El gol que cambió todo

A un año del tanto de Lionel Messi a México en el segundo partido de la fase de grupos del Mundial de Qatar.

26 de Noviembre de 2023 16:18

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Ezequiel Casanovas, especial para 0223.

 

Lionel Messi camina. Argentina empata con México en 63 minutos de juego. Está casi afuera del mundial y Messi camina por la mitad de la cancha del estadio Lusail en Qatar. Los dirigidos por Lionel Scaloni merodean el área mexicana pero no logran penetrar a la defensa, parece que perdieron la lucidez, que manda el miedo. Nadie sospecha que en menos de un minuto Messi hará un gol que cambiará todo. 

El campeonato arrancó mal. Caída por dos a uno ante Arabia Saudita. Fútbol: dinámica de lo impensado, decía un viejo relator. Los saudíes, un equipo de jerarquía inferior, llegaron dos veces al arco de Emiliano “Dibu” Martínez y metieron dos goles.

Tras el debut, Messi esperanzó a los argentinos: “Este grupo no los va a dejar tirados”, dijo pero en esta tarde de sábado 26 de noviembre de 2022, la estrategia del director técnico de la selección mexicana, Gerardo Martino, se asemeja a la perfección. Dispone de solo dos atacantes, cinco defensores y tres mediocampistas con vocación defensiva. 

El resultado es un tejido de piernas aztecas cada vez que los jugadores argentinos pretenden pasarse la pelota y avanzar en el campo. El equipo lleva sesenta y tres minutos insípidos, una elegía al tedio, un solo tiro al arco.

El periodista Juan Lamacchia estaba en el estadio y dice que los mexicanos, que eran muchos más, querían revancha. En los tres mundiales que se habían enfrentado a la Argentina, 1930, 2006 y 2010 habían perdido. Ahora podían dejarla sin campeonato.  

Durante los días previos, en las calles de Doha hubo cargadas, discusiones, insultos. Los argentinos, cuenta Lamacchia, se organizaron. En los grupos de WhatsApp, las redes sociales y en charlas que ocurrían en los complejos donde se hospedaban, acordaron concentrarse en una de las cabeceras del estadio para hacerse sentir y protegerse.

La hinchada estaba en la tribuna detrás del arco que en el segundo tiempo defendía Guillermo Ochoa, el arquero mexicano. Lamacchia recuerda la impaciencia, la tensión y algunos cantos de reproche hacia los jugadores como ese que les pedía que se movieran, que se dejaran “de joder”. 

Messi camina por la mitad del campo. Las estadísticas de la Fifa dirán que al final de la tarde habrá recorrido ocho kilómetros y medio y que el sesenta por ciento los hizo caminando. Un promedio que sostuvo durante todos los partidos del torneo. 

En el Mundial de 2018, también caminaba. El promedio fue de un cuarenta y dos por ciento. Esa forma, en épocas de resultados esquivos, le valió críticas: que no tenía actitud ni compromiso, que le faltaba coraje, que era incapaz de llevar al equipo en la espalda como hacía Diego Maradona.

En la caminata, Messi ve el comienzo de la jugada. "Dibu" Martínez le da la pelota a Enzo Fernández en el área argentina. El mediocampista la lleva al trote hasta mitad de campo, toca para Nahuel Molina que no se entretiene y patea hacia la derecha donde está Ángel Di María.

Di María recibe en tres cuartos de cancha. Tiene, por delante, una línea de tres rivales y decide tocar a la posición de Messi, más retrasado. Un adversario se le acerca entonces el capitán se la da a Fernández y corre por primera vez en toda la jugada. La carrera es corta. Otra vez camina, por un instante mira al arco y se detiene a dos metros de la medialuna. Mientras tanto, Fernández avanza y conecta de nuevo con Di María que se acerca al área siempre por la derecha. En el camino hay un rival, si lo esquivara, lo esperan otros dos. Levanta la cabeza y ve a Messi.  

Más tarde, Di María dirá que el pase fue desastroso pero eso no es verdad porque la pelota llega precisa. Messi la anestesia con el botín izquierdo. El mexicano Héctor Herrera advierte lo que va a ocurrir y corre para evitar el tiro. Es tarde. Messi ya arqueó el cuerpo hacia adelante, ya sacó el zurdazo. 

En la línea del área grande, uno de los defensores, César Montes, estira la pierna y Néstor Araujo, otro, intenta poner el cuerpo por delante pero también es tarde. La pelota lleva la energía de un torrente que abre la tierra y pasa por el hueco que hay entre los dos.

Ochoa despliega su metro ochenta y cinco con la destreza de un acróbata. El arquero, de una estatura que está algunos centímetros por debajo de la media ideal para el puesto, lo anticipó: “Messi tiene esa magia, puede no hacer nada y de un minuto a otro resolver y anotarte un gol”, dijo dos días atrás. El cuerpo de Ochoa, horizontal al travesaño, queda a un guante de desviar la pelota que entra junto al palo izquierdo.

Y Messi corre. Corre con los brazos abiertos, con la boca deformada por el grito, corre al borde del llanto mientras atraviesa el área y se abraza con sus compañeros que todavía no saben que en ese instante habrán recuperado su juego, el que tiene al país pendiente, el que los llevará al campeonato. Después, Messi mira al cielo y ríe. Donde había tensión, hay alivio y el goce del que sabe que nunca renunció a su forma.