El Mercado de Pulgas, un atractivo para coleccionistas y curiosos que cumple 25 años

Funciona desde el verano del ‘96 en Plaza Rocha y desde entonces no sólo no perdió vigencia, sino que tampoco dejó de crecer. Una recorrida por un paseo tradicional de Mar del Plata.  

7 de Febrero de 2021 15:28

Por Redacción 0223

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Video y fotos: Lucila Defferari

Texto: Luciana Acosta

Herramientas, libros, cómics, adornos, vajilla, cuadros, lámparas, vinilos, CD's, cassettes, muñecos, vestidos antiguos. En el Mercado de Pulgas, un paseo clásico de Mar del Plata, es posible encontrar todo eso y mucho más. Comenzó a funcionar en el verano de 1996 sobre la calle 20 de Septiembre, entre avenida Luro y San Martín, en un lateral de la Plaza Rocha. En ese entonces eran apenas 14 los puesteros que ofrecían antigüedades al aire libre, todo los días, entre las 16 y las 22, bajo la iluminación de algunos faroles a gas que le daban al lugar un aspecto bohemio.

Con el tiempo se fueron sumando otros comerciantes y hoy ya son alrededor de 60. El crecimiento de la feria y de la inseguridad los obligó a cambiar de horario y desde hace varios años es posible encontrarlos de viernes a domingo, entre las 10 y las 17, siempre en el mismo lugar. 

Matías Irigoin es realizador audiovisual y desde hace seis años se dedica a vender antigüedades y artículos de colección en el Mercado de Pulgas. “Es un espacio cultural, de encuentro con marplatenses y turistas en el que podemos hablar de lecturas, música, juguetes de colección. Elegí trabajar acá porque me da tiempo para hacer cine, televisión y la verdad, me gusta este trabajo”, dice.

Si bien reconoce que el paseo es un atractivo para los turistas, Matías advierte que también es un punto de atención para quienes viven en la ciudad todo el año y se interesan por las antigüedades, un mundo al que ingresó de muy chico, a partir de los adornos que solía comprar su abuela cada vez que viajaba.

Como la mayoría de los anticuarios del lugar, el comerciante accede a la mercadería cuando una familia se muda o se produce un fallecimiento y sus allegados no tienen dónde conservar sus pertenencias o, simplemente, no les interesa hacerlo y, de paso, consiguen algo de dinero. “El negocio es tratar de comprar el objeto un poquito más barato y venderlo a un poquito más”, confiesa. En su puesto, por ejemplo, tiene a la venta una de las primeras ediciones del famoso libro de Doña Petrona.

Aunque hay artículos costosos, también hay puestos con ofertas a 50 ó 100 pesos. “La particularidad del Mercado de Pulgas de Mar del Plata, comparado con San Telmo, por ejemplo, es que los precios son en pesos y son accesibles”, remarca Irigoin, quien asegura que son habituales las visitas de clientes de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, entre otros puntos del país.

Enrique Bustos, es uno de los primeros anticuarios que se instaló en Plaza Rocha, hace ya 25 años. “Primero venía mucho turismo pero ahora, prácticamente, es una feria para los marplatenses y gente de ciudades de la zona, como Tandil, Balcarce o Villa Gesell”, dice. 

Al igual que Matías, Enrique tiene además otra profesión: durante la semana es peluquero y atiende su propio negocio, mientras que los fines de semana se pone al frente de una mesa con objetos que van desde jarrones importados y cristalería hasta collares y adornos de marfil, aunque también supo tener vestidos de la década del ‘20 y obras de arte francesas, entre otras excentricidades. “Yo vengo a trabajar y a divertirme. Si no me resulta divertido, no tiene para mi el fin logrado”, explica.

En su casa, su interés por las antigüedades comenzó a pequeña escala, cuando compraba en remates y se quedaba con “el descarte de lo que compraban los anticuarios”. “Paradójicamente, cuando abrí, los anticuarios venían a comprarme a mí. Yo siempre compraba las cosas que estaban dentro de mis posibilidades económicas pero se ve que supe elegir bien porque terminaba vendiéndole a ellos”, cuenta. Incluso, admite que todavía le pasa que a veces aparece alguno “para ver si uno está medio dormido con los precios” y tratar de conseguir algún objeto a menor valor. “La mercadería tiene un precio pero bueno, estamos en un Mercado de Pulgas. Siempre digo que, sobre los precios que doy, si no me pelean, no le vendo”, advierte.

Lo más buscado de su puesto son las cajas musicales. Sin embargo, Enrique no descarta ninguna opción a la hora de decidir con qué mercadería se va a quedar. “Cuando voy a comprar a una casa, el estómago me hace cosquillas porque no sé con qué me voy a encontrar”, dice. Y recuerda el día que fue a la vivienda de un hombre que buscaba deshacerse de las pertenencias de su madre fallecida. “Vendía todas las cosas, pero cada vez que le preguntaba por algo en particular, me decía: ‘¡eso era de mamita!’ Al final, me llevé diez cajas con cosas de 'mamita'”, se ríe. “Lo sentimental no tiene precio y yo no puedo comprar ni vender sentimientos porque eso está en cada uno. Al principio me gustaba saber qué uso le iban a dar a las cosas pero, con los años, compro, vendo y que lo usen para que lo quieran”, agrega.

Para Bustos, trabajar en ese espacio de la ciudad “representa venir con toda la onda y tener buena comunicación con la gente”. “Si no tienen plata, no importa. Lo que importa es que la gente pueda ver, tocar, observar porque, quizás, en otro momento, sí tiene plata y compra. Es una forma de vida, de trabajo, sacrificio”, resume.