Las andanzas del capitán Pupeto

Sus años como productor de los recitales de Los Redondos, la relación con el Indio y Skay, la noche que trabajó con Sumo en el Radio City, los años dorados en el Teatro Diagonal - donde descubrió a León Gieco – y tantas otras historias de Juan Bautista Pablo Mastropasqua, a solas con 4MROCK.

12 de Noviembre de 2016 20:28

Por Redacción 0223

PARA 0223

“Allá, como a media cuadra de donde estamos parados ahora, había un grupito de pibes que lo estaban esperando. La noche anterior los había invitado a comer en mi casa. No a ellos, ¡a todos los que habían ido al recital! ¡No lo podíamos creer! Al otro día cayeron un par, no muchos, mi señora les dijo que no iban a venir, hasta que no se aguantó, porque ella no miente, y les confesó. Los hizo volver a la noche: finalmente pudieron abrazar y hablar con el Indio, un ser humano muy querible”.

La escena – palabras más, palabras menos – grafica lo que sucedió aquella noche de principios de los 90, después del paso de Los Redondos por el Teatro San Martín. “Mañana vamos todos a comer un asado a lo de Pupeto”, había deslizado Carlos Alberto Solari. Así lo cuenta Pupeto – Juan Bautista Pablo Mastropasqua – un personaje muy importante en la vida de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Productor desde la primera vez en Mar del Plata hasta mediados de los 90, cuando el fenómeno no paraba de crecer ni de contagiar a un público tan fiel como multitudinario.

Pupeto, a solas con 4MROCK.

Nelly – su esposa – interrumpe con atino después de acercar un par de tazas con café a la mesa que está ubicada en el patio interno de la casa que tiene con Pupeto. “Aquel día, al asomarme al balcón, vi a un grupito de chicos con banderas, en la vereda de enfrente. Estaban armando una carpa. Me llamó la atención y bajé. Les pregunté qué estaban haciendo. Me dijeron que estaban esperando la llegada del Indio y Skay, porque sabían que iban a venir a comer a casa. Les dije que no, ellos mantuvieron su postura y después de un rato, les confesé que era cierto, pero que iban a venir a la noche. Tenía miedo de que se agrandara el acampe y se desbordara todo. Me prometieron que no se lo iban a decir a nadie y así fue. Cuando volvieron, fueron muy respetuosos, lo llamé al Indio, le avisé cómo venía la mano y aceptó. Lo abrazaron, firmó autógrafos, charlaron un rato con él y después volvió a la cena”.

Pupeto asiste con la cabeza y cuenta que “aquello que pasó es un fiel reflejo de lo que siempre digo: el Indio, Skay y la Negra Poli son personas extraordinarias…”.

Por aquellos años, los primeros en la vida de Los Redondos en Mar del Plata, la relación que mantenía con todos ellos era excelente. “Vinieron muchas veces a casa. La Negra Poli y Skay fueron los primeros, después se sumó el Indio, incluso Virginia, su mujer, un tiempo después. Nunca habíamos hablado de ella. Una noche la trajo, poco antes de tener a Bruno. Pero no coincidió con ningún show en Mar del Plata, vinieron exclusivamente a conocernos. Sinceramente, un encanto”, agregó Nelly.

“Con los años formamos una amistad muy linda con el Indio, Skay y la Negra Poli”

- ¿Hace mucho no se ve con ellos?

- Con Skay y la Negra Poli me he encontrado un par de veces. Con el Indio me he comunicado en diversas ocasiones, pero últimamente no ha podido ser. No recuerdo cuándo, pero una vez me llamó por teléfono y me dijo que quería mandar un auto para que lo vaya a visitar a su casa. Después por otra cosa no se pudo dar, pero el cariño está.

Mastropasqua, todo un coleccionista de libros y discos.

Pupeto cuenta, en una de las tardes más primaverales de lo que va del año, que fue “rara” la conexión que logró con Los Redondos, teniendo en cuenta que no era del “palo”. “Estaba metido en cosas de un nivel cultural un poco selectivo y el Indio me preguntaba cómo, yo haciendo otras cosas, me interesaba por lo que ellos hacían. Haber trabajado con ellos, desde el primer recital que hicieron en Mar del Plata en el Teatro Tronador hasta los shows en GAP, es algo que me hace sentir muy orgulloso, fue de lo mejor que me pasó en la vida”, soltó sonriente.

“El Indio también declaró una vez que él no venía a tocar a Mar del Plata, venía a comer el Lemon Pie que hacía mi señora, Nelly”, recordó entre risas, sin dejar la oportunidad para soltar que “una vez, en una de las tantas reuniones que hicimos, le dijimos al Indio que Nelly no había podido hacer el Lemon Pie que tanto le gustaba. Estuvo al borde de la depresión (muchas risas)”.

- ¿Cómo nació su contacto con el Indio y Los Redondos?

- Por razones generacionales, esto tiene más que ver con mis hijos (NdeR: Elisa vive en Toronto y es profesora de literatura inglesa. Pablo, en tanto, sigue en Mar del Plata y es arquitecto) y sus amigos. Empezamos a escuchar la música de Los Redondos mucho antes de conocerlos. Después, a través de un amigo con el que producimos otras cosas muy grandes, con quien trabajé en giras de Serrat y Silvio Rodríguez, por ejemplo, me avisó que había un conjunto que quería venir a Mar del Plata.

- ¿Qué le atrapó de la banda?

- Lo que ellos provocaban en la gente joven. Los chicos se revitalizaban con Los Redondos. Me acuerdo las caras de los primeros que estaban al show… una felicidad nunca antes vista. No es casual que el Indio, en dos o tres ocasiones, con mucho cuidado, haya dicho algunas cosas que tienen que ver con lo que se ha provocado en la juventud en este último tiempo. Los recitales de rock son la mayor conjunción, la mayor síntesis estética que se puede dar en el mundo contemporáneo donde todas las artes estás juntas. Por eso a través de Rocambole, con mucho criterio, siempre tuvieron un apoyo visual casi tan importante como la música que hacían. Siempre unieron todo, primero porque son chicos muy cultos, aparte de muy profesionales y músicos. Siempre se movieron en una posición social y política que no coincide en nada con la derecha. El disco ‘Oktubre’ no fue casual, va… nunca es casual nada.

Los Redondos, en una de las tantas veces en Mar del Plata.

Pupeto muestra con su mano derecha algunas fotos que guarda con tanto cariño. Él, que durante más de 40 años sintió a la fotografía como “mi actividad profesional más intensa” y trabajó, entre otros medios, para La Prensa, La Nación y La Capital: “Después pasé por muchas revistas, diarios… ahora sigo sacando fotos, pero mucho menos que antes está claro”.

- ¿Entendió el fenómeno de Los Redondos?

- El Indio tiene un lenguaje secreto que muchas veces ni los mismos devotos entienden, pero hay algo que sí entienden y va más allá del entendimiento: una comunicación secreta. Lo que él consigue, desde el punto de vista musical como en sus letras, es de un fenómeno estético increíble. Para mí, lo que se producía en sus shows, era de una intensidad emocional tan grande que no por casualidad, en uno de los recitales que se hicieron en GAP, había un gran cartel que decía ‘No es casual que un lugar como este, comulguemos’. Eran como misas, de verdad.

“Me atrapó lo que Los Redondos provocaban en la gente joven”

Como al pasar, en un dato que ahora podría resultar llamativo, pero antes no, desliza que “en muchos recitales, al comienzo, perdimos plata. Pero no importaba” y recuerda cuando “tuvimos que desarmar el Teatro Radio City porque no podíamos hacerlo con las butacas. ¡Sacamos 1.400 butacas…! Esa noche, por primera vez en la historia de Los Redondos, tuvieron que hacer dos recitales seguidos. Era tanta la cantidad de gente que había afuera que podría haber terminado en un escándalo”.

- ¿Algún otro show que recuerde?

-Cuando hicimos un show en Piet, eso sí que podría haber explotado. Entraron cuatro o cinco veces más de la capacidad. El lugar rebalsaba de gente. Un lugar chiquito que estaba ubicado en Diagonal Pueyrredon y Rivadavia. En realidad, al principio siempre nos manejamos chicos. El propio Teatro San Martín, no te creas que era tan grande….

- ¿Cuál fue su último recital con ellos?

- Los de GAP. Cuando hicieron el Polideportivo y el Patinódromo yo ya no estaba en la producción, aunque me acuerdo de la última vez que tocaron acá. La represión involucró a gente amiga nuestra, incluso a la novia de mi hijo… a la barra más íntima de mi hijo. Todos ellos tenían entradas. El problema era que la policía siempre nos trató de provocar. En realidad, es una constante de la policía que maltrata al público rockero, joven y con ideales, lo opuesto a la policía. Los veían casi que como enemigos. Lamentablemente, al tiempo, mataron a Walter (Bulacio)”.

Pupeto sostiene una foto histórica de Les Luthiers.

Pupeto sostiene al pasar que “tengo registro de la única vez que estuve en los camarines, porque después de los recitales no querían que entre nadie. Tomé algunas fotos: abrazados, sentados… No son grandes fotos, pero simbolizan mucho. Haberlos retratado de la manera natural que expresa la foto…fue algo mágico”.

- ¿Vio las últimas producciones audiovisuales del Indio?

-El DVD que grabó en La Plata lo pasamos en el Teatro Auditorium. Me pareció fantástico, me gustó muchísimo. Tanto el vivo como la filmación, porque yo estuve presente esa noche. El DVD está muy bien hecho, a la altura de los mejores recitales internacionales. No exagero. El documental Tsunami no lo vi todavía, solo el avance. No me gusta verlo desde una tablet o un celular. Soy medio maniático en ese sentido. Soy un espectador antiguo, quiero verlo en una pantalla grande.

- ¿Cómo definirías al Indio?

-Es una de las personas más cultas que he conocido. Tiene una profunda raíz popular y lo evidencia en toda su obra. Insisto con que tiene un lenguaje secreto que no tiene por qué ser entendido racionalmente. Lo que Los Redondos producían en los chicos no era un hecho explicable, había una cuota emocional muy fuerte.

“El Indio es una de las personas más cultas que he conocido”

La fotografía, su gran pasión.

Sus años dorados en el diagonal

Pupeto, entre el 70 y el 76, fue el Director de Programación del Teatro Diagonal. En ese lapso, vio pasar a artistas de la talla de Atahualpa Yupanqui, Oscar Araiz, Les Luthiers, Nacha Guevara, Víctor Laplace, hasta Joan Manuel Serrat, entre tantos otros. Sin embargo, uno de los más significativos fue León Giego.

“León debutó en el Diagonal en el 69, cuando no lo conocía nadie. Él trabajaba en Telefónica Argentina y se apareció una tarde, pidiéndonos la sala. Como nos pareció muy simpático, le dijimos que sí. Él siempre recuerda que fui el primero en abrirle las puertas. Ahora estamos trabajando juntos para traer algo grande que está haciendo”, señaló.

“Lo de él fue una cosa increíble – continuó –. Él subía solo con su guitarra, después sumó a Porchetto… y llegó un dúo acústico de La Plata muy bueno (Miguel y Eugenio). Le he contado que tengo fotos de él que nunca vio, que si las ve se va a emocionar mucho…de hecho, se las llevaré en los próximos días, cuando nos volvamos a ver”.

- ¿Algún otro artista que le haya llenado el corazón?

- La relación que tuve con Mercedes Sosa también fue excelente. Era una persona que se consideraba tía de mis hijos. Imagínate el cariño que nos teníamos. Al Teatro lo tuvimos hasta el 76, por donde pasaron todos. Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, entre tantos otros. Después de que los militares entraran dos veces, se terminó todo. Consideraban que lo nuestro era de izquierda…

- ¿Con qué otras bandas trabajó?

- Una sola vez trabajé con Sumo, en el Radio City. Luca una vez me dijo: ‘¿No van a sacar las butacas?... lo poco que van a durar’ (risas). La gente subía arriba de ellas, bailaba, saltaba... Después pasaron muchas bandas de Mar del Plata, incluso una de Chile, que era extraordinaria: Los Jaivas. Un conjunto que creció muchísimo con el tiempo. Todavía son una leyenda en su país. También trabajé con PorSuiGieco, en fin, con una cantidad innumerable de artistas de la ciudad y el país.

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