Una audición llovida del cielo

Una audición llovida del cielo: Así tituló el diario La Razón al día siguiente de la experiencia llevada adelante por los “Locos de la azotea”. Comenzaba la era de la radio en nuestro país y en el mundo. Se cumplen cien años de aquel hecho y hoy, aquella que comparte el poder de la imaginación con los libros, sigue más viva que nunca.

30 de Agosto de 2020 08:59

La radio cumple cien años.  La bienamada aún hoy se impone y resiste a todos aquellos que la declaran muerta permanentemente, como a los libros.

Los radioaficionados y amigos Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, Luis Romero Carranza y Cesar Guerrico (conocidos como los “Locos de la azotea” por andar colgados de ellas ubicando cables y antenas) dieron el primer paso aquella noche mágica del 27 de agosto de 1920.

Audaces ellos, con tan solo un transmisor de cinco vatios de potencia, un micrófono para sordos ubicado en el paraíso del teatro Coliseo y una antena colocada estratégicamente en la cúpula de la casa de remate de Cerrito y Charcas, logran transmitir la opera Parsifal de Richard Wagner, dejando el certificado de la trasmisión inaugural.

Se asegura que la transmisión llegó  a 50 radios a galena, las que existían en ese momento en Buenos Aires, en 10 kilómetros a la redonda.

Fue la primera transmisión pensada en términos de difusión permanente. La idea era darle cierta continuidad artística. Esto le valió  ser la primera transmisión con algo parecido a una programación, ya que la primera transmisión radial del mundo había sido en el extranjero apenas una semana antes.

El 28 de agosto volvió con el mismo formato y la misma intención. Y así siguió hasta hoy. La radio nació con un fuerte vínculo con la cultura y su intención primaria estaba ligada a ella también.

Por esa época, la radio era un mueble enorme. Por lo general se la ubicaba en el centro de la casa y cumplía la función de “ordenadora del hogar”. Todo pasaba alrededor de ella. Todo lo que decía se debía cumplir.

El oyente la miraba con respeto. La admiraba y la quería. Ella lo acompañaba, lo entretenía y le enseñaba. A uno y a toda la familia. Todos concurrían a ella como hoy se va al cine o al teatro.

La radio contaba con elencos estables de radioteatros y orquestas permanentes de variados géneros. Todos los programas eran en vivo y estaba prohibido improvisar en ellos. Es decir, todo estaba guionado durante esos 20 minutos que duraba cada programa.

Tres eran las emisoras líderes por aquel entonces: El mundo, Belgrano y Splendid. Y hasta 1960 la radio se caracterizó por entretener y acercar la cultura a la gente, más que por la información o las opiniones.

Por aquellos años llega la televisión con Canal 7 a la cabeza. De a poco comienza a quitarle algunas de sus partes, así como a algunas de sus figuras.

Pero no pudo con su magia.

Por el contrario, la radio se aprovechó de los avances tecnológicos del momento  la radio portátil a transistores o la música grabada, por ejemplo, y con artística y creatividad salvó  la situación y ocupó el lugar que  aún hoy  mantiene.

Este hoy que llegó con recursos facilitadores para ella y su gente, como computadoras, internet, telefonía móvil, más instantaneidad.

El mensaje parece hecho para llegar al oído de quien lo escucha de modo exclusivo. Ahí hay parte de su magia” dice Carlos Ulanovsky.

Y la radio cumple 100 años. Y la radio nació para acercar cultura. Todavía sobrevive algo del espíritu inaugural de la radio con Parsifal sonando.

Hoy la radio se nutre de mucho y de muchos. En ella se encuentra de todo y para todos. Sigue valorizando algo más la herramienta suprema de la comunicación: la palabra.

Palabra que identifica también a los libros. Pero ¿qué lugar ocupan hoy los libros en la radio?

Decía Antonio Carrizo: “Lo que se puede transmitir es que la gente sepa que existen libros, música... Que sepa que por lo menos existen”.

En mi caso, la radio me señaló algunos mojones. Los Dolina, los Carrizo, los Jesús Quintero, entre otros, me sellaron títulos, nombres, sonidos, preguntas.

 “Un libro siempre es bienvenido, cualquiera  que tenga experiencia en radio se da cuenta de que la simple  mención de un libro, la lectura de un párrafo, la descripción de la tapa misma siempre suma en un contenido radial. Me parece que la presencia depende de la elección del libro apropiado a quien pueda responder, como dijo Borges: hay libros que están hecho para vos  y otros no. Hay que siempre saber qué libro va con cada persona. En Mar del Plata, los libros, ocupan un lugar  importante en la radio” sostiene Martín Kobse, periodista de Radio Universidad.

Para Mariana Castro (Soy leyendo, Radio De la azotea) este  lugar importante responde quizás a que “los libros y la radio comparten ese mudo analógico que quizás asociamos con un tiempo pasado, un tiempo detenido, pero que quizás guardan ese encanto”

Pero, ¿por qué y para qué hablar de libros hoy en la radio? Federico Bruno (Invasión de Brolis, Radio Brisas) responde ágilmente, “Yo invertiría la pregunta: ¿Por qué no hablar de libros en la radio? Es siempre una apuesta interesante que busca meter a alguien en una historia que no conoce”.

La magia continúa intacta. La radio como medio para compartir aquello que nos gusta, que nos enriquece.

Kobse argumenta: “Para mí un libro es una gran cosa por aquello que puede generarte.  A mí la lectura me ha alegrado la vida, me la ha hecho más interesante. No podría hoy vivir sin los libros, y no digo con esto que estoy todo el tiempo leyendo, pero sí, el saber que tengo un libro que me espera, un libro que he empezado y quiero continuar, que hay otros que me he comprado y leeré más adelante, todo eso forma parte de mi vida  y me gusta saber que puede pasar algo similar con otras personas. Inclusive disfruto mucho, no sé si acertar es la palabra, cuando acierto en una recomendación. Siento felicidad. Me pasaba cuando era librero y me pasa en la radio cuando recomiendo o entrevisto a escritores. Me genera mucha felicidad. Quizás sea ese el motivo por el cual yo difunda o quiera hacerlo en la radio”.

Compartir esa maravillosa experiencia que es la lectura. Experiencia porque uno no sale igual de ella, una vez pasada. “Trabajo para que otres  lean y disfruten de esa experiencia como yo y,  cuando digo disfrutar,  no estoy refiriéndome a que siempre sea una experiencia fácil. Me parece que en la dificultad  y en lo complejo que ofrece la práctica de la lectura, también está el placer en el sentido de desanudar los enigmas que tiene un libro” sostiene Mariana Castro.

La imaginación es la mejor aliada a la hora de escuchar radio. Así como a la hora de un buen libro. Esa imaginación te transporta a otros mundos, te ofrece preguntas, te sienta en un teatro inesperado con gente a quien vos le pones rostro, edad, personalidad. La magia, de nuevo, de la radio y del libro.

“Imaginación: ahí está el desafío del entrevistador, del conductor  y del autor para hablarle a alguien que no leyó ese libro y atraparlo, así como ser lo suficientemente interesante para alguien que sí ya lo leyó. Imprimirle una curiosidad y hacer volar la imaginación del oyente es la apuesta  más grande en estos casos” sostiene Federico Bruno. El oyente y el lector del mismo lado. Para Mariana Castro fue toda una prueba poder llegar a ellos. “Me costó acostumbrarme al lenguaje de la radio, soy más de mostrar los libros. El contacto físico con los libros es incomparable, entonces en la radio hay que recuperar eso y muchas veces  hablo del formato de los libros, de la tapa, de lo que se puede ver, pero  siempre intentando que el oyente lo imagine, tanto en su forma como en su contenido. Muchas veces leo algunos fragmentos de los libros y eso es interesante también. Que se escuche el tono de esa construcción es un recurso interesante, además de comentarlo” dice.

Las coincidencias abundan. La radio es diálogo, los libros también. La radio tiene como mejor aliada a la imaginación y los libros también. Vale en uno y otro, ese ida y vuelta que genera cierto encanto particular.