La deconstrucción como esa otra forma de relacionarte con la libertad

Pensar por fuera de lo establecido siempre es una práctica de emancipación. La deconstrucción está para quedarse y Darío Sztajnszrajber propone una vez más, seguir pensando dónde se juega el poder en un contexto de sentido común.

Sztajnszrajber convirtió la filosofía en un interés de masas.

22 de Mayo de 2022 08:26

El término “deconstrucción” toma fuerza en la obra de Jacques Derrida como un recurso aplicado a los textos. Pero, en estos últimos años, el concepto ha vuelto con todo y de él se ha apropiado la sociedad y ha logrado una circulación masiva y popular, así como una utilización de práctica política.

Quien ha utilizado y trabajado mucho en pos de que este concepto tenga el lugar que hoy tiene es el filósofo y divulgador Darío Sztajnszrajber desde su ciclo en canal Encuentro, desde sus clases y cursos, desde sus presentaciones en teatros y también desde sus libros. “La deconstrucción siempre fue una categoría de la política” asegura el filósofo. Y agrega, “Esto de ser conscientes, de alguna manera, de que nuestra identidad también es un texto, de que somos lo que narramos de nosotros. Y eso hace también que esa forma de relacionarnos con los textos, desconfiando de sus verdades impuestas, buscando sus silencios, lo no dicho, viendo sus rizomas, todo eso derive directamente en la posibilidad de pensar a nuestra identidad, o lo que queda de ella, en términos deconstructivos. Entonces, me parece que hubo una apropiación rápida porque el termino vino a cuajar en todo un proceso que ya estaba abierto y, vale también decir, que generó mucha animadversión, porque así como estar deconstruido, o plantear la deconstrucción de cualquier fenómeno, puede ser visto como una cultura propia del progresismo contemporáneo, también fue elegido como ‘la’ categoría para fustigarla, cuestionarla, de manera más rutilante por parte de este nuevo conservadorismo que entiende a la deconstrucción como algo negativo”.

“La deconstrucción siempre fue una categoría de la política” asegura Darío Sztajnszrajber.

La deconstrucción, entonces, como la práctica de reflexión que provoque un acontecimiento filosófico para desarmar nuestras concepciones arraigadas. Pero, ¿por dónde empieza la deconstrucción?

- Lo primero que se deconstruye son los binarios. El pensamiento binario, no hay que olvidar, es un pensamiento jerárquico y la jerarquía está en que si estás de este lado, estás como del lado del bien. La corrección hace que siempre lo verdadero, lo bueno, lo bello, lo justo, se defina por una cuestión de este ser parte de los tuyos. Nietzsche tenía una idea que decía algo así como que “lo que diferencia a los buenos y los malos es que los buenos somos siempre nosotros”. Entonces ese “nosotros” es el que se apropia de esas categorías universales y te deja en el lugar debido. Todo conservadorismo parte un poco de esa estrategia. Al deconstruir, el problema es que al desarmar el binario empezás a ver también tus propios monstruos, no sé si es más complejo, pero sí más arriesgado. Eso depende ya de la sensibilidad y la historia de cada uno.  

Deconstruir es abrir el espacio a provocar lo que se conoce como “sentido común”. En las pequeñas señales cotidianas es donde más se juega lo político y lo hegemónico. Por eso la muerte, el amor, el poder cruzarán el encuentro. Darío Sztajnszrajber agrega que “Hay pequeñas revoluciones que se pueden dar en esos lugares donde el poder más efecto tiene, que es en lo personal. Como esa frase feminista que dice ‘lo personal es político’, que está más pensada en la relación con la mujer, con la belleza, con la forma doméstica. Pensar ese aspecto personal en todo lo que nos atraviesa, en el aula, en los medios, en el modo en que caminás en la calle. Hoy todo está hiperpolitizado, y está hiperpolitizado del modo que más le conviene al poder, que es haciéndonos creer que no lo está, porque siempre el conservadorismo lo que hace es tratar de invisibilizar esos efectos de disciplinamiento. En esa perspectiva me parece que hoy el poder se viene jugando en un lugar distinto y que, con tecnología mediante, es entender el lugar en el que estamos para ver cómo movernos.

La filosofía es más una búsqueda que un encuentro en todos sus libros.

-Por eso la propuesta es, entonces, ir a esos lugares donde uno piensa que se juega más el poder, esos lugares cotidianos…

-Claro. La deconstrucción del amor, por ejemplo, sobre todo el ideal del amor romántico, cosas que parecen que no van al eje, como la idea del amor como la búsqueda de la otra mitad. Digo, buscar qué se esconde en esa idea del amor que no deja de ser funcional a esas formas de normalización donde uno está siempre creyendo que la plenitud es el propósito del amor, pero es una plenitud que nunca llega, casi como el opio del pueblo que establecía Marx. Hoy el amor romántico tiene las mismas características que ese opio que de algún modo nos adormece y nos hace creer que hay un amor posible, pero que siempre es imposible, y entonces no permite la construcción de un vínculo amoroso que vaya por otro lado más mundano, más secular, más sucio en algún punto, mas discontinuo. Lo mismo con la muerte, el gran tabú del mundo occidental, aquello de lo que no hablamos, que nos sacamos siempre de la vista, que intentamos no pensar. Ahí con el tema de la muerte partimos de aquella idea heideggeriana donde todos estamos todo el tiempo a punto de morir y, si realmente repensamos nuestra relación con nuestro propio morir en términos de inminencia, de un colapso inminente que indica que hay una contingencia que más allá de las edades, de la vejez, sabernos finitos por ahí también nos reconduce a una relación distinta con lo que hacemos.

-¿Y qué pasa con el poder? Porque es quien instala esas verdades que sostienen el binario y se enoja con la deconstrucción.

- A mí me gusta pensar el poder, más que en términos personalistas, en términos de estructuras. Hablo de estructuras de formas por las cuales se instaura un determinado tipo de poder, de control, de disciplinamiento para llegar a la pauta de normalización. Cuando hablamos de poder real a mí me preocupa más la normalización que se provoca en estar absolutamente convencidos, y sin dar lugar a ningún tipo de cuestionamiento, al modo en que comemos, al modo en que nos relacionamos con la sanidad, al modo en que nos medicamos, al modo en que convivimos con el de al lado, lo que se llama el sentido común, donde damos por supuestas una serie de normalidades que nos hacen creer a nosotros mismos que somos normales y que en ese acto  en el que reproducimos esas prácticas no hacemos más que eso, ser parte de una realidad en la que nos sentimos cómodos y acomodados .

-Esas normas alguien las pone para algo, pero nosotros las hacemos propias…

- Primero entender que normal etimológicamente viene de norma, es decir que lo único que tiene de normal un normal es que sigue una norma y que si hay una norma es que alguien la pone para algo y por algo y, sobre todo, esa norma obstruye otras formas de deconstrucción de sentido que quedan ocluidas de algún modo. Hay otra manera de comer, de relacionarse con la naturaleza, de relacionase con la identidad sexual, nacional, cultural. Todo es deconstruible en un punto. Pero, lo que de algún modo teorizó Foucault, el poder dejó de ser una instancia exterior que nos reprime para convertirse casi en una inmanencia interior que nos normaliza. Entonces uno está de algún modo reproduciendo los intereses de otro, creyendo que son los propios y en función de nuestra propia necesidad y sobre todo de nuestro deseo.

-Todo es deconstruible y es todo un proceso continuo. Quiero decir, el deconstruir no es para llegar a un absoluto…

- La deconstrucción no apunta a un punto de llegada, no se sale de un esquema para llegar a otro mejor porque el problema es lo normativo. En algún punto, en el sentido de que hay un ordenamiento que siempre imposibilita otras opciones, el deconstruir es como una voz de alerta que siempre te está diciendo: pará…la vida es abierta… Siempre hay otras posibilidades, nada es definitivo ni nada es terminal. Es esa capacidad humana de desconfiar de lo dado, de resignificarlo y abrir otras posibilidades que en general no se nos presentan. Mala deconstrucción aquella que destituye un orden y propicia otro. No hay algo propositivo en la deconstrucción, es más bien un escaparse permanentemente de aquello que busca farmacológicamente atraparte.

La actividad de deconstruir incomoda. Provoca que estés peleando todo el tiempo contra absolutos que se instalan y que han logrado que te apropies de ellos. Pero siempre quedan cabos sueltos por donde pensarnos y desde donde nos agarramos para meternos en algo diferente. Cierra Sztajnszrajber, “En la medida en que la vida es abierta, ninguna propuesta puede ser ciento por ciento cerrada. Entonces, deconstruir es una fisura que siempre se abre, una especie de inquietud permanente, un ejercicio trabajoso, angustiante, nadie es feliz deconstruyéndose todo el tiempo. Porque la idea misma de felicidad se cae a pedazos. Es otra forma de relacionarte con la libertad”.

Darío Sztajnszrajber presenta “Deconstrucciones. El amor, el poder, la muerte” hoy domingo 22 a las 20 hs, en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium.