Algo de humor para mitigar la existencia: Vía crucis de Mauro De Angelis

Siete relatos que nos llevan de un lado a otro, de un tema a otro. Desde un enano que se vuelve terrorista, pasando por un escritor que quiere ser algo para lo que no está en condiciones y hasta llegar a dos Cristos en un mismo vía crucis, son los espacios donde el escritor muestra lo cómodo que se siente en la escritura de los detalles.

16 de Marzo de 2019 19:11

¿Qué es lo que puede resultarle gracioso a uno en las páginas de un libro? ¿Un chiste? ¿Toda una trama que involucre a determinados personajes? No necesariamente. A veces lo gracioso pude venir de cualquier parte, sobre todo tratándose de historias cotidianas que logran la empatía necesaria con el protagonista a raíz de la buena mano del autor para narrarlas.

Así se presenta el caso de Mauro De Angelis, quien con Vía Crucis (Letra Sudaca 2016) registró una forma de narrar sumamente interesante, mezcla de humor y sencillez, que va metiéndote en la trama detalle a detalle, efecto tras efecto, logrando ubicarte en el medio de la historia aunque no lo quieras.

Él asistió a los míticos talleres literarios del escritor Daniel Boggio, por eso su reconocimiento como maestro y la dedicatoria del primer cuento. “Era un tipo muy duro en la crítica, pero también muy bueno en los elogios. Aprendí mucho con él, sobre todo de la estructura, del lenguaje, de pensar como escritor el tema de las tramas, es decir un montón de cosas que quizás se puedan aprender solo, pero llevan un montón de tiempo, pero con un maestro como era él se aprendía mucho más rápido, fueron experiencias muy importantes para mí”, sostiene De Angelis.

Vía Crucis está formado por siete cuentos. El primero de ellos se titula Roselindo Juárez, el Desmitificador. Está dedicado a Boggio ya que no solo lo trabajó mucho con él, sino que también le hacía reír mucho su trama. En este cuento se cruza la historia de un enano interesado en contar su vida con el circo, su sufrimiento y qué consecuencias tuvo para él.

-¿Te gusta el circo o fue un ejercicio para la escritura del cuento?

- Me gusta mucho. Es una temática que me atrapa. Es un espectáculo al que, cuando era chico y vivía en Wilde, me llevaron mucho a ver. Me acuerdo de uno de Margarito Tereré que era el circo más patético que vi en mi vida. Eran lugares muy pobres y siempre me gustó ese ambiente, pero siempre desde atrás, desde la otra cara. Y seguro quedó algo prendido en mí.

 

-De esa parte de atrás, desde esa otra cara aparece la paranoia y el sufrimiento del enano protagonista…

- Sí, este primer cuento del enano se desarrolla en parte en un circo y trata sobre el submundo de este. Él tiene una visión muy paranoica del circo, donde hay una mafia de payasos, es decir, un mundo más oscuro que el que la gente ve. Pero también está  la cuestión de las frases hechas que manejamos todos los días y que están lejos de la realidad, pero que generan una imagen que no coincide con lo que nos está pasando. Es esa creación de mitos urbanos la que se va desmitificando, y como esos mitos lo han hecho sufrir al protagonista, casualmente por ser enano, él finalmente deriva en una carrera terrorista.

Así de simple, pero así de complejo también. Los dolores de todos los días en personajes que logran la empatía gracias al humor y la buena escritura. Por eso, en el segundo cuento, Entre Hombres, se encuentra uno con el tema de las paradojas. Esas instancias donde el lector espera una determinada reacción previsible pero el personaje va por otro lado. De esta manera, lo previsible y lo imprevisible interactúan con la trama todo el tiempo, convirtiéndose dicho juego, en un protagonista más.

Vía Crucis tiene la particularidad de ser un libro de cuentos muy heterogéneo. Es decir, ningún cuento tiene que ver con el anterior, teniendo temáticas muy distintas cada uno de ellos. Son cuentos cortos, pero alcanzan las pocas páginas para pegarte una cachetada y sorprenderte sacándote de tu pasividad de lector. De Angelis explica: “El tema es no crear algo que necesites 20 páginas para desarrollarlo ni que todo quede en dos nada más y vos te vayas con sabor a poco. Uno de los grandes problemas que aparecen cuando empezás a escribir es que escribís apurado y así se construyen tramas que están apuradas y el final llega antes, por lo tanto no se llega a preparar al lector para él y tampoco se llega a comunicar todo lo necesario. Pero por otro lado tenés que cuidar que no se te escape la cantidad de páginas. Es un equilibrio que lleva mucho tiempo de trabajo, viendo la historia y viendo qué necesita ella también. Lo esencial del cuento es la tensión y eso en una extensión demasiado larga puede generar errores”.

Llegamos a El otro cuarto, sin dudas el que más elementos del género fantástico tiene. A modo de homenaje a Bioy Casares (está dedicado a él) dada la intertextualidad con uno de sus cuentos, pero que De Angelis resuelve para otro lado y pensándolo de otra forma.

 

Guapo, antes de ser editado, fue seleccionado en el premio Itaú de Cuento Digital. Sin dudas el mejor De Angelis, con un humor muy fino y con un sabor a aquello que otros dejan atrás cuando cuentan sus historias. El inicio: “Tanto tiempo y todavía lo recuerdo…” marca de entrada la desventura que genera a veces la nostalgia de algunos hechos que preferimos guardar solo para nosotros.

Una tormenta para Dillinger es el quinto cuento del libro.  La particularidad es que en él, el propio autor se coloca en posición de personaje.

-¿Cómo fue trabajarte como protagonista?

-Es un recurso que he visto en otras historias y novelas, es decir, alguien me cuenta a mí una historia y una situación, una suerte de crimen perfecto, y lo hace para que en el futuro yo escriba un cuento. Entonces, eso mismo que me está contando, ya es el cuento directamente. Y ahí aparecen entradas y sugerencias que me hace el otro para el cuento que no coincide con el cuento mismo y tengo que ir armando toda la trama de nuevo.

Para ir cerrando el libro, Confesiones de un vanguardista, va camino a otro lado. Es el que más diferencias en la temática y en la forma marca del resto. “Es uno de los más antiguos, es del año 99 más o menos, y estaba pensando un libro que  contuviera varios cuentos de este estilo, un poco también como homenaje a Busto Domec, que es el estilo que intento reproducir acá, pero finalmente no salió”, describe. En el cuento nos encontramos con un escritor clásico que quiere ser vanguardista, realizando unas maniobras poco felices y sin lograr serlo. Sin embargo logra otras características particulares. El cuento es muy simbólico y “es lo que nos puede pasar a los escritores hoy, es decir,  las intenciones van por un lado y nuestra esencia va por otro”, agrega. Es una crítica al snobismo también. “No hay peor cosa que un autor que quiere ser algo y no lo es”, refuerza De Angelis.

Y finalmente llegamos al que da el nombre al libro, Vía Crucis. La historia se desarrolla en el puerto de Mar del Plata, en la plaza Italia más precisamente, y está cargado de referencias conocidas para los locales. El cuento cruza el armado de un vía crucis viviente y como se dan los cambios de actitudes individuales y colectivas a la hora de todo este trabajo. El autor explica, “Conocí esta historia por otra persona, algo que había ocurrido realmente, o sea,  tiene algo de verídico pero no sé cuánto. Creo recordar que la anécdota era muy chiquita y el resto lo fui armando yo un par de años después”. El cuento consta de varios narradores al mismo tiempo que llevan la historia. Así como un vía crucis es un evento colectivo, acá también la narración se arma entre todos, entre muchas voces que se chocan en un momento. “Yo imaginé el armado de cualquier emprendimiento grupal y ahí saltan esos momentos donde nadie se hace cargo de los errores y te van mandando a preguntarle a otro;  así como los celos, los reemplazos en los roles y mucho más. Además tampoco vivo en el puerto, pero recorrí la zona bastante y pregunté mucho por ahí para armar la narración, como direcciones y nombre de bares” aclara.

En los cuentos de Mauro De Angelis hay mucho humor y muchas situaciones cotidianas. Pero, cuidado, no son cuentos con chistes adentro de la trama. El autor desarrolla una idea del humor buscando salvar otros intereses, buscando mostrar que debajo de él hay algún pensamiento o situación trágica. Los protagonistas son tipos perdedores que enfrentan día a día su existencia. “Son personajes que están frente a problemas grandes, que a veces son graciosos pero en el fondo esconden una tragedia que es la de tratar de ser feliz y vivir la vida lo más dignamente posible” confirma. El pacto con el lector se cierra en la primera página. En los pequeños gestos, en los detalles, la narración se verá enriquecida y uno, del otro lado, sufrirá un sentido de adhesión inmediato a cada relato.