Armando Blumetti: “Ojalá le devolvamos a la música un poquito de todo lo que ella nos da a nosotros”
Armando Blumetti fue un grande de la música. Siempre eligió Mar del Plata para su vida y para su obra. Fundador de Opus XV, siempre se caracterizó por alentar a los jóvenes a estudiar. Él lo hizo hasta los 86 años y tocó hasta los 90.
El amor por la música que sentía Armando Blumetti comenzó por un acordeón a piano de 120 bajos. Era un gran acordeón para un niño.
Luego se pasó al piano y su amor se selló para siempre. Según cuentan, estudió junto a Astor Piazzolla con el profesor Romano, quien fundaría tiempo después la orquesta Sinfónica de Mar del Plata.
También dicen que a los 16 años ya tocaba el piano con gran talento y que una de las orquestas lo invitaba a tocar en los bailes de la época, poniéndole un pantalón largo (se usaban los cortos hasta ser adulto) y pintándole bigotes para que pareciera alguien más grande.
En una de aquellas noches, el club estaba lleno y entró Ovidio José Bianquet, más conocido como El Cachafaz, famoso bailarín de tango. Toda la gente lo ovacionaba y quería verlo bailar. Él se acercó al piano del joven Armando y le dijo: “Pibe, Don Juan bien picadito”. El Cachafaz quería lucirse en el
baile, sin saber que sería el último. Luego del mismo, en el tumulto, El Cachafaz se descompensó y falleció. El último tango que bailó fue acompañado por el joven Armando Blumetti.
José Di Virgilio, actual director de la Opus XV Big Band, también tuvo su inicio precoz. Comenzó a estudiar trompeta a los 9 años y para los 12 ya acompañaba a Raquel Nerea en su espectáculo. Un día, en una de las presentaciones se cruzó con la orquesta de Armando Blumetti, quien ya tenía su
renombre en el espacio musical de la ciudad. “Recuerdo que me acerco y me presento como ejecutante de trompeta. Él tendría unos 40 años y me pregunta si estaba estudiando. Luego me dice: ‘Vos estudiá, quién te dice que por las vueltas de la vida no terminás tocando conmigo’”.
Diez años después, Di Virgilio empezaba a tocar con Armando Blumetti, tenía 22 años y hacía ya uno que estaba en la Banda sinfónica, y cinco o seis años más tarde se convertiría en su yerno.
Di Virgilio no se cansa de repetir: “Armando no nos enseñaba a tocar el instrumento, pero sí nos enseñaba a trabajar de la música. La disciplina, el comportamiento, el actuar, nos enseñaba todo eso que tenía que ver con el trabajo con la música”.
Su amigo Astor Piazzolla quiso llevarlo a tocar a Buenos Aires en los 60. Piazzolla estaba con la orquesta de Aníbal Troilo, la que recién había perdido a su pianista. Pero el amor por Mar del Plata y la enorme cantidad de compromisos asumidos hicieron que Blumetti rechazara el convite. “Andá a saber qué pasaba si se iba a Buenos Aires, quizás estábamos hablando de otro Mariano Mores hoy en día”, sostiene Di Virgilio.
Armando Blumetti hizo toda su gran carrera en Mar del Plata, la ciudad que amaba. Hubo dos constantes en su vida musical: el piano y el sexteto (trompeta, saxo alto y tenor, bajo, batería y guitarra, más las voces). “Él era sobre todo muy buena persona, siempre estaba rodeado de buena gente, todos
muy humildes. Uno aprendía mucho del contacto con ellos, de su humildad. Armando decía que los músicos de su época eran humildes porque la mayoría no vivían de la música, lo hacían como changa, porque durante la semana eran albañiles, carpinteros, entonces tenían la cabeza en otra cosa. Todos
tocaban fenómeno y, a pesar de venir cansados del día, ellos iban al baile y tocaban y alegraban a todo el resto. Él pudo vivir luego de la música y siempre recuerdo que decía: ‘Nosotros tocamos el cielo con las manos porque vivimos de la música’. Somos unos privilegiados porque vivimos de la
música”, manifiesta Di Virgilio.
Blumetti siempre apoyó a la gente joven. Se alegraba muchísimo cuando empezaba alguien joven a estudiar algún instrumento. Dicen que concurría a escuchar a los más jóvenes cuando le decían que en determinado lugar había alguno con condiciones. Varias voces coinciden en que siempre encontraba lo positivo de cada uno de ellos, el lado bueno del músico. Era todo un apasionado por la música y por los músicos, lo que se llama un gran maestro.
- ¿Lo recordás tocando el piano todo el tiempo? ¿Es tu recuerdo o realmente tocaba todo el tiempo?
- Él fue arreglador de la banda Sinfónica muchos años y se escuchaba siempre el piano en su casa, porque siempre estaba probando un acorde o haciendo un arreglo y se enojaba porque el arreglo le llevaba mucho tiempo y no podía estudiar para él. Armando estudiaba piano todo el tiempo, él quería tener tiempo para estudiar. Estudió toda la vida, tenía 80 y pico de años y seguía estudiando. Fue un ejemplo para los más jóvenes. Él sabía muy bien, y lo transmitía, que no hay nada más lindo que dedicarle tiempo instrumento. Tenía una frase, que yo hice propia, que decía: Ojalá nosotros le devolvamos a la música un poquito de todo lo que ella nos da nosotros.
Armando Blumetti fue un dotado para la música, pero también fue alguien que le dedicó mucho tiempo al estudio y a su práctica. Tenía un oído privilegiado y mucho talento. Lo anecdótico es que, a los 18 años, Armando solía ir con un amigo a la playa y tirarse al mar de la punta de la escollera. Debían llegar
al fondo y tomar un puñado de arena para comprobarlo. En una de esas zambullidas, Armando sintió ni bien entró al agua un “tac” en su oído. Se le había perforado el tímpano. Desde los 18 años Armando Blumetti era semi-sordo, sin embargo, su pasión por la música y su talento iban más allá de lo físico.
En el principio, Opus XV ensayaba en lo que hoy es el recinto del Concejo Deliberante (fue durante la dictadura, antes de 1983), junto a la Banda y la Orquesta Sinfónica Municipal. Luego de 1983, pasaron al teatro Colón. Opus XV era su orgullo. Esa era la formación que le hubiese gustado trabajar en los
años 40 o 50, pero recién se le dio la oportunidad en los 80. Blumetti quería mucho a la formación, tenía una enorme estima por ella. Era la banda con la que podía hacer aquella música que él escuchaba a sus 18 o 20 años. Sentía una gran admiración por ella y por los músicos que la componían.
- ¿Cómo se mantenía al día con la música que sonaba de moda?
- Según me contaba Armando, los discos que se ponían de moda primero llegaban a Uruguay y un mes después acá. Pero ellos tenían un contacto en Uruguay que les decía qué había llegado. Entonces la escribían y, cuando tocaban esos temas, los tocaban a la par de que sonaran en el mundo. La gente los escuchaba y (Di Virgilio sonríe) decían, “Mirá Blumetti cómo va a la par de la moda”. Estaba muy actualizado
Armando Blumetti tocó para el público hasta los 86 años. “Un día vino y me dijo: ‘José, hacete cargo vos. Yo quero descansar, estar en casa”. Y era más que entendible. Me acuerdo de que las primeras funciones en las que él se quedaba en la casa, al terminar tipo una de la mañana cuando yo volvía, él
me llamaba por teléfono y me preguntaba si todo había salido bien. El tipo estaba preocupado porque haya salido todo bien. Esa era la responsabilidad de tantos años de laburo”.
Igualmente siguió tocando en su casa. El piano y la música eran su cable a tierra. Solo volvía para alguna mención especial o para lo que fue su homenaje. Luego enfermó y llegó hasta los 93 años, cuando falleció. “Murió como un gladiador, se extinguió como una vela, pero rodeado de sus afectos, en su casa, en su pieza, con su piano cerca y con un camino recorrido con lo que amaba que era la música”, cuenta un Di Virgilio emocionado.
Don Armando Blumetti, el amigo de Astor Piazzolla, del Gordo Troilo; el que compartió escenario con Mariano Mores, Hugo del Carril, Tita Merello, Virginia Luque, Alberto Castillo, Edmundo Rivero, Violeta Rivas, Chico Novarro, Estela Raval, Mario Clavel, Pedrito Rico, Los Plateros, Altermar Dutra, María Marta Serra Lima y Adolfo Ábalos. El que recibió numerosos premios y reconocimientos por su trayectoria, entre los que figuran la Lira de Plata, el Premio Hipocampo, el Premio Alfonsina que otorga la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de General Pueyrredón y el Lobo de Mar; el que era un suegro bárbaro (dice Di Virgilio); el que se daba el lujo de que los clubes cambiaran las fechas de los bailes para que él y su orquesta pudiera estar; el que siempre eligió Mar del Plata; el que hizo un culto de aquella verdad que sostiene que “Haber dado con la música es haber dado con el secreto”.
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