La inútil lectura de Carlos Skliar

Sobre la esencial utilidad de la lectura ya se ha escrito demasiado, pero muy poco sobre su inutilidad. Y aun así, nunca será lo suficiente. Dice Carlos Skliar que “Es inútil la lectura. Y sin embargo...”, siempre hay un sin embargo que nos sostiene.

3 de Mayo de 2020 08:32

Una pregunta, mayoritariamente, se manifiesta sobre la experiencia personal y subjetiva del hecho en cuestión. Por eso, en esta oportunidad, la pregunta saldrá de mi experiencia como lector. De aquello que más de una vez he intentado responder y por sobre lo cual he buscado y buscado respuestas en otros que comparten la misma experiencia. Que parta desde aquí la pregunta no implica que la respuesta se encuentre, por supuesto.

Me encuentro con La inútil lectura de Carlos Skliar (Waldhuter editores - 2019). Descubro en él las mismas preguntas que me han traído hasta acá: “¿Dónde estamos, dónde estoy cuándo leo? ¿Qué es ese sitio impreciso llamado ‘estar leyendo’? ”.

Queda siempre la sensación de que el tiempo de lectura es siempre tiempo robado a algo, a  otra actividad. Grandes discusiones se dan alrededor de la utilidad o inutilidad de la lectura, como de otras tantas cosas. Lo cierto es que, una gran parte, considera ese hecho de leer como algo superficial o bien inútil. Pero luego, ellos mismos son los que se quejan  por las encuestas que dicen que no se lee mucho en nuestro país.

Es inútil la lectura. Y sin embargo…” dice Skliar. Siempre hay un sin embargo. En mi experiencia he logrado reconocerme en un tiempo imperdible a la hora de leer, dejando el apuro de lado y tratando de estirar ese tiempo inútil para que la lectura no se agote. 

Carlos Skliar busca en el texto respuestas a muchas preguntas en torno al hecho de leer. Pero, más que respuestas,  terminamos hallando fragmentos de pensamientos que hacen rodar otras inquietudes sobre esto que tanto nos maravilla.

Que extraños instantes estos, en que la lectura nos deja la sensación de una vida y un mundo que no es nuestra vida ni nuestro mundo” dice. Y ¿quién no ha sentido eso de estar vivo en otra vida, en otro tiempo, en otra persona al momento de leer?  ¿No implica acaso, el leer,  un pasaje a  través del pensamiento y la imaginación a  cualquier otro lado? Un pasaje que no solo es para otros mundos, sino hacia dentro del propio también.  Al decir de Fernando Pessoa: “Leo y me abandono, no a la lectura, sino a mí mismo”.

Nunca se ha leído tanto como ahora, aunque no es tan claro que todo ello sea, por cierto, lectura. “En todo caso, lo que permanece es la pregunta por el lector que hace una experiencia de lectura, no por el que lee como modo de desciframiento de todo lo que aparece a su frente” se dice en el texto. Aquella experiencia de lectura que logra un cambio en nosotros. Aquella que impide que seamos los mismos luego de haberla transitado. O como dice Alessandro Baricco en su ensayo Los Bárbaros (Anagrama-2008), “El valor del libro reside en ofrecerse como un abono para una experiencia más amplia”.

Entonces, pareciera que la vida es una cuando se lee y otra cuando no se lee. O una vida cuando vemos a alguien leyendo y otra cuando la lectura se vuelve conversación entre dos o varios. Ese instante, ese mensaje, esa recomendación o parecer que se da entre aquellos dos que comparten el mismo código, no solo es memorable sino también de extrañar. (Alguien me decía hace unos días, “con otros amigos no puedo hablar de libros, compartimos otras cosas, pero no los libros” y eso lleva a que la espera por cruzarte con alguien que sí lo hace  pueda complementar el estado de ánimo).

Otras preguntas: ¿Todo lo que se lee es literatura? ¿Hay alguna diferencia? ¿Qué es la literatura y qué alcanza? Responde Skliar que “Toda definición de literatura es, en sí misma y por sí misma, una arrogante imprecisión que no hace más que provocar un empequeñecimiento de la literatura, una demarcación fútil de fronteras allí donde no debería haber más que una permanente porosidad, una más que humana imposibilidad de contención. Pues poco o casi nada hay de la literatura en la definición de la literatura”.

Dicen que la lectura es la más humana de las actividades creativas. Casi  exageradamente  podríamos decir que nos define como especie. Somos los únicos que lo hacemos, en una época en  voz alta y luego en silencio. Cuenta  San Agustín en sus Confesiones la sorpresa y el desconcierto que causó el ver a San Ambrosio leyendo con la boca cerrada. Es decir que aquello que simulaba el  leer para otros  pasó a ser el leerse  para sí. Leer nuestra propia vida, la de otros, la sociedad en que vivimos. Leer. Pero, quizás, durante el tiempo de lectura no sé qué busco, ni sé,  tampoco, si la cuestión es buscar algo.

Lo cierto es que la lectura ordena y uno en esa experiencia busca coherencia. De no encontrarla uno sale del centro y sabemos ya lo que significa para muchos esa des-centralidad.  Pero, más allá de eso  que es otro tema, acá lo que importa es el placer y la necesidad de leer. El placer de leer que no cambia a pesar del formato, del lugar, de la edad, de las condiciones, de nosotros mismos.

Jorge Luis Borges decía que la frase lectura obligatoria  es un contrasentido porque el placer no debe ser obligatorio, sino algo buscado. Skliar se manifiesta a favor de la sentencia de Borges y agrega que “Provoca un cierto malestar cuando la lectura es únicamente obligatoria y ya no es más lectura. Se retuerce el alma al percibir que la lectura se ha vuelto estudio a secas, ir al punto, ir al grano, ir al concepto”. Concluye que, hoy en día, en lugar de lectores se buscan decodificadores.

La ausencia del escritor da lugar a la presencia del lector. Este buscará y logrará su experiencia de la mejor forma en ese preciso instante donde recorre las hojas del libro con su vista, su imaginación y su pensamiento, dando lugar, precisamente, al instante donde se dice que existe la lectura. Donde uno encuentra esa marca de la escritura sin escritura, como la poesía, dirá Skliar, que dejan pequeñas señales en el cuerpo de uno, señales que quizás no reconozcamos ahora, sino más adelante, tomando “buena parte de mis vigilias y de mi sueño”.

Porque leer tiene una historia universal y personal. Leer hasta no poder más, hasta terminarlo sea la hora que sea. Leer en cualquier lado y sobrado de motivos, o sin ellos. Leer para uno y para compartir con aquellos a los que ha reunido la lectura. Leer por leer y para ser más sabios. Leer para escuchar la escritura y el alma. Como dice Andrés Neuman, “Leer como si, dentro de un minuto, nos fueran a apagar la luz”.  Cierra el propio Skliar, “Que el lector decida si justamente lo que espera de la lectura es la lectura. Leer para seguir estando en este mundo y esta vida. O bien, leer más allá del mundo y de la vida que nos ha tocado en –buena o mala- suerte, leer para otro mundo y para otra vida. (Aunque no sirva para nada)”.