Gabriel Rolón: "Para seguir los deseos hay que correr algunas inseguridades"

El psicoanalista, el escritor, el músico, el pensador, el amante de la Grecia antigua y hasta aquel que fue se prestaron para la intensa charla donde tuvo como disparador el don de la felicidad en todos nosotros.

9 de Febrero de 2020 13:49

 “La felicidad, casi por definición, interesa a todo el mundo” sostiene André Comte-Sponville, queriendo decir que la búsqueda de la felicidad es la cosa mejor repartida del mundo. Pero uno ¿busca o encuentra la felicidad? ¿Se puede hablar de parámetros de la felicidad? ¿Cuánto dura?

Gabriel Rolón es un tipo agradecido. A sus padres, a la vida, a los amigos, al azar les agradece y los recuerda permanentemente por y para llevar mejor sus días. Por eso la charla comienza con el disparador de la felicidad. Su forma de interpretarla y pensarla conjuga el pensamiento y sentir de alguien que nunca dejó de pensar en aquel día donde su padre le regaló una guitarra, aunque él quería un piano, y supo que era el mejor regalo del mundo, pero también que nunca tendría piano.

“Es uno de esos momentos extrañamente felices. Viste que la felicidad no es de eso que abunda en la vida. Y de vez en cuando, como dice el Nano Serrat, la vida nos besa en la boca y este es uno de esos momentos”, dice.

-¿Y a qué responde esa felicidad?

- Yo tengo alguna mirada sobre lo que la felicidad es, no es muy complejo, pero yo creo que la felicidad por un lado deviene de la posibilidad de mirarte hacia adentro y no sentir vergüenza de quién sos. Para mí eso ya es un estado de cierta felicidad, poder hacer una introspección y sentir que estoy bien con el hombre que soy en el momento. Y la segunda cosa: creo que la felicidad aparece en esos instantes donde la vida parece un poco menos injustas. Vos sabes que a mí me cuesta ser feliz cuando hay mucho dolor alrededor, pero en lo estrictamente personal es uno de esos momentos en los que la vida no parece tan injusta.

-¿Dónde se forman los parámetros de uno para ser feliz?

Sin dudas que aparecen en la infancia, uno aprende en su infancia una manera de amar, de vivir, de ser feliz y también aprende, a partir de los dolores y de las carencias, a encontrar un modo de disfrutar esa felicidad cuando llegue. Ayer justo pensaba cómo aquellas personas que no han sentido la carencia toman cosas que no son naturales como si fueran naturales. Aquel que nunca incorporó cómo es que te corten la luz porque no la podés pagar, que ha tenido ciertos beneficios que otros no, (ojo, está muy bien que las haya tenido) pero a lo que voy es que a veces cuesta entender lo que les pasa a los demás que no las han tenido. Yo creo que, salvo con tragedias personales, yo soy un hombre muy difícil de amenazar. Porque, después de esto que he construido y de lo bien que me ha tratado la gente, no hay muchos dolores que me puedan arrancar el alma, porque yo ya viví sin eso y hoy me encontraría viviendo sin eso pero en una condición muy superior, porque pude sentir lo que era.

Se da un silencio que se aprovecha para pensar algo parecido a una definición, pero, por otro lado, también para ir a buscar aquellos parámetros. Para volver a los que fuimos. Rolón agrega, “Yo creo que vos de chico aprendés una manera de ser feliz y lo incorporás a tu forma de vida. Y también poder decir, “yo que he pasado algunas necesidades puedo disfrutar de ciertas otras porque sé que no son naturales”. Es decir que uno incorpora cosas de a poco que lo ayudan luego a ser feliz”.

Pero hay algo más. La respuesta y todo aquello que la “felicidad” implica, lo merece. Quien responde no solo debe sugerir sus verdades, sus impresiones a los lectores, sino también generar el sentido de reconocernos en esas respuestas, en esa felicidad. Así, quien acompañó a Alejandro Dolina tanto tiempo, quien ha sido un éxito en ventas de libros, quien llena teatros permanentemente de quienes buscan contenido, remata: “La felicidad, creo yo,  radica también en el hecho de entender ciertas cosas que nos rodean y que podrían no rodearnos. Por eso te digo que podemos disfrutar de eso porque en algún momento no está y cuando no esté tenemos que disfrutar de haberlas disfrutado. Podés mirar para atrás con bronca porque ya no lo tenés, o mirar como dice aquella bonita canción de Favioqué lindo haberlo vivirlo para después contar”.

-Siempre te fue muy bien. Tu voz y tu nombre fueron siempre reconocidos, incluso antes que tu rostro quizás, para muchos. Tus libros se leen muchísimo en muchas partes del mundo, los teatros siempre están llenos: ¿Cómo construiste esto? ¿Creés, como dice Epicuro, que en el fondo siempre es el azar?

- La vida, en definitiva, es una conjunción de nuestra historia, nuestros deseos y el azar. Yo empiezo con Dolina como guitarrista de tango. A Dolina se le ocurre en el año 86 que quería grabar un disco de tangos con guitarras (se le ocurrió y después no lo grabó nunca) y ocasionalmente él conocía un cantante al que yo acompañaba, Hernán Salinas, al que Dolina, ocasionalmente también, le cuenta porque lo invita a un show. Él le dice: “Mirá, si querés un día voy a tú casa y te llevo los violeros”. Y entre ellos estaba yo que azarosamente había empezado unos meses antes a tocar con él para pagarme los estudios. Fijate cómo el azar va jugando sus cartas y luego el destino uno lo construye con las decisiones que toma en los momentos de encrucijadas. Y esa decisión es la única cuota de libertad que tenés en un mundo totalmente azaroso.

Por supuesto que para saber a dónde llegar, uno necesita en primera instancia saber a dónde quiere ir. Es decir, “tener muy claro que es lo que desea, porque luego esas decisiones son las que te van a llevar, pero siempre hay que saber primero a dónde querés ir. A veces vas directo, otras tenés que pegar un rulo muy grande para llegar”, agrega.  Pero ese deseo, muchas veces, no es bien visto o es visto con los ojos prejuicioso del resto. El tan escuchado “¿Y de qué vas a vivir?” es muy recurrente cuando uno se plantea futuros, sobre todos, vinculados al arte. Rolón refuerza: “Lo importante no es de qué vamos a vivir, ni hasta cuando, sino cómo. Cuando uno sigue su deseo, por lo general la vida se vuelve riesgosa. Participo de la idea de Heidegger de que “lo seguro no es seguro” y comparto que para seguir los deseos hay que correr algunas inseguridades”.

Mientras él responde recuerdo algo que decía Facundo Cabral: “Cosa extraña el hombre, nacer no pide, morir no quiere, vivir no sabe”. La pregunta inevitable en este instante se resume a parte de la historia de la filosofía: ¿Cómo funciona la vida entonces? “Sin dudas que de un modo muy extraño. Creo que lo primero que hay que entender, y esto cuesta, es que la vida no tiene ningún sentido. ¿Qué sentido tienen nuestra vida?  Ninguno. Entonces el desafío es encontrarle un sentido a una vida que no tiene ninguno. Es decir, encontrar un sentido para nosotros a partir del amor, de la gratitud, de la inteligencia, del disfrute del arte, de construir cielos personales en medio de un mundo infernal” indica.

-Y el amor, en esos casos, ¿nos salva de qué? ¿De ese sinsentido?

- Cuando el amor es sano, yo creo que sí. Octavio Paz decía que “el amor es lo que encontró en ser humano para engañar por un rato a la muerte”

-¿Y el amor bueno puede curar?

- Algo sí. Creo que un amor bueno a veces te cuida. ¿Te acordás de la película Naúfrago? Cuando él vuelve rescatado y vuelve a ver al amor de su vida, cuya foto lo acompañó en esa isla en esa caverna, en ese encierro.  Vuelve y ella está casada, tiene un hijo. Él va y ella no sabe qué hacer y él tampoco. Pero él decide decirle: “yo te vine a agradecer  porque esta foto me mantuvo con vida”. Las ganas de volver a verla lo mantuvieron con vida y esos son los amores que te hacen bien, aunque después no funcionen. Te hacen sentir eso, que después de todo siempre hay un lugar sano al que volver.

Y como se trata de pensar mejor para vivir mejor, lo que nos rodea en la actualidad no queda al margen de la charla y Rolón sostiene en torno al feminismo que “hoy es el único y verdadero movimiento que está cuestionando los estratos de poder. Es totalmente revolucionario, con todo lo que tienen las revoluciones”. Y da un ejemplo sobre como él se dejó convencer y se predispuso en esas filas: “Cuando se empezó a decir todes por todos y todas, yo fui uno de los que dije que el todo ya involucraba a todos y me preguntaba si era necesario. Y hoy ¿sabés lo que digo? Sí, era necesario. Y ahora lo defiendo porque hay realmente desde el lenguaje una búsqueda de instituir lo masculino en el lugar del poder. Como todo movimiento revolucionario va a tener sus daños colaterales en sus posturas, por ahí, excesivas, porque cuando llegás a una revolución no sos solo vos el que la hace, hay gente de todo tipo y no sabés a dónde puede llegar. Pero estoy convencido de que es una batalla que había que dar, que se está dando y yo estoy alineado con esa lucha que dan”.

Nuestro presente sigue alimentándose de nuestra memoria y sigue consumiendo tiempo. Gabriel Rolón sabía de chico que no tendría un piano. Pero tenía su guitarra, su bien amada guitarra de hoy. Cuando leo siempre pienso en aquel libro que no estoy leyendo. En ese tiempo que destino a un libro nuevo, pienso también en aquella relectura que me pierdo. En esa maravilla de redescubrir lo que nos hizo felices. Eso ocurre porque estamos hechos de tiempo. Cuando uno entiende esto, sabe que un libro que lee es uno que no lee. Que una guitarra, quizás en ese momento, no es el piano que se quería. Por eso la sabiduría está en elegir bien con quiénes compartimos nuestras vidas, nuestros días, nuestras charlas. Porque si no, uno siente que pierde su  tiempo y es lo que nos faltará más delante de seguro. Por eso sostiene Rolón, “hay que intentar disfrutar, buscar las instancias de felicidad, porque no hay tiempo para otra cosa en esta vida”. Aparece también la posibilidad de que estemos hechos de olvidos. En ese caso, el diálogo con amigos, con personas nutridas por ideas, siempre oficia como la mentira de algo de tiempo recobrado.