Carlos Irusta: "Le tenía mucho miedo al tema del caso Monzón"

El escritor y periodista admite los temores que le generó abordar el asesinato de Alicia Muñiz. "Hoy hubiera sido femicidio y le hubieran dado perpetua. En aquel entonces le dieron 11 años", confiesa.

3 de Marzo de 2018 19:53

Al hablar de boxeo en la Argentina es inevitable referirse a uno de los campeones más completos y exitosos que tuvo el país: Carlos Monzón. Un boxeador de infancia humilde como tantos otros, que llegó a la cima del éxito deportivo y se transformó en una celebridad internacional. La fama y los flashes le dieron lugar a la oscuridad de una celda luego de que el púgil asesinara a su esposa aquel fatídico verano de 1988 en Mar del Plata. Carlos Irusta acompañó la vida del santafesino desde el periodismo y escribió el libro "Monzón, la biografía definitiva"

Se trata de un libro apto para todo público: no es un libro de boxeo, es un libro sobre una vida, cuenta una historia. “Si vos le das este libro a un dinamarqués que jamás escuchó hablar de Monzón y lo lee, capaz que dice que está entretenida la historia”, comentó el periodista en una extensa charla con 0223. “Es una historia grande, no hace falta conocer al personaje. Pienso que la mejor propaganda, si existe, puede ser el boca a boca”, agregó.

Carlos Irusta es una de las voces más autorizadas si de boxeo se trata ya que dedicó su carrera al deporte de los puños, trabajó para los principales medios de comunicación del país y aún lo sigue haciendo como columnista de ESPN.com. Dice que no le gusta venir a Mar del Plata porque siente nostalgia por los “amigos que ya no están”, pero en esta oportunidad lo hizo para la presentación de su libro, en el marco del ciclo “Verano Planeta”. 

-¿Cuál fue el punto de partida para escribir un libro acerca de la vida de Carlos Monzón?

-Cuando me plantearon el tema, sabía cómo empezaba el libro pero después no sabía más nada. Lo empecé y dejé que fluyera solo pero traté siempre que fuera muy objetivo, o sea, que estuviera basado en datos. El problema que se me planteaba era que si lo llenaba de datos, el libro se podía convertir en una sucesión de información absolutamente impersonal. Había que buscar una manera y la encontré con lo que hace Kevin Spacey en “House of Cards”: mira a un costado, mira al espectador y habla confidencialmente con él. Eso lo trasladé al papel, le puse otra tipografía y le puse agregados con cosas de mis vivencias, desde mi punto de vista que no significa que sea la verdad; es mi verdad. 

-En Argentina solemos hacer un podio con los mejores deportistas argentinos de todos los tiempos y casi todos incluyen a Monzón. ¿Tiene hecho su ranking? 

-No soy muy armador de podios pero creo que Monzón está entre los primeros cinco. No pueden faltar Juan Manuel Fangio, Diego Maradona, Emanuel Ginóbili ni Guillermo Vilas. También lo podemos poner a Messi pese a que todavía no terminó su carrera y Monzón. No sé si me falta alguno pero creo que está por ahí.

-¿Cómo llega Monzón a transformarse en una celebridad?

-Él tenía algo adentro que no sabemos qué es. Yo no creo en la casualidad, creo en la causalidad. Monzón no fue a buscarlo a Tinayre para hacer una película, ni lo fue a buscar a Pier Paolo Pasolini para hacer una película que finalmente no hizo. Lo fue generando él. Ni siquiera lo fue a ver a Tito Lectoure para decirle “deme una oportunidad”.  Él iba abriendo su camino. Cuando Monzón empieza a pelear en el Luna Park no llevaba a nadie, eran como 5 ó 6 los pesos medianos importantes, era otra época, entonces Lectoure armó un campeonato: los hizo pelear entre ellos y el que ganaba, ganaba. Y bueno, ganó Monzón. Desde allí, no sólo Lectoure, sino el jet set y y todo lo que lo rodeaba puso los ojos en Carlos. Alain Delon, como hombre del espectáculo, se dio cuenta de que ahí había un material importante, incluso después se hicieron amigos. De hecho, Alain Delon lo vino a visitar a la cárcel, fue amigo en las buenas y en las malas, amigo de verdad.

-¿Cómo tomaron su entrenador Amílcar Brusa y Tito Lectoure el arribo del boxeador al mundo de la farándula, de la fama?

-El boxeo siempre fue una actividad muy machista. Cuando Amílcar Brusa se enteró lo de Susana Giménez y de la película "La Mary", dijo:  “No, esto le va a exigir acostarse a la hora que tiene que levantarse y estar despierto a la hora que tiene que descansar”. Pero lo convencieron porque tenía una pelea con “Mantequilla” Nápoles en febrero, después descansaba dos meses y hacía la película. Así fue que Brusa aceptó, aunque nunca le gustó la farándula. Lectoure se lo tomó menos en serio. Yo creo que, al ser machista el mundo del boxeo, temían que a lo mejor esta chica le sacaba la fiereza, lo ablandaba, pero eran dos o tres meses que él tenía de descanso. Pienso que Lectoure, que era menos vehemente en eso, habrá dicho bueno, que se divierta un rato y que haga la película; a lo mejor pensando lo que pensábamos muchos, que podía ser un desastre la película. Nunca nos imaginamos que la película iba a ser tan buena, fue un éxito tremendo y encima hizo una explosión gigantesca con todo el tema del romance.

-¿Cómo fue la relación de Monzón con Susana?

-Fue muy explosiva, muy ardiente y muy pasional, pero lo pasional también corre un riesgo. A veces es conveniente poner algún paño frío o tener un poco de tolerancia hacia el otro.

-¿Los dos estaban en su mejor momento?

-Estaba mejor Monzón, Susana estaba muy bien colocada, venía de hacer “Las Mariposas Son Libres”, una obra de teatro con Rodolfo Bebán, pero no era la diva que es hoy. Monzón era más en ese momento, sobre todo porque eran carreras distintas.

-Hay un tema que no se trata en el libro: el de los rivales de Monzón para las defensas del título del mundo y la polémica de si se trataba de boxeadores de fuste. ¿Qué opina?

-Ese es un tema que no quise tocar en el libro, aunque está dicho muy al pasar, porque Lectoure lo dice al contar por qué se separó de Monzón. Muchos dicen que Carlos hizo una carrera muy bien llevada y con rivales convenientes y creo que tienen razón. Ahora, yo quisiera que me nombren a qué rival esquivó Monzón, porque no hubo ninguno. El gran Jack Dempsey, que peleó con Firpo, campeonazo de los años ’20, nunca peleó con Harry Wills porque éste era negro y se le negó la posibilidad. Todos sabían que Wills le podía ganar pero la pelea no la hizo. Floyd Mayweather, uno de los más extraordinarios boxeadores de los últimos 50 años, en el momento en que Manny Pacquiao era su gran rival no peleó con él, lo peleó 4 años después, lo agarró ya gastado. Digo esto porque a mí me molesta un poco el cuestionamiento, que puede ser correcto, porque no conozco ningún manager, ningún promotor en el mundo y creo que me voy a morir sin conocerlo, que exponga a su pupilo para que pierda. Tal vez Tyson haya sido la excepción porque, justamente, era Tyson, porque no había ninguno que pudiera superarlo. 

-¿Cómo le hubiera ido a Monzón si le hubiera tocado boxear en estos tiempos?

-Económicamente hablando hubiera ganado una fortuna que no ganó. Pero por su estilo, hoy le hubiera costado mucho trabajo pelear. El equivalente a Monzón podría haber sido “Maravilla” (Sergio Martínez) pero fue muy mediático y no tuvo la duración de Carlos. Es difícil trasladar épocas.

-Más allá del resurgimiento del boxeo en Argentina por figuras como “Maravilla” Martínez, el “Chino” Maidana o Lucas Matthysse, por qué cree que se perdió aquella época de oro del box en Argentina en donde había campeones y boxeadores extraordinarios.

-A nivel nacional, al boxeo le falta el Luna Park, el gran escenario. Por ejemplo, la televisión le ha cedido el paso a la computadora y al teléfono. Antes la familia se juntaba alrededor de la tele, ahora hay uno mirando la tele en el living, otro con la tablet en la habitación y otro mirando el teléfono. Eso mismo le pasó al boxeo con la ausencia del Luna Park en donde se concentraba la actividad. A Lectoure no le gustaba la televisión, él quería el público que pagara la entrada. Al perderse el Luna, se pierde primero a Lectoure que era un promotor bárbaro y segundo, que es un detalle que no todos tienen en cuenta, es que en el Luna Park había un gimnasio en donde entrenaban todos y había una calidad de sparrings muy buena. Monzón tenía a cinco distintos para hacer guantes, no le ponían un tipo cualquiera sino que le ponían a quienes lo exigieran. Ahora, un gimnasio a lo mejor tiene una figura pero de sparring tiene a chicos, no tienen exigencia. Por eso, por ejemplo, Maidana y Maravilla triunfaron en los Estados Unidos, por los sparrigns. 

-¿Qué recuerda del asesinato de Alicia Muñiz?

-Dicen que ese verano fue bisagra, que Mar del Plata no volvió a ser la misma. La muerte de Alicia la viví pero no estaba acá, no me mandaron. Yo trabajaba en El Gráfico y no recuerdo bien cómo fue la cobertura. El juicio sí, estuve toda esa semana acá, recuerdo que estaba Cherquis Bialo que creo que llegó después. Se vivió de una manera muy especial, no solamente por lo grande del tema sino por todas las leyendas urbanas que empezaron a surgir, los testigos, que si uno era falso, que si el otro mentía; si en la casa había cocaína o no, que si había habido un llamado misterioso en medio de la noche. Había mucho trasfondo que al final ni se llegó a conocer. Por el otro lado, como era en invierno, era una época gris y triste por el clima, me acuerdo a la tardecita volvía de los Tribunales y escuchaba por la radio el tema del juicio porque no hubo televisación. 

-¿Desde dónde se aborda el tema del asesinato que hoy hubiera sido un femicidio?

-Con el tema de la muerte, trato de exponer la mayor cantidad de datos posibles, lo más objetivamente posible. No es mi especialidad. Lo que sí agrego, es un escrito anterior al libro, de una mujer llamada Julieta Gómez Martí, abogada y referí de boxeo, que mantuvo con Monzón una relación a través de las cartas cuando ella era chica y Carlos estaba preso. Ella le escribía a Monzón y éste le respondía, tiene como 50 cartas. Entonces se mezcla la mujer, la abogada, la amiga y la referí, y con todo eso, ella genera un texto, no muy largo, donde sopesa el problema del “famoso inculpado”, en donde los ojos están mucho más en el tema que si fuera otro. Si en lugar de ser Monzón y Muñiz hubiesen sido Juan Pérez y la mujer, hubiera sido un caso más, hubiera salido un recorte en el diario y nada más. El caso Monzón hoy hubiera sido un femicidio, le habrían dado perpetua y en ese entonces le dieron 11 años. Todo esto lo traté con mucho cuidado porque hoy por hoy, una palabra mal puesta te crea un problema. Habrá que cambiar la mentalidad y por eso hay que tener un gran cuidado en expresarse. Si yo no hubiera tenido que escribir este libro para Editorial Planeta no sé si lo hubiera escrito porque le tenía mucho miedo al tema. Con Planeta me sentí respaldado, tuve dos lectores previos, y cuando lo pasé, pedí que sea leído por un abogado. No quiero hablar a favor de Monzón ni en contra porque lo que muchos se olvidan -sobre todo hoy,  que es una figura muy repudiada para algún sector-, es que él estaba por cumplir la pena que le había impuesto la justicia.

-¿Qué recuerda de la muerte de Monzón?

-Nadie se muere un día antes pero Carlos era un hombre joven. Yo estuve en Santa Fe, fue tremendo. Hay que ser santafesino para verlo a Monzón: siempre le tuvieron una veneración porque él siempre estuvo cerca de Santa Fe, más allá de que se fue a vivir a Buenos Aires. No sólo no descuidó sus raíces sino que, como dice Porta en el libro, un relator santafesino de muchos años, es el único del cual se acuerdan en todas las fechas los de Unión y los de Colón. De hecho, el féretro pasó por los dos clubes, es lo único que los logra unir. La despedida fue tremenda.

-¿Cómo se vivió en los medios y en la sociedad?

-Fue muy impactante. Yo recuerdo que El Gráfico le dedicó la tapa y un montón de páginas, porque además fue una muerte inesperada, trágica y como de costumbre comenzaron los misterios, de una camioneta que lo seguía, le robaron la cadena de oro que tenía, el Rolex que no se sabe quién fue, como de costumbre, también, se tejió una clásica novela policial.