Apand o aquel sueño de un casinero que quería ayudar a los demás
Apand es uno de los lugares más emblemáticos de Mar del Plata. Nació como el sueño de un empleado de casino que ayudaba a los demás en bicicleta y se convirtió en ese espacio que pelea día a día por una conciencia social que ya está en marcha.
La dirección exacta es Monseñor Zabala N°125, pero los marplatenses lo ubican en Ruta 2 y Berutti. Y cuando digo lo ubican, quiero decir que se sabe dónde está, pero un gran número no está al tanto de lo que ocurre ahí dentro.
El edificio es emblemático. Uno ingresa por algunas de sus cortadas y lo primero a lo que accede es a la enorme rampa que cubre todo el frente, los ingresos y las ventanas que se despliegan por toda la parte delantera. Parecen fáciles de alcanzar, pero en el segundo giro uno siente que la pendiente no ayuda.
El edificio, más el lote aledaño que funciona como cancha de fútbol o espacio recreativo, alcanzan de calle a calle. Como se dijo, es un edificio, un espacio, imponente. En ese lugar funciona Apand, nombre fuerte para los locales que significa Asociación Pro Ayuda a la Niñez Desamparada.
Pero vamos desde el principio. Debemos ir al año 1959. En ese momento, un empleado del casino, junto a otros compañeros, decide crear la ONG (de hecho, en un principio, su título estaba inscripto como Asociación Empleados de Casinos Pro Ayuda a la Niñez Desamparada, cosa que luego se acortó).
Es así que el 19 de octubre de 1959, Francisco Saverio Scarpati, inspirador y fundador del proyecto, se hacía, por decisión unánime de los socios, de la presidencia de Apand. La que ocuparía hasta el día de su muerte el 18 de julio de 1964. Pero, ¿quién era Francisco Saverio Scarpati? Las crónicas y quienes lo recuerdan dicen que era una gran persona y con principios morales intachables. Lo califican en la institución como “alguien que dedicó toda su vida a la noble tarea de hacer el bien al prójimo y a la búsqueda de protección para la infancia desvalida”.
Un hombre modesto y trabajador que se crió en la humildad y en la necesidad, pero que fue declarado en 1963 como figura del año por sus méritos sostenidos en valores humanos y morales.
Si uno puede acceder al tercer piso de Apand, luego de las aulas y la entrada al gimnasio, podrá ver junto a una escalera caracol una bicicleta detrás de una vitrina. Sobre ella, la foto de Scarpati. Con esa bicicleta comenzó todo lo que hoy es Apand. Con ella empezó su actividad solidaria y benéfica, yendo a buscar leche en bicicleta y asistiendo así, a los niños más necesitados con el alimento.
Daniel Rodríguez, egresado y actual presidente de la institución, cuenta: “Esto empezó con el sueño de Scarpati. Él era supervisor de ruleta o de carteado, no recuerdo bien, pero él empezó con este sueño con esa bicicleta que está afuera. Él se venía hasta acá, la ruta era de tierra, imagínate que acá no había absolutamente nada, y él se venía, buscaba leche, iba hasta el puerto a buscar pescado y luego lo repartía. Él empezó con esta idea y luego la fue contagiando a otros compañeros del casino”.
Estaba cerca el cierre del año 1959 y se comenzó con la obra del edificio principal. Luego, de a poco, se dieron espacio a los satélites, que son las casas que hacen de hogares de niños, niñas y adolescentes. Fueron cuatro o cinco años más para tener lo que se alcanza a ver hoy en día. Mientras se desarrollaban las obras, tenían lugar también distintas reuniones con juzgados para pensar cómo llegarían los y las menores a la institución, quiénes los cuidarían y de qué forma se daría ese resguardo.
Entonces, ¿Qué se hace en Apand? La entidad cuenta con tres hogares infanto juveniles y un centro de formación profesional. El objetivo principal de APAND es cooperar con el estado nacional, provincial y municipal en el área de la niñez desamparada y/o perteneciente a familias sin recursos, en situación de riesgo social. Todo ese complejo es un espacio de contención y protección para los niños y jóvenes.
Según Daniel Rodríguez, hoy hay cerca de 70 integrantes, entre los adolescentes de 12 a 18 años, y los más pequeños, entre 4 y 11 años, que viven en la institución como si fuera su hogar.
Pero esto está acompañado por una serie de servicios que se brindan en el lugar: una sala de primeros auxilios del Municipio, funcionan aulas del programa Fines, así como también aulas para que adultos puedan terminar la primaria. También funciona como colonia de vacaciones y como escuela de deportes. Hay que sumar que, más allá de no estar en la Institución, ya con 35 años funciona también un Centro de Formación Profesional (Malvinas Argentinas Nro. 402) donde se brindan más de 90 cursos y llevan otorgados más de 36 mil certificados. La transformación en los más de 50 años que tiene la institución para nada los ha alejados de los principios que sembró Scarpati y que ahora se desarrollan en mayor medida.
La presidencia de Rodríguez es histórica debido a que, por primera vez, un egresado de la Institución llega a ocupar ese lugar. “Yo soy un egresado de la Institución. Entré a los 12 años y me fui a los 18. En realidad, hice la colimba un año y al volver, agarré el bolsito y a la vida”, cuenta emocionado y orgulloso. Y agrega, “Hoy para mí, en lo personal, es un orgullo enorme porque no se ha dado nunca en la historia de la Institución que un egresado de ella sea el presidente y, a su vez, haya llegado al cargo de director de los hogares. Uno le puede contar a los pibes todo lo que ha pasado y decirles que nada es fácil, que nadie te regala nada y si lo hacen, que desconfíen, porque algún vuelto va a haber. Entonces, pensar que el camino más difícil es el largo, es aquel que a veces te vas a tropezar con una piedra, pero te tenés que levantar y seguir. Acá hemos mamado esos principios de que nada va a ser fácil y así fue y uno les transmite esto a los chicos. Tenemos egresados que están trabajando afuera y vienen a saludarte y te agradecen, te dan gracias por todo. Y aquellos que no aprovecharon la oportunidad te dicen que están muy arrepentidos porque teníamos razón en lo que decíamos, pero nunca es tarde”.
Hoy Apand alcanza casi toda la manzana ubicada en Avenida Monseñor Zabala (continuación de Champagnat), Berutti, Gamal Nasser y Santa Cruz. Cuenta con 26 empleados y siguen pensando en sumar espacios y actividades. También la intención es remodelar y actualizar el edificio principal. “Hace poco tuvimos una reunión con arquitectos que quedaron maravillados con la estructura del edificio por su hermosura, sobre todo pensando en el año que se hizo. Hoy se mantiene igual, por eso la necesidad de algunas modificaciones. Entre ellas la rampa, es algo que estamos pensando. Hoy no se puede sacar, pero hay necesidad de algo más accesible para las personas con alguna discapacidad.
Es muy complicada por la pendiente que tiene y no permite acomodarla a como debería ser. Otro tema es el dinero necesario: gestionamos a través de Deportes de la Nación un subsidio en tres partes, dos recibimos, pero la tercera, que era para esto, no lo tenemos todavía y no tenemos fecha. Se había pensado también un baño para personas con alguna discapacidad, pero todavía no sabemos nada”, informa el presidente.
Apand es ese espacio que acompaña, contiene y protege a niños, niñas y jóvenes desamparados. Con ellos se trabaja acompañándolos en su desarrollo integral a partir de la labor de un equipo interdisciplinario de profesionales, desde donde se llevan a cabo diferentes acciones tendientes a restituir los derechos vulnerados mediante un abordaje personalizado.
Alcanza con pasar por el lugar y ver la cancha de fútbol, una quinta, gimnasio, recreándose en un espacio verde, más todo lo necesario. Ese espacio no solo es emblemático para los locales por su postal. Debería serlo como muestra de orgullo también por lo hecho y lo que se hace dentro de ese predio, de esas paredes, detrás de esas grandes rampas. “Todo esto lo hemos hecho tratando de mejorar y dar un poquito más a los demás. Porque en realidad, lo que hace Apand es una ayuda solidaria, es acompañar el barrio, es acompañar al vecino”, sostiene Daniel Rodríguez. En definitiva, todo aquello con lo que soñaba Francisco "Pancho" Saverio Scarpati, mientras montaba su bicicleta y se acercaba a este páramo pensando en cómo esa tarde ayudaría a alguien, sin saber (o quizás sí), que también le estaba cambiando la vida.
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