Mariangel Fabián Núñez: “Ser negra en una ciudad blanca fue complicado”   

Mariangel Fabian Nuñez es afrodescendiente. Se autodefine como “una mujer negra, luchadora que ha intentado toda la vida superarse, crecer y siempre está intentando ser cada vez más humana"

13 de Junio de 2020 17:07

Mariangel Fabian Nuñez (28) es una mujer afrodescendiente proveniente de República Dominicana. Ella se autodefine como “una mujer negra, luchadora que ha intentado toda la vida superarse, crecer y siempre está intentando ser cada vez más humana”. Se encuentra en la búsqueda constante del crecimiento personal, que es consecuencia directa del crecimiento de su gente y su pueblo.

Realizamos la entrevista a través de una videollamada. En medio de carcajadas me muestra su departamento. “Esperame que armo un mate", dice y le pasa el teléfono a su hermana Marioska que pintaba un cuadro. Poco después, Mariangel se sienta en el piso con su mate, sobre un almohadón de piel color beige. De su cuello cuelgan muchas cadenas doradas de diferentes largos y tipos, y tiene unos aros de la misma tonalidad. Su cabellera afro está ahí, ocupando gran parte de la cámara, un poco alocado, de entrecasa.

“La gente no me ve como una más, no dice: 'Mira ahí va Mariangel'. Eso no pasa, es: 'Mira ahí va Mariangel, que es negra' y ahí se les dispara la cabeza con que: “Ahh es negra, debe ser caliente”, cuenta.

-¿Cómo terminaste viviendo en Argentina?

-Yo nací en República Dominicana, mis padres son dominicanos. Venimos de una familia muy unida, de un pueblo de Santo Domingo dedicado a la ganadería y turismo interno. Una familia muy pobre, generacionalmente las únicas que accedimos a una a la educación terciaria fuimos nosotras. Por cuestiones de la vida, mi mamá termina viviendo en Buenos Aires… (se toma unos segundos para pensar si debe decir o no la razón). En realidad no por cuestiones de la vida… 

 

-¿Tu mamá vino sola primero a vivir a Argentina? ¿Te quedaste con tu padre?

-Me crié hasta los 12 años con mi abuela porque mi mamá cuando yo tenía 5 años fue víctima de trata. Fue raptada y traída a la Argentina para explotación sexual y en todo ese proceso mi hermana y yo vivíamos con mi abuela y mi mamá trataba de sobrevivir. Después logra salir de ese mundo y se casa con un argentino y ahí vinimos a vivir acá. Nos mudamos a Necochea y hasta ese momento yo me consideraba una nena normal. En la escuela que fui, era la única chica negra. Fue muy duro y no simplemente peor el tema racial. Ser negra en una ciudad blanca fue complicado.

-¿Cómo fue integrarse en la escuela primaria cuando recién llegaron a Necochea?

-A mi mamá le costó mucho inscribirnos, no nos querían recibir. Nosotras cuando llegamos, la gente nos recibió de manera muy extraña. Salíamos a la calle y todo el mundo se quedaba mirándonos, se reían, se codeaban, hacían chistes. Y ahí es cuando dije: “Wow, qué pasa conmigo”, yo lo único que sabía que era diferente por mi color pero después soy una persona más. Me di cuenta de que iba a ser duro. En la escuela primaria al principio fue muy violento, los chicos nos golpeaban, nos decían negras de mierda, todo el tiempo nos tiraban cosas. Tuvimos que recibir ayuda de psicóloga. Con el tiempo empezamos a convivir un poco más, nuestras amigas del colegio se peleaban para defendernos, todo muy complicado.

-¿Seguiste la secundaria en el mismo colegio o tuviste que volver a vivir otra adaptación?

-En el secundario me cambié de colegio y ahí no tuve problemas de violencia explícita, nadie me pegó. Pero los dos primeros años no salí nunca al recreo porque salir involucraba que todos se burlaran de mí. Al tiempo supe que mi apodo era “torta negra”. Ya tenía 15 años y estaba muy depresiva, no prestaba atención, me dormía en clase.

Tuve una profesora de matemática que durante un año nunca me llamó por mi nombre, ni me dirigía la palabra y hasta me aplazó. Me pedía que me pare al frente pero yo no podía porque mi autoestima estaba en el piso, estaba deprimida por el bullying que me hacían. La profesora nunca me entendió. Siempre me sentí como la negra, la fea, la que nadie se quiere juntar contigo. Mi adolescencia fue muy dura. La respuesta de la institución siempre era “no pasa nada, los chicos tienen que aprender a convivir”.

-¿El maltrato escolar cambió?

-Sigue todo igual. Hace muy poco se está hablando esto en el país, hasta que no se cambie ni se comience a hablar realmente del tema, todo va a seguir. En Buenos Aires me cruzo a chicos afro, con su postura cabizbaja y tímidos, los veo que están pasando la misma, se les nota. Es un tema que hay que trabajarlo, recién se está poniendo sobre la mesa. Los profesores no tienen perspectiva racial para poder enfrentarse a eso, muchas veces los sobrepasa.

-¿En qué momento sentiste que comenzaste a aceptarte como sos?

-Cuando terminé el secundario y me fui a Mar del Plata a estudiar trabajo social. En ese momento empecé a deconstruir el tema racial. Un profesor me recomendó dos libros para que entienda el lugar que ocupaba en la sociedad, para entender donde estoy parada. Esos libros me cambiaron, todos mis complejos de autoestima comenzaron a cambiar. Me rapé para que comience a crecer mi pelo afro el cual antes me alisaba. Así empecé a quererme y eso fue un camino de ida. Empecé a contagiar a todos en mi familia de eso.

 

Antes de seguir la charla, se acomoda el pelo y no sabe cómo arreglarlo. Finalmente, se lo ata para estar cómoda y la entrevista sigue.

-¿De qué formas sufriste discriminación por temas de racismo?

-¡De todas maneras que se te ocurra! El bullying en la escuela, me han gritado: “negra mugrienta, negra mugrienta o sucia”, personas que ni me conocían.

Toda la vida en todos los lugares a los que íbamos, no nos dejaban pasar. Solo podíamos ir a 1 boliche de 50. Esto te daña, te lastima, y no solo en lo físico, si no que también da vergüenza.

A la salida de un boliche un grupo de chicos nos persiguieron a mi hermana y a mí al grito de: “negras de mierda, putas”, hasta que nos tiraron de los brazos y empujaron.

Cuando hacía las prácticas de la carrera de trabajo social, los profesores de otras instituciones que llegaban después de mi presentación siempre pensaban que yo era la persona en situación extrema de pobreza y a la que tenían que ayudar. Nunca pensaban que yo era estudiante y que iba a ayudar. Estas son algunas de las tantas que he vivido.

-¿Qué tipos de palabras se utilizan cotidianamente y son racistas?

-El racismo en el lenguaje es otro de los lugares donde se ha infiltrado y es muy fuerte. El lenguaje habla mucho de una sociedad y básicamente es como una ventana de lo que piensa un grupo social. Se ve que en todo occidente, lo negativo se asocia a lo negro. Acá si sos ladrón “sos un negro de mierda”, “trabajo en negro”, “mano negra”. Acá la manera en la que la gente dice negro es negativo. “Estoy trabajando como negro”. Pero, ¿qué les pasa? (su tono de voz se sube, se nota el dolor que le generan estas palabras). Hay muchas palabras que no son racistas pero la finalidad con la que se usa tiene origen en eso. “Denigrar” significa llevarte al lugar del negro, como “me están haciendo un negro, tirando a menos”.

 

-¿Por qué está mal hacer “blackface”?

-Está mal porque es una práctica que arrancó con fines de burla, fines totalmente racistas. Se hacía primero para poder representar a personas negras que antes no podían estar haciendo teatro por ejemplo al estar recluidas, era una manera de mostrar estereotipos.

Sigue existiendo, en la actualidad hay lugares que está penalizado por la ley.

¡Es hacer una sátira de una persona, caracterizando a personas esclavizadas como felices, es horrible! ¿Qué necesidad de personificar a alguien que si existe? A mí me ofende porque soy una persona y no un chiste. Puntualizan rastros de uno, imitan el acento. Para mi ahí se están burlando de mi mamá, mi hermana mi abuelo… de nosotros.

-¿Sentís que es apropiación cultural  cuando una persona lleva puesta las trenzas cocidas o hiladas?

-Sí porque se quita sentido a cuestiones que son importantes para una comunidad marginada por el sistema racista. Imagínate lo que es para aquellos que fueron marginados, que mataron y sacaron sus cosas, ver que la gente blanca viste como sus sacerdotisas, por ejemplo. Es súper ofensivo por todo el contexto histórico qué hay detrás.