Delia, 100 años y un amor
0223 estuvo en un cumpleaños muy especial y te cuenta la historia de esta bisabuela que un día, estando de vacaciones en Mar del Plata, conoció al amor de su vida.
Delia se mostraba feliz. Sabía que alrededor suyo había alboroto. Y no era para menos: ¡era su cumpleaños número 100! Pero ella, con una sonrisa lo relativizaba. “Hay mucha gente que llegó a esa edad”, decía e incluso daba como ejemplo a su madre, que llegó a los 105 años. Como si fuera un simple trámite...
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Hace 100 años el mundo estaba convulsionado: la gente no salía de su asombro por las primeras bajas de la Primera Guerra Mundial y en Argentina el Gobierno se reacomodaba tras la muerte del presidente Roque Saenz Peña. Y mientras todo eso acontecía, en un lugar de Avellaneda nacía un 22 de agosto, Delia Rosa Cerisola.
Ya de joven, Delia vino a vacacionar a Mar del Plata y su vida cambió para siempre: conoció a Benancio Genga.
“Yo me enamoré de la ciudad y de él. Así que al año nos casamos. Y desde ese momento nunca más nos separamos. Formamos un matrimonio muy feliz. Nunca discutimos”. “Ahora los matrimonios se pelean mucho. No duran nada. Antes había más paciencia y ahora los jóvenes no la tienen. Y si llegan a juntarse duran poco. En el matrimonio hay que respetarse el uno al otro. Esa es la clave”, explicó como si se tratara de una fácil fórmula.
En cada relato, a veces sin tener alguna relación, Delia vuelve a nombrar a su marido, que falleció en el 2002 a los 92 años de edad. Lo menciona cuando iban a las fiestas del club Kimberley, y “a pesar que a él no le gustaba el baile, siempre me acompañaba”. O cuando en uno de sus habituales paseos por el centro de la ciudad, sin darse cuenta, se puso a hablarle a un desconocido, creyendo que era él, “mientras mi marido estaba en la esquina riéndose”, contó con emoción.
En un viernes gris de invierno, mientras mira al mar a través de uno de los grandes ventanales del hogar de ancianos “Bonavista”, recuerda con nostalgia la ciudad en los años 40, cuando iba a buscar a Benancio, que trabajaba en una de las ruletas del Casino. De regreso a casa y de a pie, cruzaba la Plaza Mitre de noche y “uno podía pasear tranquilo y con nada que temer”. “Se vivía bien, mejor que ahora”, dijo Delia.
Luego llegaron sus hijos Mirta (71) y Alberto (69) que años después les dieron nietos (Martín, Pablo y Gustavo) y bisnietos (Fausto, Benjamín y Canela). Tras la muerte de su marido, hace ya 12 años, el reuma empeoró las cosas y desde hace 3 años que está postrada en una silla de ruedas. Ahora la familia y los recuerdos de un pasado mejor iluminan su rostro.
Y luego de una sorpresiva aparición de una torta de cumpleaños, realizada con amor por el personal del geriátrico, sopla como una nena su velita número 100. Entonces, toma del brazo a este cronista y le pregunta si está casado. Y ante la respuesta afirmativa, le aconseja: “para un matrimonio duradero, lo mejor es hacer una vida sana y en familia. Esa es la clave”, dijo Delia Rosa y me agradeció la visita.
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