Los efectos de deshumanizar al otro en Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica

La novela tiene muchas claves de lectura, pero sobre todo reivindica aquel poder de la ficción para interpelar e interpelarnos sobre lo que nos construye y nos rodea. Agustina Bazterrrica ganó con Cadáver exquisito (Alfaguara – 2017) el premio Clarín Novela 2017 y aún se sigue hablando sobre lo que genera su lectura.

6 de Enero de 2019 10:03

En una sociedad distópica, donde ya no se puede comer animales, las autoridades permiten el canibalismo. Pero esto no es lo peor, en este mundo todos, o casi todos, lo aceptan sin cuestionarse absolutamente nada. Los animales han sido afectados por un virus, según comunican las autoridades y los medios de comunicación, por lo cual deben ser todos sacrificados. Así, una vez autorizado legal y mundialmente, se aprovecha el circuito que se utilizaba para faenar animales para criar y manufacturar humanos para consumir.

Nosotros, lectores, acompañamos todo el tiempo a Marcos Tejo, quien trabaja en uno de estos frigoríficos desde antes del virus. En determinado momento, a este le le regalan un ejemplar, una hembra  para que críe o faene, lo que en definitiva no deja de ser una mujer desnuda en su galpón y de la cual él cree que puede disponer. Pero no todo será tan fácil. Tejo, permanentemente está interpelando la realidad que le toca y nosotros junto con él, sobre todo en la comparación con las veces que objetivamos y despersonalizamos nuestro entorno.

Entonces aparece aquí otra línea de interpretación de la novela que es la capacidad que tenemos, individual y colectivamente, de contradecir y repreguntarnos sobre lo que dicen las autoridades y los medios de comunicación. El texto refleja esa actitud pasiva de aceptar todo lo que se dice y argumenta sin intervenir, lo que no ocurre con el del protagonista casualmente.

“Caminaba hacia un taller literario un día y pasé por una carnicería y pensé: se exhiben cadáveres de animales, y si es así, ¿por qué no puede haber cadáveres humanos?” cuenta Bazterrica sobre el origen de la historia. Y agrega, “lo pensé y lo quise escribir primero desde el punto de vista de estos animales/humanos, pero me pareció muy complejo porque no tiene un pensamiento y un lenguaje muy desarrollado cada uno de ellos. Entonces pensé en alguien que esté en contacto con todo ese mundo de la carne. En general los que comen carne no saben cómo se produce ese bife”.

Durante la obra realizaremos todo un recorrido por la curtiembre, por el frigorífico, por la carnicería, por todo el proceso que lleva que esa otra “carne” humana llegue hasta las mesas diarias. Pero lo interesante del trabajo es que hay una historia más allá del universo caníbal. Nos empuja a preguntarnos junto al protagonista, en ese marco de escenas crudas y críticas que aparecen, sobre lo que consumimos, físicamente y simbólicamente. Es decir, cómo nos canibalizamos a cada instante, producto de este sistema altamente competitivo, cruel y perverso que nos atraviesa cotidianamente. Ejemplos sobran: guerras, abusos, violaciones, trata de personas, discriminación, deshumanización del otro para que resulte más sencillo.

-Hay una cuestión en la deshumanización del otro para que resulte más fácil de asimilar el proceso violento. Cuanto el otro menos se parezca a mí, mejor. Pienso en eso de que no hable por ejemplo.

-Sí. Creo que nos ubicamos en un lugar muy soberbio en el universo, pero somos todos seres que habitamos este planeta y nadie quiere morir. Entonces nos ubicamos en un lugar de soberbia sobre los otros, animales y otros seres humanos. Algunos dirán ¿y las proteínas y los nutrientes? Seguro, por ahora podemos elegir entre pensar que los animales solo son para comer y punto, pero también pensemos en como tratamos al otro, en cuánto deshumanizamos para no dejar ese lugar de soberbia.

-Claro, cuanto menos se parezca a nosotros, por ejemplo en su mirada, menos cuesta hacerle algo. No nos molesta pisar una cucaracha, pero si una gran mayoría puede resistirse si genera ternura con su mirada, como puede hacer un gato o un perro.

-Exacto. Investigué mucho lo que se hace en los frigoríficos donde se faenan todo tipo de animales y trasladé todo eso a un futuro posible. Creo que el hecho que podamos escindir el bife de cómo llegó al plato y el sufrimiento de por medio, lo hacemos también ante el resto de los seres humanos. No lo ponemos como pares, sino que objetivamos y discriminamos.

- Hay una cuestión sobre las palabras y los silencios en la novela. Aparece, por ejemplo, una definición de una palabra, después la función de la misma palabra y luego se busca otra definición de esa misma y así varias veces en distintos casos en toda la novela. Hay como un tratamiento específico del  lenguaje.

- Totalmente pensado. Creo que el lenguaje nos constituye, si vos decís milanesa o pedazo de carne, habla de cómo te ubicás en el mundo. Así como otras palabras encubren: por ejemplo bife está encubriendo que es un pedazo de vaca que fue sacrificado en un frigorífico. Me pareció interesante trabajar esa línea y por eso también las descripciones están focalizadas en cómo hablan y en qué dicen, más que en contextos. Porque el lenguaje nos constituye y por eso también a la “carne” se le sacan las cuerdas vocales para que no tenga un lenguaje hablado y así deshumanizarlo.

El capítulo tres de la novela  es neurálgico. En él recorremos todo el proceso de faena de un ejemplar. La crudeza y el grado de detalle de esa narración son impactantes. Además cuenta, como casi toda la historia, con imágenes potentes sobre los hechos. Parecería ser uno de esos capítulos donde encontrás tu lugar de lector de la novela, así como el peaje a decidir si continuás o no con la lectura. Por otro lado tiene capítulos que dialogan permanentemente con El matadero de Esteban Echeverría. Sobre todo uno donde, muchos seres humanos de las clases más pobres y bajas, avanzan sobre un camión que marcha hacia el frigorífico y lo saquean. Roban y faenan allí nada más que alimentos que no pueden conseguir de otra forma. Muchos de los que asisten al espectáculo del matadero en la obra de Echeverría están bajo esas mismas condiciones. El fantasma de El matadero cruza fuertemente la obra en su colorido, en sus procesos, en su violencia y en su realidad reflejada en lo social.

Bazterrica asegura que “no es un alegato para dejar de comer carne, el fanatismo es otra forma de violencia. Yo soy vegetariana, no vegana y cada cual tiene su proceso”. Lo cierto es que a la hora de la lectura uno se siente interpelado y hasta le resulta hipnótico el texto. No puede dejar de leer, producto del buen tratamiento y dosificación de la información en el contexto de la historia. Son varias las líneas movilizadoras y de interpretación que se destacan, sobre todo el lugar del otro, así como el proceso de canibalización permanente que va creciendo. ¿Cómo sobrevivir a esto? No encontraran respuestas en Cadáver exquisito, pero celebro los textos que dejan preguntas para encarar el día a día.