Stevenson o aquel que nos dijo cómo eran los piratas
Stevenson presentó La isla del tesoro en 1881. Todo surgió de un mapa primigenio hasta llegar a la historia que nos mostró cómo eran los piratas. Admirado y adorado por Borges, hoy sigue gustando.
Los mapas tienen algo de enigmático. Son poderosos y cuentan con ese don de quedar en nuestra memoria. Es muy raro que los mapas que vimos de chicos nos abandonen. Es muy difícil el dejar de recorrer zonas conocidas y desconocidas por el Google maps.
Dicen que los primeros mapas pueden rastrearse hasta las cavernas de los primeros seres humanos. En aquellas paredes pintaban y señalizaban los animales por seguir y la zona donde se podía recorrer para encontrar agua y llanuras.
Ya en la escuela, uno se encuentra con los juegos y los mapas que esconden accidentes geográficos, fronteras y, en muchos casos, tesoros. De hecho, aún hoy, en muchos lugares del Pacífico todavía se venden mapas que localizan galeones hundidos
Entre tantos, hay dos mapas que son caros a la literatura. Uno es el creado por J.R.R. Tolkien para su segunda edición de la trilogía de El señor de los anillos (de los más influyentes para las sagas que vendrían luego) y otro es el de Robert Louis Stenvenson para su magnífica obra: La isla del tesoro (publicada por entregas en 1881 y en 1883 en formato de libro).
Borges admiraba la obra de Robert L. Stevenson.
Se cuenta que mientras Stevenson escribía la novela lo acompañaba Lloyd Osbourne, su hijastro de doce años. Osbourne solía recordar que mientras él coloreaba un mapa de una isla que había dibujado, Stevenson se detuvo a observarlo y comenzó a ponerle nombres a los accidentes. “Sobre la esquina superior derecha del mapa, Stevenson escribió las palabras Isla del Tesoro. Y parecía saber también mucho sobre eso: los piratas, el tesoro escondido, el hombre que había sido abandonado en la isla. En lo que recuerda como ‘un paraíso de encantamiento’, Osbourne exclamó: ¡Oh, qué historia saldría de ahí!” menciona Simon Garfield en En el mapa. De cómo el mundo adquirió su aspecto (2015)
En la revista The Idler, el autor recordaba que dibujó el mapa y que estaba maravillado con él. “Su forma se apoderó inefablemente de mi fantasía; sus puertos me agradaban como sonetos…Me surgió la trama en cuanto imaginé aquel lugar llamado Colina del Esqueleto, sin saber lo que significaba, y lo situé en el extremo sureste de la isla. En torno a ella organicé la narración”, sostiene.
En La Isla del Tesoro se nos cuenta la historia de un tesoro escondido en una isla lejana. El narrador de la historia, Jim Hawkins, encuentra la valiosa información en el baúl de un pirata que muere en la posada de su padre. “El mapa de una isla con latitud y longitud, sondeos, nombres de colinas, ensenadas y caletas y todos los detalles que podían hacer falta para que un barco pudiera anclar a seguro en sus costas” dice el narrador.
Aquel tesoro pertenecía al sanguinario capitán Flint, quien había dibujado aquel mapa antes de morir. Pero, más allá de la historia de la búsqueda propiamente dicha, hay otra búsqueda que se narra: las vivencias del joven Jim a tiempo del aprendizaje en el mundo de los adultos: un mundo de decisiones y adversidades. Sostiene Simon Garfield que “Su aventurera narración también es una rebelión contra el asfixiante moralismo escocés que el autor sufrió en su juventud. El libro definió nuestra visión mental colectiva de la piratería, los loros, las patas de palo, las raciones de ron y los motines con acento de Bristol, y el mapa del tesoro que contiene no solo es el hilo conductor de la trama sino que subrepticiamente hace algo más: determina cómo imaginamos los mapas de tesoros hasta hoy: desgastados y enrollados, insidiosos y causantes de desgracias, sin la suficiente información como para que sus poseedores estén seguros de su localización, pero lo bastante como para incitar a una búsqueda que definirá sus vidas”
El tan expectante tesoro, que desnudaría traiciones, encuentros y mentiras, encerraba 700.000 libras.
Una admirable historia con personajes muy potentes que definió nuestra forma de ver a los piratas (quienes en muchos casos eran muy lejanos al imaginario colectivo instaurado).
Al Cocinero John Silver el Largo (Long John Silver) lo describe como a un sujeto cercano a los 50 años y que ha perdido su pierna izquierda, según recuerda en un inicio, mientras servía “Como pirata con Flint”. Quien amputó la pierna lo hizo con una sierra sin anestesia y sumergida en brea hirviendo para cauterizar el muñón. Silver se convierte en un héroe canallesco que relataba anécdotas sobre buques y marineros mientras repetía frases propias de la navegación. Tenía recursos económicos, estaba casado y tenía un loro llamado Capitán Flint, en honor del famoso bucanero. Al final, las peripecias en la vida de Silver nos sorprenden y este sobrevive sin castigo.
Por otro lado, Stevenson decide darle a la isla la forma de “un dragón gordo de pie”. Tenía unos quince kilómetros de largo por ocho de ancho y se cuenta que “…la coloración general de la isla era uniforme y triste. Las colinas surgían limpiamente de la vegetación formando campanarios de roca desnuda. Todas ellas tenían extrañas formas, y la llamada El Catalejo, que era unos trescientos o cuatrocientos pies más alta que las otras, era asimismo la que presentaba la forma más rara, elevándose empinada por todos los costados hasta que, súbitamente, quedaba cortada por la cima, como si fuera un pedestal que aguardase su estatua”. La isla recordaba, en realidad, la forma de la Escocia que se conocía en el siglo XVIII. Pero, si uno compara su tamaño minúsculo y los detalles de las cuevas, rocas, colinas, bosques y corrientes refieren a aquella.
En el mapa, dicha isla figuraba con indicaciones exactas de latitud y longitud, profundidades y los nombres correspondientes a colinas, bahías y ensenadas. “Tenía asimismo dos estupendos puertos naturales y, en la parte central, una colina marcada con el nombre de El Catalejo. Había varias anotaciones más, hechas en fecha posterior; pero, sobre todo, tres cruces trazadas con tinta roja: dos en la parte norte de la isla, una en el sudoeste y, al lado de esta última, escritas con la misma tinta roja, aunque con letra pequeña y pulcra, muy distinta de los vacilantes caracteres del capitán, estas palabras: El grueso del tesoro aquí” se describe. Y finaliza con una serie de informaciones suplementarias escritas al dorso del mapa: “Un árbol grande en el saliente de El Catalejo, un punto en dirección N hacia N.NE. / Isla del Esqueleto, E.SE. hacia E. / Diez pies. / La plata en lingotes está en el escondrijo del Norte; podréis localizarla siguiendo la dirección del montecillo del Este, diez brazas al Sur del despeñadero negro, visto de frente. / Las armas se encontrarán fácilmente, en la loma de arena, punto N de la lengua de tierra de la ensenada del Norte, dirección E y un cuarto al N.”.
El tan expectante tesoro, que desnudaría traiciones, encuentros y mentiras, encerraba 700.000 libras.
El dato llamativo que se puede destacar, según narra el propio Stevenson en Mi primer libro (1894) es que el mapa de la Isla del tesoro no es el mismo que consultó cuando escribió el libro. Aquel boceto original que disparó toda la historia y sus personajes se perdió para siempre en el camino entre la oficina de correos de Escocia y Cassell, su editorial en Londres. Es así que para la reedición, el autor cuenta que “Recibí las pruebas y las corregí, pero no supe nada del mapa. Escribí preguntándoles: me dijeron que no lo habían recibido, y me quedé pasmado. Una cosa es dibujar un mapa al azar, añadirle una escala en una esquina a la buena ventura y escribir una historia de acuerdo con esas medidas. Y otra muy distinta tener que examinar un libro entero, hacer un inventario de todas las alusiones contenidas en él y, con la ayuda de un compás, trazar laboriosamente un mapa que concuerde con los datos. Yo lo hice, y el mapa volvió a dibujarse en el despacho de mi padre, embellecido con veleros y ballenas resoplando. Mi propio padre contribuyó con su habilidad para imitar distintos tipos de letra y FALSIFICÓ la firma del capitán Flint y los derroteros de Billy Bones. Pero de algún modo para mí nunca fue la isla del tesoro. He dicho que el mapa constituía la mayor parte de la trama”.
La isla del tesoro suele leerse como literatura de iniciación. Como muy pocos, Stevenson logró que ese puñado de palabras que dan vida a un personaje condicionaría nuestra forma de ver el mundo de los piratas. Era uno de los escritores más inventivos y apasionados (perdón, es), además de contar el encanto con el que escribía y el que generaba. Al decir de Borges, “El descubrimiento de Stevenson es una de las perdurables felicidades que puede deparar la literatura”.
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