Rodolfo Braceli y su perfume de gol, once años después

Recupero una charla con el escritor y periodista Rodolfo Braceli, quien participó del ciclo Verano Planeta 2010. Presentó Perfume de Gol, diecisiete cuentos donde el fútbol y las mujeres son protagonistas. Anécdotas y reflexiones del poeta mendocino.

1 de Agosto de 2021 09:03

Uno de los invitados al ciclo Verano Planeta del 2010 fue el escritor y periodista Rodolfo Braceli. En aquella oportunidad, venía a presentar un libro de cuentos sobre fútbol: Perfume de gol (Planeta – 2009). Sobre él dijo Héctor Tizón, “Es que el fútbol no es aquí más que un gran pretexto, absolutamente válido y digno, para meditar con hondura y con gracia sobre lo esencial de nuestra vida”.

Braceli reflexiona sobre y con el fútbol. En estos 17 cuentos, más un prefacio, el autor pone en valor el rol de las mujeres en torno a este deporte, como madres, hermanas y parejas, pero también como árbitros, como jugadoras y como ensayistas. El propio autor  en aquella oportunidad reflexionaba diciendo: “Por mucho tiempo se ha mirado a la literatura de fútbol de soslayo, como un género menor, pero no lo es de ninguna manera. Creo que en mi caso, mis cuentos pueden reunir en la lectura tanto al hombre como a la mujer. En este caso la mujer tiene activa participación  en ellos, no necesariamente tiene que ser alguien que ama y sabe de fútbol”.

-¿Y hasta dónde se puede llegar con él?

- Yo trato de capturar pequeños trozos de nuestra condición humana argentina. El fútbol es el mejor espejo que nos espeja a los argentinos como sociedad, si nos vemos en función de nuestro exitismo y derrotismo, si observamos la violencia, si vemos cómo las supersticiones se convierten en religión, o cómo la religión se convierte en superstición, o si le prestamos atención a esa cosa subcutánea y escondidita que es el racismo,  bastante escondido y fuerte, todo esto sale a relucir a través del humor, de la ficción, del delirio que están en estas historias.

-Además une, socializa…

- Unifica como nada. Es el fenómeno, se da en todo el mundo. Ese emparejamiento que se debe al fútbol nomás, el alarido del gol que se da al mismo instante junta al sabio, al científico, al premio Nobel, a un obrero de la construcción, a un desocupado o a un analfabeto. No creo que haya  otra actividad humana que lo logre.

- Inclusive a un Borges que negándolo lo ponía en presente.

- Conversamos mucho con don Borges sobre eso. Y a él realmente le parecía una guarangada irracional ir detrás de una pelota. Y yo le decía, ‘¿Cómo puede detestar algo que no ha visto, que no conoce?’ Y él me respondía que eso probaba su insignificancia en materia de opiniones: ‘Yo no tengo la culpa de que los demás me tomen en serio’, decía.

Los cuentos se fueron gestando a lo largo de muchos años, “casi sin darme cuenta” dirá Braceli. Y fueron tantos que lo más difícil se puso cuando hubo que elegir los 17 textos que componen el libro. En esta instancia, su perro tuvo un rol muy activo. El poeta lanza la anécdota como si nada, “Tenía cuarenta historias y tenía que seleccionar menos de veinte. Tenía ocho o diez y ya no podía más. Empecé a sentirme como un padre que traiciona al hijo. Entonces pensé en mi perro labrador  que cuando entra a mi lugar de trabajo lo primero que hace es ir al cesto y sacar papeles con el hocico. Puse la primera página de todos los cuentos no seleccionados y, cuando entró, fue a agarrar hojas  y me las daba. Así fui eligiendo los cuentos. Puedo decir que él participó activamente de la selección y yo, sin remordimiento”.

Entiendo el fútbol como parte inherente –y por eso indiscutible- de   la vida. Algo así como el amor a la madre, como a la lluvia, como  la patria…” dice en el posfacio, quizás dando razón a aquellos que sostienen que el fútbol es “la cosa más importante de las menos importantes”.

El periodista y  poeta Rodolfo Braceli, se ha destacado también por su impronta a la hora de realizar entrevistas. Siempre intenta dejar de lado lo interrogativo de un reportaje y trata de convertirlo en conversación, dejando que el azar sea un personaje más del encuentro.

-Le pido prestado uno de los recursos que utiliza en sus reportajes, Braceli. Cuénteme, si entra aquel Diego Maradona de 1986, aquel que ya le había hecho el gol a los ingleses, usted ¿qué le diría?

- Me resultaría difícil decirle algo. En un cacho largo de tiempo me quedaría sin habla, que es lo que nos suele pasar a los escritores. Trabajamos con la palabra, pero nos quedamos sin palabras. Apenas recuperada el habla lo invitaría a tomar el luminoso vino oscuro de Mendoza, de Luján de Cuyo. Y no le daría ningún consejo, porque es mejor que no demos tantos consejos. Tampoco le pediría que nos dé ningún ejemplo de nada. Los ejemplos deben estar acá nomás de nuestras narices, sería bueno que los pesquemos ahí nomás. Tal vez vencería mi timidez y le daría un fuerte abrazo.

-Se va Diego y entra la Negra Mercedes Sosa (a los pocos meses de esa presentación, Braceli editó una biografía de Mercedes Sosa, quien era su amiga), ¿qué le diría?

- A la Negra la veo que está llorando y riéndose a la vez. Cuando nos veíamos, hemos vivido tanto juntos y hemos hecho tantas entrevistas, que nos mirábamos y nos tentábamos de la risa y no sabíamos de qué hablar. Me imagino que le contaría que, en estos días, el famoso Dios hizo un agujero en su gran nube, con un taladro de su abuelo, y puso la oreja ahí porque le avisaron que la Negra volvía a cantar. Y me lo veo a Dios ahí, escuchando a la Negra cantar y diciendo  “Esto sí que me salió bien”. Y diciéndole: “Negra, no se muera nunca, por Dios”. Y creo que la Negra tendrá que hacerle caso y en tiempo presente la tenemos que sentir.

El lector siempre es quien alumbra los cuentos” sostiene Braceli. Pero es él quien, esta vez, nos lleva por las letras y el fútbol, iluminando todo.