Wally Vilte, la vestuarista de los famosos que hoy vive de hacer arreglos de costura

Trabajó con Jorge Porcel, Carmen Barbieri y durante cinco años recorrió el país con el circo Servian. “Lo mío es crear”, dice.

20 de Septiembre de 2020 08:10

 

Hace casi cuarenta años, cuando recién llegó a Mar del Plata y debió vivir unas semanas en la calle hasta poder pagar el alquiler de su primer departamento, Wally Vilte (58) no sabía que en algún momento iba a poder vivir de lo que le gustaba -o ser autosustentable, como prefiere decir- y, mucho menos, que lo iba a hacer a lo grande.

Con su transición ya iniciada, Wally se mudó de Solano, Quilmes, a Mar del Plata en busca de su “lugar en el mundo”. “Cada vez que venía para acá se me pasaba una alergia que yo tenía, así que pensé ‘ese es mi lugar’”, cuenta. Al llegar, tenía poco más de veinte años y casi nada de dinero en los bolsillos, así que durante los primeros días durmió en la Playa Popular. 

Si bien desde chica había aprendido a hacer trabajos de costura, la necesidad la llevó a trabajar en la prostitución. Así fue cómo juntó algo de efectivo y lo invirtió en el alquiler del primer departamento que compartió con una compañera que había conocido en la noche. “Dormía en la playa y el dinero que ahorraba lo escondía dentro de una lata que enterraba en la arena, junto a una de las columnas del muelle de los pescadores, bajo el cartel de Celusal”, se acuerda.

Wally tiene cinco hermanos con los que, asegura, se lleva “bien, porque son familia”. Su mamá, que falleció el año pasado, nunca pudo aceptar su cambio de identidad. “Creía que era algo que estaba de moda, para ella siempre fui su hijo”, explica, aunque eso no impidió que siempre mantuvieran una buena relación. En cambio, con su padre, quien había abandonado el hogar familiar cuando eran chicos, pudo reanudar sus lazos hace veinte años. “Lo tuve que conocer de nuevo. Él vive en Tres Arroyos y antes de ir a verlo le fui avisando que no se iba a encontrar con la persona que él se esperaba, que mi imagen era otra”, relata. Hasta antes del aislamiento obligatorio solía visitarlo con frecuencia. Tienen un pacto: del pasado no se habla.

Durante varios años Wally continuó trabajando en prostitución, hasta que pudo montar su primer taller de costura y empezar a estudiar diseño de indumentaria. También dio clases de costura en una ONG de personas con discapacidad y fue una de las responsables de la instalación del taller textil Claudia Pía Baudracco en el barrio Jorge Newbery, en donde se le ofrece una alternativa laboral a  mujeres travestis y trans. En una oportunidad tuvo un polirrubro y, a pesar de que al principio le fue bien, esa etapa coincidió con un momento oscuro de su vida producto de su adicción a las drogas y terminó cerrando el negocio. 

¿Su especialidad? La ropa teatral y los vestidos de fiesta. Así fue cómo empezó a trabajar con los artistas que llegaban a la ciudad para hacer temporada. Sus buenas referencias pasaban de boca en boca y eso le permitió poder dedicarse de lleno a su pasión: crear. 

Uno de sus primeros trabajos fue hacerle “unos arreglitos” a la ropa de Jorge Porcel y desde entonces siempre tuvo trabajo: pasó por las compañías de Carmen Barbieri, Miguel Ángel Cherutti, Moria Casán, Alberto Martín, Santiago Bal, la Tota Santillán y Flavio Mendoza. También vivió cuatro años con los integrantes del grupo Caviar que dirigía Jean Francois Casanovas y durante otros cinco recorrió todo el país con el Circo Servian. “Venía a mi casa cuando  el circo se cambiaba de lugar y después volvía, fue lo mejor que me pasó en la vida”, asegura. En el último verano colaboró con la confección del vestuario de la imitadora Fátima Flores.

“Mi trabajo consiste en sorprender al artista. El problema es que a veces piden cosas que ni siquiera hay en el país, entonces mi desafío es mezclar los materiales que hay en el mercado hasta lograr que quede igual o mejor de lo que ellos esperan”,  explica Wally, que está en pareja desde hace quince años y tiene siete perros “chuecos, torcidos y ciegos” que fue rescatando de la calle.

Hoy, lejos del verano y con la incertidumbre de lo que ocurrirá a fin de año por la pandemia, Wally se dedica de lleno a su comercio de indumentaria y accesorios “Wally Desing”, ubicado en el local 52 de la Galería Luro, en el trabaja nueve horas todos los días. Allí, hasta hace unos meses, vendía vestidos de fiesta pero el inicio de la cuarentena y la irremediable caída de clientes -”¿para qué te vas a comprar un vestido ahora?”, se ríe-, la obligaron a cambiar el rumbo del negocio. “Ahora, agarro lo que venga: parches, arreglos de cierres. Eso sí, hago arreglos creativos, es decir, el trabajo sale como vos querés pero con algún toque mío; siempre trato de volcar algún diseño”, dice. Y si bien reconoce que los ingresos son menores, asegura que logró tener un flujo de dinero continuo con el que, al menos, está al día. “Soy autosustentable y eso me deja tranquila”, afirma.

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