La doctrina Monroe de Trump

A 5 meses de las elecciones presidenciales, Donald Trump, refuerza su intención de mantener la hegemonía sobre la región y aislar la influencia de China.

23 de Junio de 2020 07:13

La Doctrina Monroe es el principio de la política exterior de Estados Unidos de no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio americano. Fue impulsada por el entonces presidente norteamericano, James Monroe, el 2 de diciembre de 1823, y tuvo el objetivo central de aislar a Europa de la relación con los países recientemente independizados de América Latina para garantizar la hegemonía sobre la región mediante la frase "América para los americanos". 

Casi 200 años después, Estados Unidos parece estar construyendo una política similar pero para cercar la influencia de China, la potencia adversaria de la Casa Blanca por excelencia, de nuestro continente en un contexto de fuerte despliegue de poder asiático. 

La pandemia del coronavirus agudizó un fenómeno: mientras Estados Unidos abraza el lema de Make America Great Again y abandona el multilateralismo como bandera, China se presenta cada día más global y dispuesta a consolidar su liderazgo defendiendo las instituciones que gestó la propia potencia del norte. Paradojas de la geopolítica. 

Unilateralismo americanista y antiglobalista

La victoria de Donald Trump en 2016 quebró el proyecto globalista que proponía, entre otras cosas, mega acuerdos comerciales orientados al Pacífico como el Tratado Trans-Pacífico con articulación con la Alianza del Pacífico en Latinoamérica, el Tratado Trans-Atlántico con la Unión Europea y otro tipo de pactos globales como acuerdo de Paris para combatir el cambio climático. 

Este proceso de globalización de las cadenas de valor creció al ritmo de la deslocalización de empresas tradicionales que emigraron a México y generaron altos niveles de desempleo en los estados del centro profundo de Estados Unidos. Parado sobre esa realidad, Trump reactivó industrias como la automotriz o el carbón y abandonó esos acuerdos dejando el paso libre para que China acelere su política comercial de la Nueva Ruta de la Seda y se posicione como el gran padre comercial de los países huérfanos de libre comercio. 

Esta visión nativista, americanista y unilateral hizo que Trump reforzará su intención avanzar en acuerdos bilaterales con países de la región pero sin una propuesta clara en términos de comerciales que, al menos, permitiera vislumbrar algún beneficio. 

El coronavirus agudizó la tensión de Estados Unidos con los organismos multilaterales, en especial con la Organización Mundial de la Salud, a quien amenazó con retirar el apoyo económico y acusó de ser cómplice de China en un supuesto ocultamiento inicial del Covid-19.

Garantizar hegemonía sobre la región

Con China defendiendo el sistema global y desplegando su "soft power" que lo vuelve necesario para los países en desarrollo, Estados Unidos está dispuesto a pelear aferrándose a su zona de influencia: América Latina. Es por eso que el escenario futuro en Latinoamérica no solo será con más pobreza y desempleo sino también deberá lidiar con una disputa fenomenal de las principales potencias en territorio latinoamericano.

Es por eso que la gestión Trump decide reforzar de manera brutal su vocación hegemónica tratando de imponer contra toda tradición y costumbre al asesor principal para Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se trata de Mauricio Claver-Carone, hijo de madre cubana y padre español, fue director ejecutivo de Cuba Democracy Advocates en Washington, Director Ejecutivo interino de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional y asesor principal del Subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

Junto al Senador de Florida, Marco Rubio, son la espada del partido republicano en asuntos vinculado a Latinoamérica, sobre todo en lo que refiere a Cuba y Venezuela, dos países que forman parte de la retórica de Trump para buscar la reelección en noviembre. 

Entre muchas apariciones, Claver-Carone se reunió con el ministro del Interior de Bolivia, Arturo Murillo, en enero de este año como parte del reconocimiento de Washington al golpe de estado contra Evo Morales y protagonizó un episodio peculiar en la asunción de Alberto Fernández cuando decidió retirarse enojado por la presencia de un funcionario del gobierno de Nicolás Maduro. 

El BID tuvo cuatro presidentes: el chileno Felipe Herrera (1960-1970), el mexicano Antonio Ortiz Mena (1970-1988), el uruguayo Enrique Iglesias (1988-2005) y el colombiano Luis Alberto Moreno (2005-2020). Ninguno fue estadounidense. El periodista Mariano Vazquez publicó un articulo muy completo en el que destaca que  "Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Honduras y Haití apoyarán al candidato de Trump" y aclara que  "se necesita una doble condición para obtener la presidencia: alcanzar el voto de al menos 15 países de la región y que estos sumen el 50% más uno del paquete accionario".

La explicita postura hegemónica busca ser el dique de contención de China en una región que, en el caso de Sudamérica, lo tiene como principal socio comercial en la gran mayoría de los países. Elegir un bando en esta guerra fría sin ideología sería un suicidio, mantener el equilibrio es una tarea titánica pero necesaria. 

¿Cambio de rumbo en Venezuela?

El domingo por la noche, la prensa internacional se sorprendió con una la declaración de Donald Trump al medio estadounidense Axios en el que plantea que estaría dispuesto a conversar Nicolás Maduro. Luego, el presidente norteamericano aclaró vía Twitter que "solo se reuniría para discutir su salida del poder". 

Si bien los antecedentes del encuentro con Kim Jong Un o Vladimir Putin nos dan la pauta de que no sería extraño una reunión con Maduro, el sistema no permitiría que eso ocurra. La rápida salida de Marco Rubio en redes sociales es un ejemplo de como el esquema de poder republicano tiene a Venezuela como uno de sus caballitos de batalla a cinco meses de las elecciones presidenciales.

No obstante, hay algunos elementos que nos permiten pensar que no es una idea descabellada. En un escenario de disputa frontal con Pekín  seria inadmisible para los intereses de la Casa Blanca que Venezuela se termine de convertir en una suerte de enclave chino en el corazón sudamericano. En ese marco, ante el fracaso rotundo de Juan Guaidó y un escenario de intervención militar cada vez más lejano, los caminos parecen conducir a la negociación, algo que el régimen de venezolano no solo no descartó sino que abiertamente promovió. De lo contrario, cuanto más presión se ejerza sobre el gobierno venezolano, más poder interno tendrá el gobierno chino. 

Las inminentes elecciones y la importancia electoral de Florida en una contienda que se presenta ajustada hacen imposible un encuentro en el corto plazo, pues, la batalla electoral es lo más urgente de la agenda estadounidense.

De todas formas, Trump sabe que "para volver a ser grande de nuevo" tiene que alejar a América Latina todo lo que pueda del avance chino y para eso disputará organismos interamericanos como el BID y presionará todo lo que pueda para condicionar la decisión autónoma de los gobiernos.