Por los caminos del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha

Don Quijote de la Mancha, la obra de Miguel de Cervantes, fue la que dio lugar a la novela moderna. Con personajes complejos y existencialistas, Cervantes logró darle forma a todo un género nuevo. Su Alonso Quijano y su Sancho son hoy fascinantes figuras literarias que ofician de espejo para cualquiera de nosotros. 

22 de Septiembre de 2019 12:12

Transitar a lo largo toda la zona manchega significa pasar de las montañas a lo desértico, de las naranjas a las uvas, de la tierra colorada a más tierra colorada y de las cruces a los molinos de viento.

Descubriendo la soledad de la zona y la postura de los molinos de viento que alguien confundió con gigantes, recordé las lágrimas y las sonrisas que descargué cuando leí El Quijote de Cervantes.

Estaba en ese lugar de La Mancha donde comenzó todo y juro que yo también vi gigantes buscando pelea cuando tuve mi primer encuentro con ellos.

La Mancha es sobriamente árida y ventosa. Cuenta con una tranquilidad cervantina también. Aunque allí se respira al Quijote, no así a Cervantes (eso será en Madrid), aquí todo es del personaje. Los Campos de Criptana te interpelan sobre la razón y la locura y te ponen a prueba constantemente. Los molinos del siglo XVI, o los gigantes, te observan y se anticipan a tus sueños. Ellos saben más de tu angustia y de tu soledad que tu alma que solo piensa en su presente.

Alonso Quijano, Don Quijote de la Mancha, te convida a vivir viviendo, a imaginar imaginando, a morir cuerdo y a vivir por algo locamente.

Pero ¿qué hizo de la obra de Cervantes la primera novela moderna?

La primera parte de El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes  fue presentado en 1605 y fue un éxito inmediatamente. La novela o novedad, por aquella época, era una narración en prosa con cierta extensión y que contaba la historia completa de un personaje individual. Cervantes, al escribir El Quijote, inventa un nuevo género parodiando los géneros existentes y experimentando con ellos en su estructura, con el narrador y con el argumento. Cervantes  hace funcionar a la parodia como un modo de reescribir los textos y los géneros, no como una instancia de burla. Es decir, El Quijote no es una novela de caballería, no es una pastoril, no es una morisca ni picaresca, sin embargo tiene todos sus elementos narrativos haciéndola una muy compleja.

Así se crea un nuevo género de época que no podía llamarse más que simplemente “novela”.

El argumento podríamos calificarlo de simple: un hidalgo aficionado a leer libros de caballería se vuelve loco por ello, “se le seca el cerebro”.  Entonces le da por creer que es un caballero andante y sale tres veces de su aldea en busca de aventuras, que son auténticas locuras, hasta que es obligado a regresar a su casa. Allí, enfermo, recobra su juicio y muere cristianamente. No hay misterio, no hay suspenso. Sin embargo, al lector, le pide su lectura ir más allá. Uno busca explicarse qué intentó indagar Cervantes y el propio Quijote en estas páginas claras.  

Lo cierto es que Alonso Quijano se vuelve loco por la letra escrita de sus libros y esto lo lleva a creer que todo lo que se cuenta en ellos fue cierto y que en su época podría resucitar la caballería y sus códigos y así mantener los ideales medievales de justicia y equidad.

Y como detrás de todo está el amor, Quijano escoge como dama suya a una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende ella nunca lo supo: Aldonza Lorenzo, a quien él llamó Dulcinea del Toboso. Ella, criadora de chanchos, comienza a ser la princesa que mueve el espíritu del hidalgo caballero.

Así,  Cervantes desvía lo complicado de una historia a la construcción de un personaje complejo psicológicamente. De hecho no hay demasiada información del personaje al inicio. Él aparece “in media res” y ni siquiera importa el nombre, es más, hasta hay algunas confusiones sobre él en los primeros capítulos.

La segunda parte (1615) sí cuenta con algo más de complejidad en el argumento, pero tiene su razón de ser en las condiciones de producción. Responde a un Quijote apócrifo, firmado por un tal Avellaneda, que apareció un año antes. Aquí, Don Quijote busca con Sancho la imprenta donde se hizo la versión apócrifa. En esta nueva salida los personajes de la ficción  ya leyeron la primera parte y remiten en la historia a ella permanentemente, lo que es muy original en la época.

Las distintas voces son las constructoras. Sabido es que Sancho tiene una forma de ver el mundo y Don Quijote otra, por ejemplo. Además aparecen distintos narradores a lo largo de la historia que aportan su visión del mundo.

El Quijote les da la voz a otros personajes, en forma de relatos enmarcados, para que tengan una profundidad y una verosimilitud, así como para tener con qué comparar aquello que él parodia y con su idealismo.

Los personajes se presentan a sí mismos, pero también se construyen en relación con los otros y sobre todo en sus diálogos. El crítico Harold Bloom en su obra El canon occidental sostiene que “La relación entre don Quijote y Sancho crece en los diálogos, generando un tercer personaje mixto mucho más original”.

Es decir, tenemos una historia que parece simple pero está cargada de personajes complejos como la realidad misma. El mejor exponente es el propio Don Quijote. Bloom afirma que “es un personaje complejo que cree en la ficción, pero que sabe que es ficción. El Quijote deja que se rían de él para mantener vivo el idealismo”. Ahora, ¿esto lo convierte en un loco o en un héroe?

Don Quijote de la Mancha es una novela que se va construyendo ante el lector, por consiguiente este  debe ser un lector activo. Cervantes narra a nuestro lado lo que se ve, y hasta sus problemas de escritor, para que la ficción vaya interfiriendo con la realidad, con nuestra realidad. Es decir que realidad y fantasía se mezclan eficazmente, buscando convencernos de que lo que leemos es verdad. Y son verdades tan lindas que no hay mentiras que las igualen.

Don Quijote y Sancho son personajes literarios que carecen de antecedentes. Nacieron con Cervantes en su imaginación. Se trata de personajes literarios cargados de existencia  y decepción. Mientras se hacen van negando el destino.

El Caballero de la triste figura, según Don Miguel de Unamuno, “busca la supervivencia y su única locura es una cruzada contra la muerte”. Él no quiere morir, quiere eternizarse. Así se convierte el texto ficcional en uno metafísico, mostrando un personaje atormentado que solo busca justicia.

Y llega el final. Don Quijote regresa a su aldea vencido y convencido de que debe estar en su hogar, con los suyos. El profesor Joaquín Casalduero comenta que la muerte de Don Quijote, su agonía y la toma de conciencia de su locura, es la gran lección que nos deja Cervantes. Don Quijote está enfermo, pide confesión y se arrepiente de todo lo que hizo. Un examen de conciencia donde presenta su vida con todo su dolor, entonces el personaje recupera la cordura. Sabia decisión la de Cervantes, ya que así el que muere es Alonso Quijano y no Don Quijote. Aquel personaje kafkiano, antes de Kafka, perdura y nos acompaña. Desde la ficción, desde lo real, desde Unamuno y desde Pierre Menard. Don Quijote siempre es uno distinto, no hay dos que interpreten lo mismo de él. No hay otro como él para penetrar en esa zona oscura del existir, pero no para iluminarla o esclarecer, sino simplemente para percibir la inmensidad y no olvidarla. Cervantes obliga al narrador, una vez muerto Quijano, que cuelgue esa pluma esclarecedora, hasta tiempos más dignos.

¿Por qué leer hoy el Quijote de Cervantes, entonces? Porque al decir de Javier Marías, “es la historia del deseo de ser otro del que se es, y de su logro, y de la imposición por parte de los demás de que cada uno sea alguien, verdadero o falso, pero solo uno. El Quijote encierra mucho más, pero solo por haber tratado de la manera más sutil y compleja esta cuestión vital para todo individuo y toda sociedad, ya merece ser leído hoy.”

               

Curiosidades de la obra

1 Un libro del propio Miguel de Cervantes aparece en la biblioteca del protagonista.

2 “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no me quiero acordar…” sería el primer verso de una canción de la época.

3 En la novela aparecen en total 150 hombres y 50 mujeres  como personajes.

4 En ninguna parte de la novela dice la repetida frase “Ladran Sancho, señal de que cabalgamos”.

5 La primera parte es atemporal, pero la segunda coincide la acción con el año en que se publicó (1615)

6 Un cliffhanger (final en suspenso) es un recurso narrativo que consiste en colocar a uno de los personajes principales de la historia en una situación extrema al final de un capítulo o parte de la historia, generando con ello una tensión psicológica en el espectador que aumenta su deseo de avanzar en la misma. Se dice que el primero del que se tiene en cuenta es el final del capítulo 8 de El Quijote, donde queda en suspenso el final de una pelea entre él y un Vizcaíno, ambos con las espadas en alto, hasta el siguiente capítulo.