Cynthia Wila: “No todo tiempo pasado fue mejor”

Cynthia Wila nos comparte Papá querido. Una novela donde el perdón, el olvido y el amor entre padre e hija nos lleva a replantearnos qué lugar le damos a estas emociones en nuestra vida.

Papá querido se interna en el delicado terreno de las relaciones filiales.

4 de Septiembre de 2022 10:42

Las emociones y los sentires como protagonistas fantasmas. María, la protagonista, habla en primera persona, pero podría hablar de cualquiera. Su dolor y su enojo son solidarios con todo el resto. Toda la lectura está cruzada con la instancia de leer la vida de María, pero pensando que podemos ser nosotros. La narración te empuja a una introspección ¿dolorosa?, ¿sanadora?

Cynthia Wila presentó su novela Papá querido en 2021 (Emecé – 2021). Es su primera novela en primera persona y por fuera de lo histórico. Un texto profundo que cuenta el viaje de una hija a Miami para acompañar a su madre. Su padre será operado de un cáncer, pero ella se niega a hablar con él. Se han distanciado hace ya un largo tiempo.

-¿Qué aprendiste mientras escribías la historia? ¿Qué ibas redescubriendo en todo ese proceso?

- Que no todo tiempo pasado fue mejor. A veces creemos, equivocadamente, que las mejores cosas son las que en algún momento vivimos o las que te pasaron. Y a veces no es así. A veces en el pasado hay mucho trauma, hay mucho dolor y mucha pérdida. Mucha angustia y mucha soledad. Y esto requiere de un proceso profundo, introspectivo, para poder hacer con ese pasado otra cosa el resto de vida que quede.

Pasiones en guerra, El cuerpo prohibido y Eva y Juan son las anteriores novelas de Wila.

Lo existencial dice presente. Lo universal también. Aquellas relaciones potentes que nos atraviesan, sobre todo las de las infancias, las primeras, las de padres y madres e hijos o hijas, buscan interpelar al lector. “Tenía ganas de meterme más adentro y que el lector pudiera meterse también y, no sé si pensarse, pero en algún momento, en algún lugar del libro, encontrarse” dice Wila. Y agrega, “Todos en algún momento hemos cuestionado mucho a nuestros papás en la infancia y, ni hablar, en la adolescencia. Mientras crecemos vamos modificando las premisas que teníamos con respecto a los mayores. En la adolescencia es cuando uno empieza a decir: ‘Ah, bueno, esto no es tan así. Mi papá y mi mamá no tienen razón’. Esa idealización comienza a desaparecer”.

-¿Y cómo se siente esa idealización cuando uno se convierte en padre o madre?

- No solamente cuando uno se convierte en padre o madre. Siempre esos ideales caen. Todos los ideales caen en algún momento. Y los que no caen se convierten en algo patológico. Porque un ideal es una ilusión y una ilusión es una mentira. Es necesario idealizar a nuestros papás cuando somos chicos porque eso nos da una guía para poder crecer, pero una vez que lo hacemos y vamos encaminando nuestra vida y confrontamos esos ideales con todo lo nuestro, es también necesario y sano que esos ideales caigan. Con esto no digo que se debe estar en desacuerdo en todo lo que el ideal ha mostrado o planteaba, sino empezar a pensar, a interpelarnos con respecto a nuestros propios deseos. Inevitablemente tenemos un quiebre cuando somos adultos respecto a los modelos que nos mostraron.

Todos tienen su lugar en la trama. Cada uno de ellos, estratégicamente, hacen de la literatura algo que empuja a replantearnos la sociedad olvido-perdón. Solo uno no se nombra. Solo uno se permite estar presente pero innombrado. La decisión conlleva que cualquiera pueda ser ese padre, que cualquier nombre ocupe el suyo. Pero, por otro lado, también muestra la forma que uno encuentra para borrar de su vida a otro: no darle nombre, no nombrarlo es también quitarlo. “Es el personaje más importante de la novela para la protagonista. En realidad, lo que le pasa es que la protagonista, después de su gran amor por su papá, siente un rechazo y un odio profundo y la verdad es que al no nombrarlo intenta hacerlo desaparecer. Lo que no se nombra no existe. Después de decidir no verlo y no hablarle nunca más, a ese hombre a quien tanto amaba que era su padre, decide llamarlo ‘el innombrable’. Haciéndolo desaparecer creía que podía hacer desaparecer también sus dolores y, obviamente, esa es una creencia fallida. Nadie, por más que no nombre a una persona, va a hacerla desaparecer de su emoción” explica la autora.

Wila nos propone una novela donde el perdón, el olvido y el amor entre padre e hija nos lleva a replantearnos qué lugar le damos a estas emociones en nuestra vida.

La protagonista carga un gran dolor por algo que ocurrió con su padre hace tiempo. Un gran dolor que provocó su pérdida de amor por él. María aspira, o desea, que ese dolor termine. Por eso no quiere recordarlo más, por eso decide no nombrarlo más.

-Hay un momento que me impactó mucho y una frase que me resultó muy potente también. En ese encuentro donde ella le dice: “Te quiero, papá, digo bajito con una lágrima enredada en el párpado; necesito oírme pero que vos no me escuches”.

- Sí. Era tal el rencor sobre él que no quiere ni siquiera regalarle su voz, su palabra, su presencia, ni sus emociones, ni sus sentimientos. Como decir, “Ok, lo pienso yo, lo siento yo, pero no te voy a dar la ventaja de tenerme ahí, de escuchar mi voz”. Lo más terrible que le puede pasar a un ser humano es la indiferencia. Entonces yo creo que el rencor que ella sentía necesitaba esa indiferencia, incluso para posicionarse de alguna manera, aunque no lo logre del todo.

Es una historia fuerte, descarnada. La primera persona refuerza la experiencia de lectura. Es imposible no reconocerse en alguna de las situaciones de la novela. Uno se conmueve, no solo por la historia, sino por lo que dispara a nivel personal. ¿Cómo juega en nuestras vidas el perdón y el olvido? ¿Se piensan consecuentes, van a la par? Las cuestiones se suceden durante la experiencia de lectura. Wila responde:

-A veces, el perdón y el olvido, no creo que tengan que ver. Creo que vos podés no olvidar y perdonar y podés no perdonar y olvidar y que eso quede en algún lugar saldado. Me parece que el perdón es una decisión fuerte, y ni hablar si es entre padres o hijos, pero también hay perdones que a veces son imposibles. Lo dice la protagonista y me parece que, cuanto más amor hay en compromiso en la relación, más imposible es el perdón. No creo, como el Cristo, que hay que poner la otra mejilla. Hay que trabajar el amor propio y la dignidad para no poner la otra mejilla y pararse en algún lugar más firme y que tramiten los amores de otra manera.

“(…) dos formas de perdonar: el perdón como gracia o como verdad (…)” sentencia André Comte-Sponville. Dos formas que se cruzarán en la ficción de Cynthia Wila. Dos formas que se anticipan en los epígrafes de Cortázar que abren los capítulos de la novela. Dos formas que se descubren en cualquier persona.

Papá querido, una historia que obliga a pensar en aquello que necesita del reencuentro con el perdón o el olvido (¿sanador?). Con aquello que alguna vez, tímidamente, surgió para cambiarnos.