Entre sirenas de ayer y las de hoy

Figura mitológica reconocida, su imagen ha devenido en otra muy distinta a su original. La sirena es una figura relevante en la Odisea y también en Las Argonáuticas. ¿En qué se transformó su imagen y su simbolismo?

6 de Junio de 2021 08:28

A las sirenas se las conocía en la Antigua Grecia como “genios marinos”. Su origen es confuso, mientras que algunas fuentes aseguran que son hijas de la musa Melpomene y del dios-río Aqueloo, otras aseguran que en realidad son hijas de Aqueloo y Estérope (heroína griega). Otros, sin embargo, indican sus orígenes en la suerte de Aqueloo: nacieron de su sangre al ser herido por el mismísimo Heracles.

El primer registro que se tiene de ellas es en la Odisea de Homero.  Aquí solo se nombran dos de ellas, pero en la tradición se mencionan tres: Pisínoe, Agláope, Telxiepia, llamadas también Parténope, Leucosia y Ligia.

En los textos antiguos las sirenas no están solas, sino en un grupo de dos o tres. Tampoco en medio del mar, sino aguardando en la costa el paso de los distintos barcos. Vale decir que desde el principio ningún héroe griego sentía ganas de verlas. Según las tradiciones, su atractivo iba unido al espanto. Dicho atractivo estaba más vinculado a su misteriosos canto (brindaban sabiduría, dirán algunos) más que a su belleza.

Se las reconoce como “músicas notables” y, según Apolodoro, una tocaba la lira, otra cantaba y la tercera tocaba la flauta. Se cuenta que habitaban una isla rocosa del Mediterráneo y con su música atraían a los navegantes que pasaban por ahí. Al acercarse a la costa las rocas se encargaban de la nave y ellas devoraban a los imprudentes y excitados marineros.

Según Homero, Odiseo manda a tapar los oídos de su tripulación con cera y él se hace atar al mástil, con orden de que nadie lo desatase por insistentes que fuesen sus ruegos, para poder escucharlas sin caer en su hechizo. Se dice que las sirenas, despechadas por su fracaso, se precipitaron al mar y perecieron ahogadas (después del fracaso no les queda más que desaparecer, así fue la suerte de la esfinge de Tebas, cuando su enigma es resuelto por Edipo; y también la de las Rocas Entrechocantes que quedan fijas una vez que la nave de los argonautas cruza entre ellas sin quebranto).Asimismo se cuenta que los Argonautas pasaron cerca de las sirenas, pero  Orfeo cantó tan melodiosamente mientras el Argo estuvo al alcance de su música, que los héroes no sintieron la tentación de abordar, excepto Butes  que se arrojó al mar para ir a su encuentro, pero que fue salvado por Afrodita.

En la primera descripción que se hace de ellas aparecen como criaturas con rostro de mujer, cuerpo de ave y una muy bonita voz. Con el tiempo, su figura devino en una criatura con la mitad superior de una mujer y la parte inferior de un pez. En los vasos griegos más antiguos estaban representadas como pájaros coronados por una cabeza de mujer con la boca abierta que canta.

Lo cierto es que desde la antigüedad, los mitógrafos han especulado con la doble forma de las sirenas. Ovidio dice que no siempre habían poseído alas de ave. Anteriormente eran compañeras de Perséfone, pero, cuando ésta fue raptada por Plutón, pidieron a los dioses que les diesen alas para poder ir en busca de su compañera tanto por mar como por tierra. Otras voces indican que Afrodita les había arrebatado su belleza porque despreciaban los placeres del amor.

Se dice que también buscaron rivalizar con las propias musas. Estas, enojadas o furiosas por sus intenciones, las desplumaron, coronándose con sus despojos.

Las sirenas fueron antiguamente asociadas a la imagen de la muerte. Según aseguran muchos, esto se debe a la influencia de Egipto, que representaba el alma de los difuntos en forma de pájaro con cabeza humana. Por consiguiente, la sirena se ha considerado como el alma del muerto que ha errado su destino.

Pero a pesar de las leyendas y los mitos, estas lograron ser consideradas divinidades del más allá que buscan encantar con la armonía de su música a los bienaventurados que alcanzan las Islas Afortunadas (así se las representa en algunos sarcófagos).

Distintos diccionarios de símbolos coinciden en que en la imaginación tradicional lo que ha prevalecido de las sirenas es el simbolismo de la seducción mortal. Si se compara la vida a un viaje, las sirenas representan las emboscadas, nacidas de los deseos y de las pasiones. Por salir de los elementos indeterminados del aire (pájaros) o del mar (peces), se han convertido en creaciones de lo inconsciente, de los sueños fascinantes y terroríficos, donde se dibujan las pulsiones oscuras y primitivas del hombre. Simbolizan la autodestrucción del deseo, al cual la imaginación pervertida no presenta más que un sueño insensato, en lugar de un objeto real y de una acción realizable. Es preciso aferrarse como Ulises a la dura realidad del mástil, que está en el centro del navío, que es el eje vital del espíritu, para huir de las ilusiones de la pasión”.

Sirenas: seres marinos con cabeza y pecho de mujer y el resto del cuerpo de pájaro, o de pez, que siendo consideradas tan dañinas y temibles como las Arpías o las Erinias, pasaron a representar las armonías celestiales.

Son seres entre dos mundos, entre la tierra y el mar; la vida y la muerte; este mundo y el otro; el mundo celeste y el submarino. Seres encantadores y audibles, salvo aquellas de Kafka, que guardan un pasaje a esos otros cosmos.

El mito de las sirenas es uno de los más persistentes y a través del folklore de muchos pueblos marineros se conservan credenciales relativas a ellas hasta la actualidad. Un mito que ha permanecido y perdurado a través de los tiempos como el mismo cantar de las sirenas. Así es que dice Tzvetan Todorov “El canto de las sirenas es, a la vez, esa poesía que debe desaparecer para que cobre vida, y esa realidad que debe morir para que nazca la literatura. El canto de las sirenas debe detenerse para que un canto sobre las sirenas pueda aparecer. Si Ulises no hubiera escapado a las sirenas, si hubiera perecido a sus rocas, no habríamos conocido su canto: todos los que lo habían oído habían muerto por él y no podían trasmitirlo. Ulises, al privar de vida a las sirenas, les ha dado, por el intermedio de Homero, la inmortalidad”.

Y las sirenas han llegado tan lejos que, Charles Cagniard de La Tour inventó hacia 1820 un artefacto capaz de producir un sonido estridente que llamó “sirena” (sirène) porque su pitido podía oírse incluso en medio del agua. Este artificio chillón tuvo rápidamente un uso práctico, perdurable y significativo para la sociedad. Contando con el mismo nombre (incluso lo comparten en distintos idiomas) de aquellas criaturas míticas, este  ruidoso instrumento invita al estado de alerta o a la huida.

Es así que las sirenas y su canto se ha convertido en, casi una expresión utópica y romántica. Hoy solo sus ecos llegan a nosotros, pero bien valen para dejarse tentar y disfrutar, o padecer, en ellos como se hizo siempre.