista Hernando De Soto. 

Esta crisis peruana no es una crisis más, trascendió las fronteras del círculo rojo de la política y los medios de comunicación para masificarse a través del reclamo de población y de personalidades públicas que no solían ser parte de debates de este calibre. Las condiciones son idénticas al del estallido del año pasado en Chile que terminó con un proceso constituyente, el desarrollo está por verse y el desenlace es una verdadera de incógnita. Lo único que está claro es el deseo que cambio que irrumpió desde abajo.