El difícil trabajo de cartografiar las emociones
Cartografías imprecisas es el nuevo libro de poemas de Emilio Teno. En un juego entre mapas, rutas y lenguaje, el autor busca desentrañar ese falso absoluto que se asocia a los mapas. La poesía se presenta como una cartografía personal para encontrarnos.
Emilio Teno acaba de presentar su tercer libro de poesía: Cartografía imprecisa (Cepes Ediciones – 2025). Como curiosidad, han pasado diez años del anterior y exactamente diez más del primero. Él lo argumenta de la siguiente manera: "Vos sabés que la idea de la publicación en poesía nunca fue algo que me moviera demasiado. Quiero decir, no es como tener una cierta urgencia por publicar o lo que fuera. Sí me parece que es, más bien, algo para cerrar una etapa, para decir: ‘Bueno, este conjunto de poemas, esta forma de escribir o esta idea que estoy mascullando hace tanto tiempo, tiene un cierre, tiene una forma, ya está’”.
En este poemario en particular, Teno logró construir un eje temático claro. Hay ideas reflejadas en un cierto vitalismo al escribir y un escenario elegido: el mar.
“Cuando empecé a pensar en el libro, reflexionaba sobre la idea de los primeros cartógrafos, esos viajeros que salieron a buscar algo sin saber exactamente qué era y comenzaron a diagramar ciertas certezas que luego resultaron no ser tan certeras. Esa acción de dibujar un paisaje imaginario o intuitivo y ofrecerlo para que otros también exploren ese terreno me interesa. Esa idea de dar algo: un mapa, una cartografía, una especie de instrucciones para llegar a un lugar que no se conoce del todo, que nunca es certero. Los mapas tienen fama de ser precisos, pero nunca lo son completamente. La proyección me atrae. Un mapa o una carta náutica tienen diferentes proyecciones a escala. Tratan de construir algo que, de algún modo, guarda una referencia con la realidad. Creo que esto tiene mucho que ver con el arte, con esa idea de construir algo que se asemeja o nos da pistas sobre la realidad, pero que de alguna manera sigue siendo siempre fantasmático”, sostiene el autor.
- Pensaba en la poesía como esa serie de certezas que uno plasma, que parecen certezas propias. Sin embargo, para el lector no lo son; al contrario, se convierten en apariencias, disparadores, caminos posibles a seguir, como esa cartografía o esos mapas que no son las mismas certezas que utilizó o creyó utilizar el poeta. Lo noté en Constelación de Orión.
- Bueno, ese poema nace de una circunstancia particular. Creo que es el más íntimo, en el sentido riguroso del término, porque lo escribí un año después de la muerte de mi padre, en 2021. Él vivía en España, yo estaba acá, en plena pandemia. Fue algo que ocurrió. Y ese duelo fue decantando de una forma lenta, particular y personal. Hay algo en el tono de la orfandad que necesita ser dicho y plasmado, no para que lo entiendan los demás, sino para que uno mismo lo entienda. La idea del poema nace de un recuerdo de mi infancia. Mi papá era un gran fumador, y de alguna manera eso contribuyó a su enfermedad. Cuando éramos chicos, íbamos a su habitación, apagábamos la luz y nos tumbábamos en la cama para charlar. Él hacía figuras en el aire con la brasa del cigarrillo, dibujaba formas con un tono naranja. Ese recuerdo permanece vivo en mi cabeza: el olor, la temperatura de su cuerpo cercano, todo eso forma el gran recuerdo de mi infancia. A esa constelación, después la asocié con la idea de buscar en esos dibujos el cielo, porque esa negrura de la habitación, iluminada únicamente por la brasa dibujando, me hizo pensar en esas constelaciones que uno busca y en lo que se cifra en esos trazos.
- Está bien eso de la búsqueda, pero también existe esa posibilidad de orientarse a través de esas constelaciones. Porque, ¿qué mejor orientación puede haber que tener a tu padre como constelación, como faro, como oriente?
-Esa palabra que dijiste me parece fundamental. Si la hubiese hablado con vos antes, la habría incluido en la presentación, porque creo que diste con la clave: la palabra es ‘orientación’. La idea de la orientación me parece muy interesante. Buscar el oriente, dar con el lugar de donde viene la luz, empezar a vislumbrar. La idea del camino también es relevante: marcar una ruta, sin importar tanto la relación personal, sino plantear: ‘Bueno, la figura del padre es el faro, queramos o no. Yo soy el próximo. Cuando un padre muere, el siguiente en la sucesión es el hijo. Y esta muerte comienza a ser la nuestra de algún modo’. Es una idea que me parece profundamente interesante.
-Te quería preguntar si creés que la poesía puede oficiar como crónica también.
- Es una muy buena pregunta. Hay algo que me dijo Fabián Iriarte, un gran poeta, que me resultó muy interesante. Me dijo que consideraba mi poesía como narrativa, en el sentido de que siempre cuenta algo, algo que no suele ocurrir con frecuencia en la poesía. Pero también mencionó que, por momentos, se cierra sobre sí misma. Y es cierto: muchos de mis poemas son narrativos. En ese sentido, creo que se puede pensar en la crónica. Sin dudas, hay algunos poemas en el libro con un tono de crónica.
- Puede ser Estrecho de Mesina. Hice la pregunta pensando en ese poema exactamente.
- Es una crónica, de hecho. Ese poema apareció mientras investigaba sobre náutica. Me gusta mucho leer libros de náutica, especialmente de los primeros exploradores. Las historias sobre el puerto de Mesina, en el estrecho de Mesina, de aquellos que venían del oriente y traían tanto bienes como pestes, son fascinantes. Ahí hay una crónica de la pandemia. Ese poema lo escribí durante la pandemia. Había terminado de leer Diario del año de la peste de Daniel Defoe, y estábamos en medio de la pandemia. Todo aquello se mezcló en mi cabeza en ese momento tan extraordinario para todos. Así salió ese poema, que tiene mucho de crónica. Estoy de acuerdo con vos: es una crónica sin tiempo, si se permite la contradicción. Pero sigue siendo una crónica.
Cartografía imprecisa busca representar la conexión entre el paisaje cartográfico y la emoción. Sin embargo, no pretende ser un mapa de las emociones o los sentimientos, sino todo lo contrario. Invita a reflexionar sobre cómo algo universal puede mostrarse y, al mismo tiempo, sugerirte que aquello universal es lo mismo que se simboliza en el mapa. Es decir, pensar sobre cómo algo tan amplio y abstracto como lo "universal" puede representarse de manera concreta y simbólica en un mapa, que es un objeto tangible y limitado. Lo universal no está separado de lo que se simboliza, sino que ambos están intrínsecamente conectados. El propio Teno comparte su opinión sobre esta conexión: “Me acuerdo de un verso de Marechal que decía, más o menos: ‘Algo eterno se nos prometió y el alma lo recuerda’. También recuerdo un texto de Borges, ese en el que hacen un mapa del imperio con el mismo tamaño del imperio. Hay cierto afán de absoluto, es decir, el mapa más inútil del mundo: para ser lo más preciso posible, el único mapa que sirve es aquel que tiene el tamaño del imperio. Y esta idea, volviendo a Marechal, de ese absoluto que se nos ha prometido y que el alma recuerda, representa la búsqueda de algo permanente, imperecedero, algo que no se desgasta. Ese mapa que coincide con el paisaje tiene que ver, creo yo, con el afán de encontrar una totalidad, una respuesta. En toda esa imprecisión o búsqueda, en algún momento hay un punto que coincide con otro. Y esa es la alegría: el instante en que algo se vuelve certeza dentro de toda esa imprecisión. Creo que esa es la idea del poemario, o la que subyace en él”.
Otra cuestión para dialogar con el poeta es si en todo este proceso de desciframiento de un mapa o un rumbo cartográfico hay algo que se asemeje a la escritura de un poema. Teno no duda: “Me parece que hay algo que tiene que ver con un oficio, algo que no se puede improvisar. Uno será mejor o peor poeta, eso es otra cuestión, pero el oficio tiene que ver, sobre todo, con la lectura y el trabajo. La escritura es algo que a mí me cuesta muchísimo. No soy alguien que escriba con facilidad, pero el oficio conecta ambas cosas. También hay algo relacionado con el lenguaje. En la náutica, como sabrás, uno tiene que aprender un lenguaje nuevo; cuando subís a un velero o a un barco, el lenguaje cambia. Esa idea de mudar el lenguaje, de hacerlo extraordinario, me parece similar al proceso que sigue un poeta. Los que trabajamos con la palabra enfrentamos una dificultad: usamos el mismo material para comunicarnos cotidianamente que para crear arte, para producir un hecho artístico. Esa dificultad nos obliga a trabajar el lenguaje de forma extraordinaria para volverlo literario. ¿Cómo se convierte en literario? A través de diferentes formas y procesos. Creo que, tanto en la náutica como en la poesía, esa mudanza y extrañamiento del lenguaje, esa forma particular de manejarlo, generan una suerte de desautomatización en el receptor que produce el hecho literario en sí mismo”.
Cartografía imprecisa invita a reflexionar sobre muchos aspectos. Uno de ellos es el sentido de lo abierto o cerrado que puede tener el trazo de un mapa. No basta con una colección de versos para darle forma a un poemario, así como no basta tener una brújula para no perderse en el mar. La poesía y lo intangible, el oriente y las tormentas, el encontrarse y el dejar un camino señalado, permiten que otros vean una señal y se dirijan hacia ella.
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