De profesión: contador de historias (A 120 años del nacimiento de Roberto Arlt)

Con las novelas Los siete locos y El juguete rabioso, por ejemplo, retrató lo maravilloso de su tiempo, que también sería hoy el nuestro. Con sus Aguafuertes en el diario El mundo (sobre todo He visto morir, 1931), sembró la posibilidad de renovar la forma de escribir periodísticamente.

19 de Abril de 2020 10:05

Dados los 120 años de la fecha de su nacimiento, la última edición de la revista Caras y Caretas está dedicada completamente al escritor argentino  Roberto Arlt. En una de sus notas principales,  no dudan en describirlo como un “hijo de inmigrantes europeos y criado en la pobreza, el escritor, dramaturgo e inventor  revolucionó la narrativa periodística en la Argentina. Y no solo eso: fue el precursor de la novela moderna en el país y dejó huella en la historia del teatro independiente”. Magnifico perfil hecho por Sylvia Saíta del autor de Los siete locos y El juguete rabioso.

Acertadamente Ricardo Piglia define a Arlt como “Alguien que no es un clásico, es decir,  alguien cuya obra no está muerta”. Esto es, un escritor que aún tiene mucho por dar, tanto a analistas y críticos de su obra, como a aspirantes a escritores y, mucho más, a lectores noveles  avidos de que los hagan creer historias múltiples.

En plena disputa entre el Martinfierrismo y el Boedismo, Roberto Arlt logró mantener relaciones personales con autores de ambas facciones  y no pertenecer a ninguna de las dos. Además, pudo evitar que su obra se encasillara en alguno de los dos sectores.

Según narra Martín Prieto en su Breve historia de la literatura Argentina, para el Martinfierrismo escribir  era escribir bien y escribir bien era tener una relación natural con la lengua. Esto dejaba a los inmigrantes de aquella época afuera de este listado, por ende, deja afuera a Arlt también, quien venía de un hogar donde se hablaba más alemán que castellano. Pero, agrega Prieto, este escribir mal  también lo dejó afuera del Boedismo por desconocer, a la hora de escribir, reglas gramaticales, inventar palabras o utilizarlas sin sentido solo por su sonoridad.

La ya mencionada Sylvia Saíta señala que Arlt logró “colocarse provocadoramente como un escritor en síntesis entre ambos sectores”, debido al desprejuicio estético, ideológico y moral que anima sus novelas.

Nadie, o muy pocos, han logrado reflejar como él los traumas de la pobreza y la humillación, ya sea desde sus ficciones, sus obras de teatro o de sus famosas Aguafuertes porteñas. Un personaje solitario que escribe sobre los solitarios pero en forma salvaje. Un permanente cambio en alguien que ve cambiar permanentemente a su ciudad. Arlt se animó al socialismo y al anarquismo en sus textos. La lucha de clases y las relaciones de poder, así los cambios que traía el modernismo en dicho momento histórico, nutrieron esa nueva forma de narrar al ser humano. Ignacio Portela, en una edición especial de la revista Sudestada,  sostiene: “La vasta obra literaria y periodística de Roberto Arlt estuvo signada, casi en su totalidad, por una relación conflictiva entre el ser y su tiempo, entre la angustia y la locura. Obra atravesada por una mirada política contradictoria  pero atrayente que lo llevó a elaborar distintas reflexiones en ese campo y le valió varias polémicas”.

Arlt encontró, en esa modernidad, mucho material nuevo  para pensar y pensarse a través de sus escritos. Hasta ese momento eran temas inhallables en la literatura y hasta en los medios gráficos de comunicación. Ante la modernización, Arlt rescata algún detalle donde acecha la pérdida de humanidad. Aquella técnica que prometía un mundo feliz dejaba secuelas que solo su ojo atento podía identificar.

Arlt mapea la ciudad, crea su imagen y la de su gente atravesada por los problemas cotidianos, hace de un detalle particular una generalidad que retrata no solo un escenario, sino también una época” sostiene el periodista y escritor Juan Carrá en el ya mencionado número de Caras y Caretas.

El autor de aguafuertes se insinúa en la observación del medio y se aúna allí con  el escritor que crea a partir de ese detalle visual que capta el periodista y traduce al comentario el autor de ficciones. Arlt tiene un estilo propio. Un estilo que respeta en sus ficciones, sus notas periodísticas y su teatro. Su hija, Mirta Arlt, en el prólogo de la primera edición de El criador de gorilas (Los libros del mirasol – 1969)  lo describe en tres  pasos: “1-Fijar con rapidez la atención del espectador en una situación a venir, provocada por los personajes; 2- suscitar el creciente movimiento de curiosidad de su intelecto ante las posibles derivaciones de la intriga; 3- emocionarle por el destino que acecha a los protagonistas”.

Roberto Arlt, quien para Ricardo Piglia era un escritor de ideas  pero al mismo tiempo de aventuras, de situaciones muy extremas narrativamente, un gran creador de personajes, fue en su vida mayormente reconocido como periodista más que como escritor. A pesar de eso, él logro golpear fuerte los cimientos del edificio literario de su época gracias a su propia escritura.

Los siete locos puede señalarse como uno de los mejores textos en cuanto a crítica social de aquella Argentina de 1930. Muchos de los valores derrumbados por la crisis de ese año se vieron reflejados en el texto, logrando una identificación en la clase burguesa del país. A tal punto fue su realismo que muchos no dudaron en calificar que abusaba de él y que era de muy mal gusto. Arlt se defendió en el prólogo de Los lanzallamas diciendo que: “entre las ruinas de un mundo social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados”

Arlt nos muestra algo tan inevitable como crítico. Él nos muestra lo nuevo  así como las pujas de poder,  con una intensidad superadora de la realidad. Leerlo  como algo constructivo o destructivo es ya responsabilidad de cada uno de nosotros.  

Pensémoslo a la hora de la lectura  como un antecedente y no como una conclusión.  Un antecedente de muchos otros escritores que vinieron después, así como de un tiempo o de dispositivos que llegaron más adelante y deterioraron aún más la sociedad.  En sus textos, espejos de su tiempo, uno encuentra leyéndolos a la distancia lo asombroso del día a día. Aquello asombroso que  anticipa que “Solo se pierde lo que realmente no se ha tenido

Arlt murió a los 42 años de un paro cardíaco. El diario El Mundo señaló en la edición del día después que “Es algo nuestro lo que perdemos con él. Pero este duelo pertenece  también, de alguna manera, a la calle. Durante mucho tiempo la calle esperó, día tras día, los artículos de Arlt”.