Yzur, de Leopoldo Lugones, y la pregunta por el lenguaje

Yzur es uno de los 13 cuentos de Leopoldo Lugones que aparece en Las fuerzas extrañas. La historia va más allá de un científico que busca enseñarle a un mono a hablar. El lenguaje, el poder, la violencia y el lugar y fin del conocimiento son parte, también, de su lectura.

26 de Julio de 2020 09:02

Yzur es tal vez el texto más importante del volumen y, sin dudas, de la obra de Lugones” sostiene Noé Jitrik. Y pocos, o ninguno, son los argumentos para refutarlo.

Leopoldo Lugones presentó el cuento Yzur en Las fuerzas extrañas durante 1906. Con este libro, el autor  no solo pone a prueba la capacidad de escritura y de su imaginación, sino también la lealtad del lector.

Enmarcado en narraciones que se anticipan a lo que será más adelante entendido y llamado como “ciencia ficción”, Yzur narra la historia de un científico que se empeña en lograr que un mono hable, partiendo de la teoría que enuncia que estos no lo hacen  para evitar así que los humanos los exploten.

La estructura del cuento es perfecta y dispara varias líneas de pensamiento en su entorno.  En una primera instancia, el lugar del lenguaje en la escala de la evolución. De hecho, podría decirse que el lenguaje es el motivo de la narración (¿su pérdida o su encuentro?). Todo el proceso de verificación de dicho caso (intentar que el mono hable)  es el núcleo del cuento, más la cuestión humana sobre el lugar del conocimiento, su objeto, su finalidad y, sobre todo, la violencia con que el ser humano suele hacerse de las cosas del mundo, sean materiales o abstractas como el conocimiento. El suspenso dramático de los hechos del final nos deja el tema metafísico en torno a la propia humanidad y ese enlace entre curiosidad y crueldad del que es capaz. 

Leopoldo Lugones suele ser evocado como el gran poeta nacional. Fue escritor modelo y un personaje polémico, y hasta repudiado, por sus ideas políticas. Fue un autodidacta que, una vez terminados sus estudios secundarios, continuó su intensa formación siempre guiado por sus propias motivaciones. El campo de la ciencia y del conocimiento, así como la teosofía, fue aquello  que siempre le atrajo  y con lo que formó muchos de sus textos literarios. Llegó a ser director de la Biblioteca Nacional de Maestros  y combinó su tiemplo entre el periodismo, la poesía y la política. Noé Jitrik califica a la figura del autor como “incómoda y llena de aristas”, para destacar de este sus narraciones que  “como propuestas textuales, ofrecen muchos motivos de interés”.

A Lugones podemos enmarcarlo dentro del modernismo. Los modos, los tonos y las técnicas de este movimiento  lograron filtrarse en la cultura popular (al menos hasta la llegada de las vanguardias). Era época donde predominaba el positivismo y es así que todo en cuanto a las actividades culturales e intelectuales, también en lo social y en lo político, se medía desde el método científico.

En ese contexto aparece  Las fuerzas extrañas. Trece cuentos, de los cuales ya ocho habían sido publicados en diarios y revistas, donde se bordea la ciencia o se sirve  de ella para explorar zonas desconocidas, tanto propias como ajenas. Continuando la tradición narrativa de Poe, coincidiendo con Horacio Quiroga en época y escritura, Lugones ya tenía a su público preparado  para la lectura de sus obras. Los lectores estaban ya predispuestos a identificar y disfrutar de cómo la ciencia estimulaba la creación literaria.

Yzur, entonces, es una ficción científica donde se cuenta todo desde la frialdad de un ensayo científico. Pero, como siempre en la literatura, hay una segunda capa. En este relato, donde solo parece que fuera la historia del mono que se niega a hablar  pese a los esfuerzos del amo, y del trabajo de un científico en pos del conocimiento, podemos detectar la resistencia del chimpancé frente al ser humano, así como esa necesidad o particularidad del lenguaje o de la palabra para escalar en la pirámide de la evolución. Bajo este logro, el otro planteo es hasta dónde habilita el hecho de poseerlo o no  la explotación del otro (y hasta se puede pensar práctica y simbólicamente). El narrador se llega a preguntar cómo es posible  que luego de haber “visto una humanidad detenida” a través de lágrimas, pensamiento, inteligencia y dolor, no poder lograr el objetivo, generando el punto más dramático de la historia, donde se azota hasta casi llevarlo a la muerte  en pos de lograr el objetivo.

El género fantástico tiene eso de ponernos frente a distintos acontecimientos que ponen en cuestión nuestras percepciones de las cosas o de los otros. O al menos nos ponen en un lugar donde identificamos que hay otra mirada que nos genera nuevas preguntas.

El cuento es del siglo pasado  pero la relectura de hoy nos indica que las miradas y las percepciones, así como los pensamientos, pueden responder a una época. Sin embargo, la facultad de preguntar y preguntarnos está intacta.  O debería estarlo. Es decir que los contextos pueden variar, o hasta hayan sido superados en muchas instancias  tanto en la ciencia como en la literatura, pero lo que no ha cambiado es esa inquietud por las cosas, esa interpelación y esa re significación por aquello que nos aterra o nos reconforta. Los miedos siguen estando allí sobre lo que podemos encontrar  inexplicable.

Jorge Luis Borges reconocía el lugar de Lugones en las letras nacionales. De hecho fue uno de los primeros en advertir el influjo de Edgard Allan Poe y de H. G. Wells en Las fuerzas extrañas, pero agregó que "esos textos estaban al alcance de todos pero sólo Lugones escribió 'Yzur'".

Borges también sentencia que  "no sabremos nunca si el fin corresponde a una realidad o a un alucinado deseo del narrador que ha ido enloqueciendo con su mono”. Es decir, Yzur no es solamente la historia cruel de un hombre de ciencia que intenta o enseña a hablar a un chimpancé para comprobar un postulado antropológico. Es, también,  una de las tantas formas de expresión del lugar que ocupa el ser humano científica y metafísicamente.

Si el egoísmo o el conocimiento y hasta el abuso de poder de los seres humanos habían sido los motivos para que los monos dejen de hablar, ahora este quería devolvérselo bajo una forma violenta. Se trata de una lectura de la historia. Uno y otro bajo una mirada metafísica y de extrema nitidez. Literatura pura que nos pone a pensar.

Leopoldo Lugones se suicida  el 18 de febrero de 1938 en una habitación de un hotel del Tigre ingiriendo veneno, como lo había hecho un año antes Horacio Quiroga (con quien en 1902 llevó  adelante por encargo del Ministerio de Educación  una investigación sobre las misiones Jesuíticas). Aún es un enigma el porqué, ya que no dejó ninguna declaración, pero se especulan muchos motivos.  “No hay,  en consecuencia, un dictamen concluyente sobre una personalidad que dio lugar a juicios tan antagónicos pero, en todo caso, lo peculiar es que unos y otro hallan en sus textos las pruebas de sus respectivos asertos”, sentencia Noé Jitrik.