Un conde y una Iglesia del siglo XII: historia de la comunidad rusa en Mar del Plata

Mar del Plata cuenta con una de las colectividades más grandes de Latinoamérica al punto que es una de los dos distritos que cuenta con presencia viceconsular. En la época de esplendor, las familias nobles exiliadas pasaban sus veranos en la villa balnearia.

Mar del Plata alberga a unas 500 familias rusas. Foto: 0223

21 de Noviembre de 2021 08:16

Las corrientes migratorias no solo trajeron a Mar del Plata españoles e italianos que huían de la Primera Guerra Mundial en busca de un futuro mejor. Junto a ellos también llegaron familias rusas que intentaban dejar atrás los horrores que habían vivido en las convulsionadas tierras gobernadas por los zares.

Cuando en 1909 la familia Ortiz Basualdo proyectó la construcción de su villa de veraneo pintoresquista en Viamonte y Colón, nunca imaginó que entre los decoradores se encontraría un carpintero ruso de apellido Kroplis que sería el encargado de realizar los empapelados de la villa más moderna de la ciudad que contaría con ascensor -toda una novedad para la época- y jardines con cancha de tenis.

“Kroplis es la primera familia rusa que llegó a Mar del Plata y se estableció”, cuenta el Decano del Cuerpo Consular y  Cónsul Honorario de la Federación de Rusia en Mar del Plata, arquitecto Jorge Kuznetzov a 0223, al tiempo que aclara que las primeras familias que llegaron a la ciudad eran trabajadores que, en su mayoría se dedicaban a la construcción en madera.

Mar del Plata cuenta con 500 familias de la colectividad rusa. Foto: 0223

Según explica el diplomático, el mayor número de inmigrantes de la colectividad llegó a la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial y se fueron estableciendo en dos zonas puntuales de la ciudad: el barrio Alfar al sur de Mar del Plata y la zona de la avenida Estrada

"Mar del Plata es una de las dos ciudades del país con mayor presencia rusa", dice Kuznetzov al tiempo que destaca que Argentina es el país con de Latinoamérica con mayor cantidad de inmigrantes de la Federación Rusa y Mar del Plata es una de las dos ciudades que cuenta con una dependencia Consular. "Aparte del Consulado que se encuentra en Buenos Aires, la ciudad de Oberá, Misiones y Mar del Plata tienen su Consulado Honorario por la gran cantidad de residentes con ciudadanía rusa", explica el Arquitecto.

En este sentido, Kuznetzov aclara que si bien no hay un censo actualizado, de acuerdo a la última celebración que se realizó de manera multitudinaria dentro de la colectividad en diciembre de 2019 se contabilizó un total de 500 familias. "Es un número más que importante", dijo.

 

Un conde en Mar del Plata

Como tantas familias de la elite porteña, el conde Juan Eugenio de Chikoff -que había emigrado a Buenos aires escapando de la Revolución Rusa que terminó con la dinastía zarista-  se sumó a la tradición de pasar los meses de calor en las villas de veraneo que por entonces abundaban en Mar del Plata. Así, según el recuerdo de su hija, la mediática condesa Eugenia de Chikoff, el hombre pasaría durante las décadas del '20 y '30 largas estancias en la ciudad en la que además se dedicaría a instruir y distraer a la aristocracia, que alternaba sus noches en el Club Ocean y el Club Mar del Plata, mientras que por las tardes instruía en esgrima a los jóvenes en el Paseo General Paz.  

Chikoff nació en 1896 en Moscú y dedicó su vida a estudiar idiomas y arte. Cuando la Revolución Rusa estalló en 1917, el joven conde se encontraba en París y, según dicen, estaba convencido que la tradición zarista retornaría al poder. Pero, al enterarse que su familia había sido exterminada al igual que otras familias nobles, decidió viajar a Buenos Aires, donde los porteños lo adoptaron como un distinguido miembro de la sociedad. Juan Eugenio de Chikoff nunca olvidó la educación recibida en la Rusia zarista y defendió a ultranza su origen noble

“Era un hombre muy distinguido que toda su vida vivió de sus títulos”, explica el cónsul honorario. El noble, que se presentaba como aviador, periodista, jinete y bailarín, contaba con una pequeña fortuna, una vasta educación que incluía el dominio de nueve idiomas y un amplísimo conocimiento en diversas ramas del arte y las reglas de etiqueta. En consecuencia, una vez llegado al país, se dispuso a dar clases de modales, protocolo, ceremonial y danza. 

El Conde Juan Eugenio de Chikoff enseñaba esgrima en el Paseo General Paz. Foto: Fotos de Familia

A poco de llegar, fue anoticiado del fusilamiento de la familia imperial y decidió nacionalizarse argentino y desposar a Adélaïde Baechtel, una francesa de notoria familia, con quien tuvo dos hijos: Jorge y Eugenia. Su heredera, años más tarde, fue mediáticamente conocida como la condesa de Chikoff. “Era difícil convivir con mi padre. Cualquier silla le servía como trono. Era un hombre hermoso y las mujeres eran fatales”, lo justificaba su hija.

Fue él quien le quitó al tango sus movimientos “reos y procaces” y lo introdujo como una danza más de los salones aristócratas. “Él inventó el paso ‘1, 2, 3, 4 y cruce’. Guste o no, pero no lo reconocen porque no les parece bien que un ruso haya sacado del suburbio el tango habiéndolo pulido para que en el Barrio Norte se pudiera bailar”, reveló en una entrevista a La Nación la Condesa años antes de su muerte, en 2013..

El noble llegó a asesorar al presidente Marcelo Torcuato de Alvear en 1928 y también a Eva Duarte, a pedido de su esposo, el presidente Juan Domingo Perón, en materia de ceremonial. En esa época tuvo acceso a los medios de comunicación y ganó trascendencia pública.

“Basta de protocolo, Juan, para mí sos siempre el tocayo. Quiero que le enseñes protocolo y ceremonial a mi señora. Quiero que le enseñes a Eva, porque toma la sopa cantada”, le dijo Perón al conde, quien de inmediato se dio a la tarea de instruir  a la primera dama en la residencia presidencial.

Se cuenta que, después de varios meses de intenso trabajo, los resultados logrados por Chikoff fueron increíbles. Pero una tarde el noble llegó hasta el despacho presidencial con una fuerte queja sobre Evita: “Las malas palabras... Cuando su mujer se enoja es incontrolable. Me doy por vencido”, dijo y renunció.

Murió en 1988, a los 92 años y su nombre fue recordado en el tango “Chikoff”, del pianista catalán Manuel Jovés.

"Pinta tu aldea y pintarás tu mundo"

A principios de siglo, los referentes de la comunidad rusa marplatense se hicieron eco de frase atribuida al escritor Liev Nikoláievich “León” Tolstoi, que reza “pinta tu aldea y pintarás tu mundo” y, tras escuchar las necesidades del numeroso grupo de descendientes soviéticos pusieron manos a la obra y comenzaron las gestiones para que la ciudad  contara con un espacio de reunión en el barrio en el que aún hoy tienen mayor presencia: la Reserva Forestal El alfar.

Así, luego de conseguir un terreno cedido por la municipalidad, el vicecónsul ruso se dio a la tarea de diseñar una Iglesia que evocara el arte sacro. “Es un templo que, si bien está construido con materiales actuales, está inspirado en el estilo arquitectónico sacro del siglo XII”, dice Kuznetzov. En la zona, además, la comunidad cuenta con la Plaza de los eslavos y dentro del terreno de la parroquia hay un gran parque y un salón en el que se realizan varias actividades de la comunidad.

El arquitecto Jorge Kuznetzov estuvo a cargo de la construcción de la Iglesia Rusa Ortodoxa. Foto:0223

El templo se levanta en la esquina de Borthaburu y Astor Piazzolla sobre un llano en el Alfar y puede observarse imponente desde la entrada al barrio. Si bien no está realizado en piedra blanca respeta la construcción vertical colorida con múltiples cúpulas contrastantes con el paisaje que ofrece la Reserva Forestal. Siguiendo las disposiciones de Vladimir I de Kiev, el templo cuenta con un campanario externo e independiente de la Iglesia y arcadas en medio punto.

Según el relato del diplomático, en 2002 la Municipalidad de General Pueyrredon donó los terrenos y en el 2006 se colocó la piedra fundamental y cuatro años mas tarde se inició la construcción que fue financiada en parte por la Federación de Rusia y la Fundación Diócesis de Argentina y Sudamérica de la Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú.

La Iglesia está ubicada en el corazón del Barrio Alfar. Foto: 0223

Desde 2019, el templo cuenta con un campanario que fue donado durante la última visita del Cónsul a Mar del Plata, ese mismo año. Para la comunidad rusa, las campanas son generadoras de energía ultrasónica. De acuerdo a la antigua creencia, el repiquetear de las campanas era capaz de destruir el entorno causante de enfermedades. “La población consideraba que hacerlas repicar ahuyentaba el mal y, por eso cuando alguna epidemia azotaba las ciudades, las campanas sonaban durante todo el día”, explica Kuznetzov

Este era un terreno elevado ubicado en una esquina, permitiendo que el edificio pudiera liberarse de las medianeras y dentro de una reserva forestal cuidada por la vecindad, sita en la intersección de las calles Borthaburu y Astor Piazzolla del barrio El Alfar. “La chasnova es un legado para la comunidad rusa”, sostiene el arquitecto

De Serbia a Mar del Plata sin escalas

Mientras Josip Broz Tito se convertía en el primer presidente de la Nueva Yugoslavia Socialista  federativa, las potencias del Eje ocupaban y despedazaban los Balcanes y se creaban campos de concentración y exterminio de serbios judíos y gitanos, la ciudad de Bechkerak, era bombardeada por las tropas alemanas que ocupaban Serbia. En un hospital, en medio del caos generado por la guerra nacía Yuri Nicolaevich Kuznetzov

“Los alemanes tenían la creencia que bajo la cruz roja pintada en el techo de los hospitales se guardaban armamentos y bombardeaban rompiendo cualquier código”, dice a 78 años de aquel episodio Jorge Kuznetzov mientras agrega que el hospital era el único que quedaba en pie en la ciudad y, horas antes del bombardeo su madre había ingresado con trabajo de parto. “Cuando empezó el bombardeo los médicos y las enfermeras empezaron a evacuar a los enfermos y en una sala quedaron mi madre y otra parturienta que no podían ser trasladadas, así que ahí en medio de las detonaciones nací yo”, recuerda.

Kuznetzov y su familia llegaron de la naciente Yugoslavia en 1951. Foto: 0223

La infancia en la naciente Yugoslavia no era lo que se dice una infancia color de rosas. Jorge, junto a los niños del poblado jugaba entre los escombros que quedaban tras una jornada de guerra y, de pequeño supo lo que era trabajar en el campo. “Fue una infancia muy dura, muy difícil. Tengo algunos recuerdos de esos años, pocos porque cuando cumplí los seis años mis padres decidieron irse del imperio de Serbia con toda la familia y emigramos a Italia primero y de ahí nos vinimos a Mar del Plata”.

En el Imperio serbio, Jorge jugaba en las calles destruidas, corría dentro de las catacumbas y religiosamente en épocas de cosecha ayudaba a su familia. “Cuando se acercaba el tiempo de cosechar venían los soldados y se llevaban todo, después íbamos todos sin importar la edad que teníamos al sembradío y levantábamos lo que ellos dejaban ¡y nos comían los mosquitos!”, recuerda.

Las picaduras de mosquitos no son lo único que recuerda Kuznetzov de sus días en Serbia. Para subsistir en una ciudad arrasada, su familia había instalado en el patio un panal de abejas para producir miel y contaban con una pequeña granja. “El grito de los chanchos cuando los carneaban es algo que todavía retumba en mis oídos y no te creas que las abejas fueron mucho más amables que los mosquitos”, dice. Cansados de ese tipo de vida,  en 1950 sus padres decidieron emigrar como refugiados hacia Italia y se quedaron allí durante un año. Una vez que consiguieron toda la documentación, a los inmigrantes se les daba a elegir entre una serie de países dónde vivir y ellos eligieron Argentina.

Desde 2015, Kuznetzov es consul honorario de Rusia. Foto: 0223

De Italia vinimos directamente a Mar del Plata y nos instalamos en la Avenida Vértiz que por entonces era un área rural”, cuenta mientras recuerda que para él, la adaptación a su nuevo país de residencia fue sencilla ya que las costumbres criollas eran similares a las italianas y el idioma también era parecido. “Yo había estado ayudando a mis padres y mis abuelos con la traducción durante el año que estuvieron haciendo todos los papeles para poder viajar así que el idioma no fue un problema”, cuenta.

“Cuando llegamos a Mar del Plata mis padres se ocuparon de escolarizarnos en el sistema público y nos pusieron una sola condición: cuando cruzaba la puerta de entrada a la casa, se hablaba ruso y se respetaban todas las costumbres. Ellos eran rusos y habían llegado a Serbia escapando de las revoluciones que se desataron después de la Primera Guerra y las condiciones de mantener las tradiciones las mantenían cuando estábamos en Serbia también”, aclara.

Kuznetzov se graduó en Mar del Plata como Constructor Naval y en paralelo comenzó a estudiar Arquitectura en la Universidad Nacional de la ciudad y Música en Complementaria. “Gracias a Dios pude ejercer todas las profesiones”, dice el hombre que alternó su trabajo con la docencia en materias como Historia del Arte; Historia de la Cultura y Estéticas Contemporáneas; Música y Pintura sin descuidar su actividad dentro de la colectividad rusa.

“Siempre estuve vinculado de diferentes maneras con la colectividad, en actividades puntuales o realizando traducciones hasta que en 2015 la Embajada de la Federación Rusa  en Buenos Aires dijo Basta y decidió darme el cargo de Cónsul Honorario de la Federación de Rusia”, dice. El cargo tiene jurisdicción en las ciudades de Necochea, Bahía Blanca en la Provincia de Buenos Aires, y en las Provincias de La Pampa, Rio Negro y Chubut en la República Argentina.