Pequeñas virtudes para crecer

Pequeñas virtudes es un pequeño (gran) libro de Natalia Ginzburg. Once ensayos, once experiencias de vida que logran el reflejo del lector.

En Las pequeñas virtudes cada texto es una porción de su vida.

7 de Agosto de 2022 10:21

Natalia Levi nació en 1916 en Palermo, Italia. En 1942 fue Alessandra Tornimparte y en 1945 llegó a la definitiva Natalia Ginzburg. Si algo cruzó a todas fue ese tópico de lo micro de los vínculos familiares y las relaciones interhumanas.

Su escritura es transparente y uno no duda en ningún momento que ella también lo era. Al leerla, uno la escucha y cree en esa transparencia.

Rápidamente no dudaron en considerarla como la heredera de Chéjov por su maña en el relato corto y, me animo a agregar, por la facilidad con que desnuda al ser humano.

Las pequeñas virtudes (Acantilado – 2021) apareció por primera vez en 1962 y recién volvió a reeditarse en 1998. Los textos están escritos entre 1944 y el año de su aparición, pero cuentan con una actualidad existencial sorprendente.

Ginzburg muestra la escritura como parte de su vida.

Hablamos de once ensayos breves y autobiográficos, salpicados de reflexiones sobre nuestra condición de arrojados a este mundo. Una mirada íntima, pensativa e inteligente que se vuelca en la palabra justa y bien dicha. Cada texto es una porción de su vida, perdón, de la vida.

“La nostalgia aumentaba en nosotros día a día. A veces era hasta agradable, como una compañía dulce y levemente embriagadora […] En ocasiones, la nostalgia se hacía intensa y amarga, y se convertía en odio…”, nos dice por ejemplo. O hablando sobre los hijos, lo siguiente, “… debemos ser para ellos un simple punto de partida, ofrecerles el trampolín desde el que darán el salto. Y debemos estar allí para ayudar, si hace falta una ayuda; deben saber que no nos pertenecen, pero que nosotros sí les pertenecemos, siempre estamos disponibles, presentes en el cuarto de al lado, dispuestos a responder como sepamos a toda posible pregunta, a toda demanda”.

El título del libro responde a uno de los artículos escritos en 1960.

Ginzburg comparte experiencias de vida, comparte lágrimas y placeres. Aspectos claves de su vida que son clave en cualquier vida. Extraordinaria escritora que logra una explosión de humanismo que da paso al reencuentro con nuestra humanidad.

Los zapatos rotos, mi elegido, nos señala que: “…me preocuparé de que mis hijos tengan los pies siempre secos y calientes, porque sé que así debe ser si se puede, al menos en la infancia. Más aún, acaso, para aprender luego a andar con los zapatos rotos, es conveniente llevar los pies secos y calientes cuando se es niño”.

El impacto de las pequeñas virtudes. No importan los zapatos rotos. Detrás de ellos hay muchos más, como lo sabía Van Gogh, porque definitivamente lo que nos salva son los vínculos. Todas nuestras vidas están ahí. Y si aún no la encontrás, pronto estará al alcance de tus días. Valen textos como este para llegar aprendidos y sensibles.

El título del libro responde a uno de los artículos escritos en 1960. Quizás estemos ante el más pedagógico de todos, su visión de la educación se refleja en él. “En relación con la educación de los hijos, pienso que se les debe enseñar, no las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia respecto al dinero; no la prudencia, sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber” dice. Subrayo: No el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber. En las grandes virtudes ya están las pequeñas. Si asumimos esta posibilidad real tal vez podamos reconstruir nuestra mirada.

Ginzburg muestra la escritura como parte de su vida, más allá de lo literario. Una escritura que la salva y que salva. Un exorcismo contra la tristeza, contra las caídas. Lograr, de nuevo, que sea un paso al deseo de conocer y sobre todo de ser.

Natalia Levi, Alessandra Tornimparte, Natalia Ginzburg, murió en 1991 en Roma a los 75 años.