Dos crímenes múltiples y siete muertes en una semana, las masacres que marcaron la Navidad del 2007
El cierre de ese año en Mar del Plata estuvo marcado por el horror de los asesinatos que conmocionaron a toda la ciudad. Dos crímenes múltiples y brutales, ocurridos con pocos días de diferencia, que dejaron una herida profunda y una marca imborrable en la memoria colectiva.
Último mes del 2007. Mientras la gran mayoría pensaba en balances y metas para el año siguiente, Mar del Plata vivió un cierre marcado por la tragedia. Entre el 17 y el 23 de diciembre, “La Feliz” no fue nada feliz, fue escenario del espanto.
En apenas unos días, dos hombres pusieron a la ciudad en el centro de la atención nacional, causando horror en la opinión pública con crímenes aberrantes que sacudieron a la sociedad. Uno de ellos asesinó a su exesposa y al hijo de ella en plena avenida Luro, a la luz del día, y luego se suicidó. El otro mató a su hijo de 2 años, a su hijastro de 6, a su expareja y, finalmente, se quitó la vida de un balazo en la cabeza.
Una masacre en plena avenida Luro
Según las crónicas de la época, todo comenzó en las primeras horas del lunes 17 de diciembre. Zulma Mabel Salazar llegó hasta la casa de su expareja, Ricardo González, en avenida Luro entre las calles 182 y 184. Se habían separado hacía poco y compartían la crianza de dos hijos pequeños, de 5 y 6 años. Aquella mañana, Zulma fue a retirar algunas pertenencias. No fue sola: la acompañaba su hijo mayor, fruto de una relación anterior, quizás intuyendo que algo podía salir mal.
Según la reconstrucción judicial, la tensión escaló rápidamente. En medio de una fuerte discusión, el hijo de Zulma bajó del auto para intentar calmar los ánimos. Pero en un instante, todo se desbordó: González sacó una pistola 9 milímetros y comenzó a amenazarlos.
Zulma corrió desesperada hacia un almacén cercano para refugiarse. Su hijo, en cambio, escapó a pie por la transitada avenida Luro, pero ni eso lo protegió. González salió tras él y disparó varias veces en plena vía pública. Una de las balas alcanzó al joven, quien cayó malherido sobre el asfalto. Pero ese no fue el final.
El agresor se dirigió al almacén donde se escondía Zulma y le disparó también a ella. Luego volvió sobre sus pasos, se acercó al cuerpo del joven tendido en la vereda y lo remató con dos tiros en la cabeza. Como si no bastara, regresó al local y le disparó dos veces más a su expareja, que ya estaba en el suelo.
Después de la masacre, González caminó hasta la avenida y se quitó la vida con un disparo en la cabeza. En apenas unos minutos, la violencia dejó tres muertos y dos heridos leves: un hombre alcanzado por una bala perdida y otro con cortes provocados por los vidrios rotos de su vehículo.
Asesinatos y suicidio en Los Acantilados
Fue durante el mediodía del domingo 23 de diciembre cuando un turista, que viajaba por la Ruta 11 con destino a Miramar, decidió detenerse en la zona de Los Acantilados para hacer un asado. Al llegar a los árboles, se encontró con lo más inesperado: el cuerpo de un hombre yacía entre la arboleda, a pocos metros del mar. Tenía un disparo en la cabeza y llevaba al menos dos días muerto. A su lado, dos cartas escritas de puño y letra revelaban algo aún más perturbador: había asesinado a su familia.
El hombre, un albañil de 30 años, no solo se había quitado la vida. En sus palabras escritas, admitía haber matado a su hijo de 2 años, a su hijastro de 6 y a su expareja. Con esa confesión en mano, la policía se dirigió a la vivienda de la mujer, en el mismo barrio. Al ingresar, los agentes encontraron a los dos niños sin vida: uno encerrado en un placar y el otro en el suelo de una habitación. El estado de descomposición de los cuerpos indicaba que el crimen había ocurrido días antes, aunque lo desgarrador de la escena no permitía determinar cómo habían sido asesinados.
Pero aún faltaba alguien: la madre de los chicos. No estaba en la casa ni había señales de su paradero. Comenzó entonces una búsqueda contrarreloj hasta que, horas más tarde, la peor sospecha se confirmó. La mujer, de unos 30 años, fue hallada enterrada en un descampado detrás de su propia casa. Según los especialistas, llevaba al menos una semana bajo tierra.
Algunas fuentes señalaron también que, en la casa, más exactamente en el baño, se encontró una especie de “altar” improvisado, con velas, objetos personales y restos de lo que parecía ser una ceremonia. Todo indicaba que el hombre había rezado en ese lugar antes de tomar la decisión final.
Los peritos trabajaron para reconstruir los motivos de los crímenes, pero aún es un misterio. Los cuerpos fueron encontrados en distintos lugares, pero unidos por una misma historia de violencia.
Un final de año con mucha violencia en pocos días
El 2007 no terminó como cualquier otro año. Más allá de los brindis, los balances y los deseos para el año nuevo, los medios nacionales y locales reflejaron una sensación compartida: incertidumbre, angustia y conmoción.
Dos crímenes múltiples sacudieron a la sociedad en los últimos días de aquel año, dejando una huella profunda y dolorosa. Dos masacres ocurridos con pocos días de diferencia que dejaron una marca imborrable en la memoria colectiva.
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