Casos extremos en la literatura

La gravedad del tema del suicidio no debe perderse de vista. Ejemplos de la ficción y de la propia vida de autores y autoras mundiales deben ayudar a generar una mayor atención sobre los pedidos de ayuda.

Monumento que recuerda a Alfonsina Storni en Mar del Plata. Foto:0223

26 de Junio de 2022 08:21

El tema del suicidio siempre generó polémicas. En el ámbito de la literatura no fue menor. La aparición del best seller 13 Reasons Why, escrito por Jay Asher en 2007, y que sirviera de inspiración para la serie homónima en Netflix en 2017, puso nuevamente el tema como polémica. De hecho en muchos países y en muchos distritos de Estados Unidos fue prohibido, tanto el libro como la serie, por hacer apología del suicidio según los argumentos dados.

El tema cruzó el ámbito literario en muchos sentidos. Desde tópico central del argumento, hasta ser el disparador de la historia, o bien, ser el final elegido por escritores y escritoras de diferentes épocas.

En El mito de Sísifo, dice Camus que “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.

Cada circunstancia de nuestra vida exige de nosotros un acto de decisión. Y en esa pregunta, en ese preguntarnos, se pone en juego el sentido. Podemos pensar esta circunstancia hasta llegar al mismo punto de la existencia al que se refiere Camus. Pero este juego también puede acarrear el descubrir el gran absurdo que nos rodea (o qué más absurdo que nacer para morir).

Camus sostiene que no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, el suicidio.

El filósofo y escritor francés dirá, también, que la posibilidad de suicidio se presenta como una salvación de ese absurdo de la existencia, ilusoria situación del intento de soportar el vacío de sentido.

El desafío pasa por aceptar ese vacío y, casi rebeldemente, vivir una vida elegida.

En la naturaleza se han creído ver, o se dan concretamente, actos de suicidio. En el norte se asegura que el cóndor, tras la muerte de su pareja, se suicida. Se eleva a una altura máxima, pliega sus alas y se deja caer en picada. Algo similar se dice sobre algunas especies de las conocidas como caballitos de mar y, si nos remontamos a lo fantástico, se cuenta también que el ave Fénix, una vez que alcanzaba la vejez avanzada, se mataba tirándose a la llamas.

El suicidio ha inquietada a pensadores y a sociedades enteras durante toda la historia de la humanidad. La gran pregunta sobre cuántas veces intentó pedir ayuda siempre llega tarde.

En el ámbito literario podemos mencionar un clásico como Las penas del joven Werther, de Goethe, que sigue las decepciones amorosas del joven protagonista, enamorado de la novia de su mejor amigo. La muerte por su propia mano resultará la solución para este sensible joven, que se hace a un lado por lealtad y amor. Esta obra generó en su época de aparición original una ola de suicidios como parte de una característica señera del romanticismo.

Otro caso es Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, donde el suicido aparece como telón de fondo de la infelicidad. Otro clásico es Romeo y Julieta, de William Shakespeare. En él, la muerte llega por no poder tener a la pareja amada y cumplir con su promesa de estar por siempre juntos. Podemos mencionar también a Amélie Nothomb con Diccionario de nombres propios o El adversario de Emmanuel Carrére.

Otro clásico es Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

Pero además, los propios autores han sido protagonistas:

Emilio Salgari, creador del pirata Sandokán y sus Tigres de la Malasia, no pudo soportar el vacío que dejó la muerte de su familia y sus deudas, y decidió suicidarse. Después de un intento fallido en 1909, se quitó la vida llevando adelante el rito japonés conocido como harakiri el 25 de abril de 1911.

Por estas latitudes, Horacio Quiroga quiso anticiparse al sufrimiento y al dolor producido por el cáncer y tomó la decisión de beber un vaso de cianuro que lo mató en pocos minutos.  

Amiga de Quiroga, la poeta Alfonsina Storni elige una medida similar. Víctima de una enfermedad terminal, la imposibilidad de recuperarse y una angustia y depresión fuerte, el 25 de octubre de ese mismo año decidió suicidarse en Mar del Plata. Hay dos versiones sobre el hecho: una más romántica, que lo describe como una caminata hacia el mar, y otra un poco más realista, que habla sobre la acción de arrojarse desde una escollera.

El caso del escritor norteamericano Ernest Hemingway suele mencionarse como uno de los más polémicos. En 1961 aparecía muerto en su casa de un disparo en la cabeza. Los primeros argumentos fueron su inestabilidad emocional y su estado de ánimo, pero con el tiempo, aparecieron algunas voces que decían que en realidad, fue empujado al suicidio por la presión que despertó su relación de colaborador, tiempo atrás, con el FBI. Por otro lado, el hecho se difundió como un accidente doméstico, hasta que pasado los cinco años su esposa manifestó que fue suicidio en una entrevista periodística.

El caso de Hemingway suele mencionarse como uno de los más polémicos.

La vida de la poeta Sylvia Plath fue breve. Apenas tenía 30 años cuando decidió quitarse la vida abriendo la llave de gas de su casa. Durante mucho tiempo se indicó que la primera ganadora de un Pulitzer, concedido a título póstumo, se había quitado la vida por la gran depresión con la que contaba por la pérdida de su padre a los nueve años. Hoy se cree que en realidad padecía trastorno bipolar.

En estas circunstancias, la cuestión no es el sentido de la muerte, sino el sentido de la vida. Si el fin se incorpora a la narrativa personal es un llamado de alerta. Hoy existen muchos centros de ayuda y de apoyo mutuo ante dichas instancias. Según la OMS, el aporte de estos pequeños grupos es un medio poderoso para ayudarse a sí mismo y a otros. Ante cualquier duda consultar gratuitamente al 135 o al 0800 345 1435.