La Atlántida, un mito que persiste

La Atlántida, el mito del continente perdido que aún perdura, pero que ha cruzado toda la historia de la humanidad. Se ubicó en distintos lugares de la tierra y excitó tanto a pensadores como a científicos y escritores.

La Atlántida es aquel mito que hizo soñar a muchos.

31 de Julio de 2022 08:46

Si existe una tierra que excitó la imaginación de escritores y pensadores, quizás esa fue la Atlántida. Muchos creen, y otros tantos quieren creer, que aquel continente desaparecido sí existió mucho antes de que se hundiera en el mar, cosa que sí ha pasado con otros tantos fragmentos de tierra a lo largo de la formación del planeta.

El primer registro que se tiene de la Atlántida lo da, nada más ni nada menos, que un pensador de la talla de Platón. En sus diálogos Timeo y Critias (este último está incompleto justo en la parte en la que iba a dar más detalles sobre ella), él filósofo griego, citando a Solón y a Heródoto, habla de los atlantes y de su pueblo ubicado al norte de África. Según él, nunca sueñan y son vegetarianos.

Si partimos del Timeo, podemos decir que más allá de las Columnas de Hércules (quizás el Estrecho de Gibraltar actual) había una isla enorme: la Atlántida. Esta era potencia dominante de la región hasta que por violentos terremotos y diluvios extraordinarios, en tan solo un día y una noche, se hundió en el mar.

Aristóteles, por su parte, no habla de ella, pero sí asegura en un pasaje de El cielo que en la antigüedad la India limitaba con las Columnas de Hércules y que, en ambas costas, se podía ver elefantes (según Platón en la Atlántida había elefantes). 

Plinio el viejo y Filón de Alejandría (siglo I d. C) también citan a Platón. Y ya en nuestra era, Plutarco (siglos I-II d. C.) se lamenta de que justo se pierda la parte del Critias de Platón, cuando comenzaba a contar la historia de Atlántida.

Durante la Edad Media no se mencionó mucho al continente perdido. Recién con el Renacimiento se volvió a hablar del tema. Algunos la situaban en América, entre ellos Francisco López de Gomara, que semejaba a los Aztecas con los atlantes. Francis Bacon sostuvo que la antigua Atlántida era América, indicando los reinos de Perú y de México como símiles al relato de Platón.

Volcanes o maremotos pueden haber sido los responsables del hundimiento dela Atlántida.

Pero no todos lo consideraban de esta manera: Montaigne lo negaba y, por ejemplo, Bartolomé de Las Casas la relacionaba con las tribus perdidas de Israel, lo que más tarde posibilitaría que la asimilaran a Palestina.

El mapa más conocido del continente perdido se lo debemos al padre Athanasius Kircher. Para él se ubicaba a la altura de las Islas Canarias y su hundimiento fue producto de la actividad volcánica.

Luego vinieron tiempos de una Atlántida a medida de cada país. Según quién hiciera el estudio, era el país donde estaba. Es así que pasó por: Suecia, la península italiana, más al norte de Suecia, Islandia o Groenlandia, Spitzberg, Svalbard, Nueva Zembla o la isla de Madeira.

El continente perdido también tuvo su discusión científica. El intercambio se dio por aquello que había hundido la Atlántida: si fueron los volcanes o si fueron los maremotos. También se discutía sobre la época en que existió. Es así que, se dejó el mito por detrás y se pasó a la ciencia, a la geología más exactamente. Buffon, Cuvier, Alexander von Humboldt y hasta Darwin se vieron inmersos en la cuestión.

En cuanto a la fantasía podemos mencionar que William Blake consideraba que Inglaterra y América eran las herederas de la Atlántida. Asimismo Jules Verne, en Veinte mil leguas de viaje submarino, describe el descubrimiento del mundo tragado por el mar.

La Atlántida provocó cierta obsesión por las tierras perdidas.

Ignatius Donnelly presenta su obra Atlantis en 1882. La primera que trae como título el nombre del continente perdido. Comienza diciendo: “Hubo un tiempo en que existió, en el océano Índico, frente a la desembocadura del Mediterráneo, una gran isla, resto de un continente atlántico, conocida por el mundo antiguo como Atlántida; la descripción de esta isla que nos proporciona Platón no es, como se ha supuesto durante mucho tiempo, un cuento, sino una historia verdadera…”.

A esta altura del relato y de la historia, ya la búsqueda del continente hundido y de los posibles tesoros que había en ella eran muchos en distintos puntos geográficos. Se buscaron las ruinas de Atlántida en Tartessos (ciudad ibérica desaparecida de la que hablan la Biblia y Heródoto), en el Sahara, sepultadas bajo la arena, también en la actual Santorini, ente otros tantos lugares.

Según se dice en la obra Historia de las tierras y los lugares legendarios, de Umberto Eco, la Atlántida provocó cierta obsesión por las tierras perdidas: “Por supuesto, la memoria obsesiva nacida de las páginas platónicas ha llevado a formular la hipótesis de otros continentes desaparecidos, entre los que estaría Lemuria, mencionada por Donnelly, otra presunta cuna de la raza humana. Lemuria habría estado situada entre Australia, Nueva Guinea, las islas Salomón y las islas Fidji —y según otros «lemurólogos» habría unido África con Asia—, aunque los científicos han establecido que en el Pacífico o en el océano Indico no hay ninguna formación geológica que pueda corresponder a la hipotética Lemuria”.

Francis Bacon sostuvo que la antigua Atlántida era América.

Eco también menciona al nieto del arqueólogo que descubrió las ruinas de Troya, Paul Schliemann. En 1912, este publicó una revelación sobre su descubrimiento de la Atlántida, la que terminó siendo un engaño.

La Atlántida fue trasladándose de lugar en lugar, así como de intenciones y soportes. Pero su mito también logró, según Eco, “…Que se despertara el interés por otras civilizaciones sumergidas. Una de estas es la ciudad de Ys (o Kêr-Is en bretón) de la que hablan muchas leyendas de Bretaña y que habría surgido en la bahía de Douarnenez. Ys fue tragada por el mar para castigar por sus pecados a la hija del rey Gradlon y a sus habitantes. La leyenda tiene fuentes diversas; se habla de Ys después de la cristianización de la Bretaña, pero tiene orígenes paganos, aunque no documentados”.

Obras y autores le dedicaron sus historias o se inspiraron en ella. Arthur Conan Doyle con El abismo de Maracot; Edgard Rice Burroughs ubicó a su personaje más conocido, Tarzán, en las historias del ciclo de Opar (una ciudad sepultada en la selva que era una antigua colonia de la Atlántida donde transcurren varias aventuras de Tarzán); el Corto Maltés en su historia Mu, escrita por Hugo Pratt; el poema de Edgard Allan Poe, La ciudad en el mar o Atlántida de Javier Negrete. Pero también podemos mencionar a La tempestad, de William Shakespeare, donde se señala la existencia de islas perdidas en el océano, o al ya nombrado Jules Verne quien con su Veinte mil leguas en viaje submarino inspiró muchas películas para el cine también.

La Atlántida es aquel mito que nos hizo soñar a muchos. Aquella ciudad, según Platón, fundada con ayuda de los dioses sigue subsistiendo a pesar de la falta de pruebas que la ubiquen en algún punto de nuestro planeta.