El saladero que dio origen a Mar del Plata

El establecimiento funcionó hasta 1883

20 de Febrero de 2022 16:26

Por Redacción 0223

PARA 0223

La zona sur de la provincia de Buenos Aires tuvo hacia 1840 profundas alteraciones en su demografía, tras la Rebelión y derrota de los estancieros que se alzaron contra el por entonces gobernador Juan Manuel de Rosas que derivó en embargos y abandono de las propiedades. La situación se intensificó luego de la Batalla de Caseros de 1852.

Las estancias de la zona que estaban dedicadas inicialmente a la producción de ganado vacuno, fueron lentamente diversificando su producción y se crearon entonces nuevas necesidades para dar salida a la producción ganadera. Fue en esa época que el hacendado Ladislao Martinez se hizo cargo de las estancias de Laguna de los Padres, La Armonía y San Julián de Vivoratá junto con el consorcio portugués encabezado por el Barón de Mahuá

Se trataba de una "extensión de 52 leguas de campo, 7 leguas de costa, donde hay no menos de 115.000 cabezas de ganado manso y alzado, yeguarizo y lanar", informaba el diario “El Nacional” el 14 de agosto de 1854. Para explotar tal extensión de tierras, el consorcio eligió a José Cohelo de Meyrelles, un comerciante introductor portugués que residía en Buenos Aires y por entonces era socio de Mahuá.

Para diciembre de ese año llegaron las primeras carretas con trabajadores a Punta Iglesia y comenzaron a construir los galpones que se convertirían en el primer saladero de Mar del Plata y las primeras viviendas.

Faena rústica y productos de sabor poco agradable

El establecimiento estaba ubicado en la manzana delimitada por las actuales calles Luro, Santa Fe, Corrientes y Diagonal Alberdi. En el lugar había grandes mangas que se destinaban al traslado de los animales que eran faenados de una manera rústica, una vez que estos eran trozados en tiras, la carne se dejaba orear y se depositaba en recipientes que contenían una salmuera durante unas horas y se escurrían y dejaban secar hasta por 50 días.  Tras ese proceso, la carne era trasladada a las bodegas de las embarcaciones que las llevaban a destino.

La carne seca tenía un sabor un tanto desagradable y en las grandes ciudades del continente europeo se vendía a un bajo precio, y servía para alimentar a los esclavos por su gran valor nutricional. El cuero, en tanto, se enviaba a Buenos Aires y el sobrante se destinaba a alimentación o se descartaba. 

Pero las condiciones bromatológicas eran cuestionables -al punto que en varios países se prohibió la comercialización del producto- y las ganancias del mercado interno no alcanzaban a cubrir las expectativas de Coelho de Meyrelles. A esto se sumó el incremento en el costo de transporte. Así, en 1860 el consorcio quebró y Meyrelles quedó como único dueño del establecimiento que vendió el mismo año a Don Patricio Peralta Ramos.

Peralta Ramos fue práctico y activo e intentó revitalizar el saladero y costeó algunas mejoras. Pero el saladero no mejoró su producción. La población no mejoró mucho, aunque el nuevo propietario de las tierras buscó fomentar su actividad industrial, no pudo obtener los réditos esperados, entonces en 1877 decidió venderlo a Pedro Luro que lo mantuvo funcionando hasta 1883.