Peñarol se quedó con un clásico que, amistoso y todo, es insuperable

No hay con qué darle. Cuando se enfrentan por Liga Nacional, de manera amistosa o un entrenamiento, Peñarol - Quilmes se convierte automáticamente en el mejor espectáculo del básquet argentino. Por cómo lo juegan adentro y por cómo lo viven afuera. Hubo fiesta en el Polideportivo “Islas Malvinas” y la Copa 150 años de Mar del Plata se fue para Garay y Santiago del Estero.

En lo estrictamente deportivo, además de la diferencia de categoría, las bajas de Lisandro Fernández y Tomás Verbauwede era demasiado para el “tricolor”, que lo suplió en el arranque pero lo fue sintiendo con el correr de la noche. A tal punto, que se fue al primer descanso arriba por 6: 21-15. En el segundo parcial, con los nacionales en cancha, Peña se ordenó y empezó a mostrar parte de su funcionamiento, la bola corrió mejor y fluyó el ataque para emparejar las acciones y para irse con ventaja al vestuario 33 a 30 con una “bomba” de Filippa sobre la chicharra, luego de una buena rotación de pelota.

A la vuelta, Quilmes no encontró gol y el “mlrayitas” se empezó es escapar. Más allá de que se metió de nuevo en partido el conjunto de Fernández, los de Laginestra no le dieron chances de acercarse y mantuvieron una luz tranquilizadora que se fue estirando hasta llegar a un cómodo 78 a 62.

Aunque todos quieren ganar, aunque esté jueves habrá cargadas en los cafés y las calles, los dos saben que ganaron. Que el clásico se siga jugando aún estando en distintas categorías, es un triunfo para todos. Es seguir viviendo esa fiesta. Lo saben Peñarol y Quilmes, lo disfruta Mar del Plata y todo el básquet nacional.